Las cosas más extrañas que te permite compartir la economía colaborativa

vegano Hace tiempo era normal llamar al vecino para pedirle un poco de sal. Hoy ni siquiera sabemos quién vive en el segundo. Lo que llamamos economía compartida o colaborativa (sharing economy en inglés) no es más que una versión digitalizada de la buena vecindad. La regla de oro era y sigue siendo la misma: «Aquello que mi vecino no usa puede ser utilizado por mí».

Sin embargo, sociedades cada vez más cautelosas e individualistas, en las que la idea del colectivo ha sido reemplazada por la de grupo de individuos, han hecho desaparecer esta buena costumbre. Hasta 2008, cuando estalló la crisis económica más grave de Occidente desde 1929. Entonces nos dimos cuenta de que tal vez era posible comprar menos y compartir más.

La explosión de la economía compartidA

Más necesidades y menos disponibilidad económica determinaron un aumento en la propensión a convertirse en ‘empresarios de nuestras cosas’. Sin embargo, como era fácil suponer, la utopía duró solo unos pocos años. El regreso a una especie de economía del intercambio, en su forma más pura, como podría ser por ejemplo el couchsurfing, simplemente se ha convertido en una forma alternativa de comercio.

La ilusión de una economía que comienza desde abajo, más democrática e igualitaria chocó inmediatamente con la realidad. El nacimiento de gigantes como Airbnb o Uber ya ha dejado claro que los beneficios no son los mismos para todos.

Dicho esto, en algunos casos el modelo ha tomado formas inesperadas. Al fin y al cabo, compartir un viaje en coche con Blablacar no es más que un autoestop digital. Ocupar las habitaciones vacías con Airbnb es la evolución del couchsurfing. Pero hay otros objetos, otras circunstancias, que le han dado un giro realmente sorprendente a la economía compartida.

Comida sobrante

sharing economyComo ya hemos dicho, compartir las sobras de comida no es algo nuevo. Puede que en algún pueblo se siga haciendo, de hecho. Sin embargo, pensar en ello ahora, dentro de nuestros anónimos bloques de viviendas, causa cierta impresión. Casi nadie soñaría con llamar al vecino para ofrecerle los tomates que se están pudriendo en la nevera.

Aún así, si nos lo recomienda una aplicación, estamos dispuestos a hacerlo. Es el caso de Olio, una startup que ya cuenta con más de 400.000 usuarios que comparten las sobras de comida con la ayuda de la geolocalización. El food sharing, de todos modos, es una práctica ya bastante extendida, sobre todo en el norte de Europa. Hay colectivos que recogen las sobras y las distribuyen a través de una plataforma digital.

Barcos

Hay un prejuicio, arraigado especialmente en los países latinos, que considera el compartir una cosa de pobres. Nos cuesta acostumbrarnos hasta a sentarnos en una mesa con otras personas para tomar un café. Sailsquare se encarga de desmentir esta creencia. La web comparte barcos amarrados en puertos deportivos no utilizados.

El cambio en la mentalidad que surgió después de la crisis ha permitido concebir el compartir como un valor y una forma de conseguir ingresos. Y los propietarios de bienes de lujo como los barcos, que pasan gran parte del año parados en los puertos, no han dejado escapar la oportunidad.

Jardín

Meter a unos extraños en casa con Airbnb no es para todos. Muchos quieren preservar la inviolabilidad de sus paredes, así como su propia intimidad. Algunos, simplemente, no tienen suficiente espacio para alquilar. Pero sí podrían tener un jardín. Con la italiana GardenSharing, los campistas, y los conductores de caravanas, así como los amantes de la vida al aire libre, pueden disfrutar de las propuestas al estilo AirBnb, pero bajo un cielo de estrellas.

copartir

Animales y Personas

¿Por qué limitarse a objetos cuando también se pueden compartir servicios como cuidar de un perro? De ese modo, el amo puede irse de vacaciones tranquilo, sabiendo que su mascota está cuidada por una persona cuya fiabilidad está garantizada por las estrellas otorgadas por otros dueños de animales. Un ejemplo de ello, entre los muchos que hay, es DogBuddy, una app para manejarlo todo desde el smartphone.

Los más atrevidos han tratado de extender el concepto de economía compartida a los humanos. En la plataforma RentAFriend es posible ‘contratar’ a un nuevo amigo para hacer algo juntos. Lo cierto es que, si bien el concepto inicial es diferente, la frontera con el mundo de las aplicaciones de citas es muy delgada. Por otro lado, el cuidado de ancianos o las apps de niñeras son el siguiente paso.

Servicios

Desde el mundo físico, la economía colaborativa ha llegado a interesarse en el intercambio de cosas intangibles. Hasta llegar a ‘metacompartir’, es decir, compartir lo compartidoTogetherPrice es una plataforma que permite encontrar personas para utilizar servicios, ya compartidos con otros, como Netflix o Spotify, y automatizar los procesos de pago.

Estos son solo algunos de los servicios de la sharing economy. De los más estructurados, pero las startups en este universo son muchas y nacen como hongos. Desde los home-restaurants a las bicicletas en común, hasta compartir la energia eléctrica y los recados si coincide con tu recorrido. Algunos desaparecerán y otros se convertirán en gigantes multimillonarios, pero el concepto llegó para quedarse.

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Imágenes | iStock

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