A los monstruos, a los animales o a la oscuridad. A lo largo de su infancia, los niños van enfrentándose a una serie de miedos que van apareciendo de manera natural y desapareciendo del mismo modo, siempre y cuando no haya nada que lo impida. Superarlos es parte fundamental de su aprendizaje y su desarrollo.
Este año, a los miedos más habituales de los niños se suman aquellos generados por la pandemia. El confinamiento, una vuelta al cole más complicada de lo habitual y el clima de incertidumbre que nos rodea han hecho que muchos pequeños desarrollen nuevos temores e incluso vean reaparecer los que ya habían superado.
Un virus fuera de la zona de confort
“Esta pandemia ha provocado que muchos niños y niñas se queden demasiado tiempo en casa, en compañía de sus padres, tranquilos y relajados. Algo que por un lado está muy bien, pero que por otro puede hacerles más dependientes emocionalmente”, explica Ainhoa Uribe, psicóloga especializada en niños y adolescentes y coordinadora de la clínica Aitta.
“Como resultado, nos estamos encontrando con muchos niños con miedo a salir de casa y tener vida social”, continúa Uribe. “Después de haber estado tanto tiempo en casa, comunicándose a través de pantallas, tienen que volver al colegio y a una clase en donde a lo mejor no son ni los más listos ni los más rápidos. Surgen las comparaciones y les cuesta”.
A estos temores se unen los que genera la enfermedad en sí. Algunos niños han desarrollado también miedo alto al virus y a la posibilidad de contagiarse o de que lo haga algún miembro de su familia. Esto es totalmente normal, siempre y cuando los niveles de temor sean moderados.
De acuerdo con la psicóloga de Aitta, los seres humanos tenemos lo que se conoce como miedos evolutivos, aquellos que van apareciendo de manera natural en determinadas etapas del desarrollo. Los más habituales son el miedo a las personas ajenas a la familia, a los animales, a la oscuridad o a estar solos, por ejemplo. Normalmente, estos llegan a un máximo y, si no sucede nada que los mantenga o los agrave, desaparecen como aparecieron: de forma natural.
“Hay más niños con miedos que tenían que haber desaparecido de manera natural y niños que habían superado temores que vuelven a aparecer”
“El problema que encontramos hoy es que hay más niños con miedos que tenían que haber desaparecido de manera natural y no lo han hecho. Hay también regresiones, casos de pequeños que habían superado otros que vuelven a aparecer. Por ejemplo, niños y niñas de ocho o nueve años que tienen miedo a la muerte, algo que suele superar cuando tienen seis o siete”, explica la psicóloga.
Las consecuencias de tener miedo
De acuerdo con el informe ‘Salud mental e infancia en el escenario de la COVID-19’ de Unicef España, uno de cada cuatro niños que han sufrido aislamiento por COVID-19 presenta síntomas depresivos y/o de ansiedad. La experiencia acumulada en crisis humanitarias y situaciones de confinamiento lleva a los expertos a afirmar que los pequeños son especialmente vulnerables a estas situaciones: los periodos de estrés continuado pueden afectar de forma directa a su desarrollo, sus posibilidades de aprendizaje, su comportamiento y también a su salud mental.
De acuerdo con el informe de Unicef, el bienestar psicológico de los niños, las niñas y los adolescentes tiene siempre tres facetas: la personal (de la que depende el optimismo, la calma, la autoestima y la confianza que tienen en sí mismos), la interpersonal (que determina sus relaciones con los demás y el sentido de pertenencia) y la de capacidades y conocimiento (la que les permite aprender, tomar decisiones positivas, responder a los retos de la vida y expresarse).
Para poder desarrollar estas tres facetas de forma completa, es fundamental que sean capaces de enfrentarse a sus miedos.
Adelantarse a los propios temores
El primer paso para evitar que los pequeños desarrollen más miedos de los necesarios es cuidar su entorno. “Los niños son muy sensibles a las reacciones de los padres. Si estos mantienen la calma y están tranquilos, tomando las medidas de seguridad necesarias sin ser alarmistas, no van a despertar miedos exagerados en sus hijos”, explica Uribe. “Aquí entra la situación personal de cada familia, pero es importante recordar que los niños lo van a llevar con la misma naturalidad que los padres”.
La psicóloga da tres sencillas recomendaciones para ayudarles a estar tranquilos en la situación actual: la primera es contestar siempre a sus preguntas. “Hay muchos padres que evitan responder porque creen que así les protegen, pero en estos casos los niños suelen hacerse una idea aún peor”, explica. “Son muy fantasiosos, y es fácil que se imaginen un escenario todavía peor que la realidad”.
La segunda es darles información clara, con un vocabulario que puedan entender y adecuado a su edad. Si entienden la realidad y lo que implica la presencia del virus en nuestro día a día, es más fácil que la acepten y puedan hacer frente a sus propios miedos.
Por último, es importante vigilar su grado de exposición a las noticias. “Si el niño está todo el rato expuesto a noticias negativas, como pudo suceder durante los primeros meses de la pandemia y todavía está sucediendo hoy, puede ver aumentar sus temores. Tiene que enterarse, para entender lo que sucede a su alrededor, pero de una forma moderada. Además, la pandemia no puede ser lo único de lo que escuche hablar a lo largo de todo el día”.
¿Qué hacer si un niño ya tiene miedo?
El primer paso para ayudar a un niño que tiene un problema es detectarlo. De acuerdo con la psicóloga de Aitta esto no suele ser complicado, ya que normalmente ellos mismos lo dicen. Cuando no lo muestran abiertamente, es posible detectar comportamientos inusuales.
“Podemos ver los síntomas habituales de la ansiedad: les cuesta dormir, están irritables o lloran con facilidad. Otras veces les duele la cabeza o la barriga. Son lo que llamamos síntomas somáticos, problemas psicológicos que manifestamos a través de síntomas físicos”, explica Uribe.
«La única manera de superar un miedo es enfrentarse a él»
Una vez se ha detectado, existen métodos para animarlos a que se enfrenten a ellos. Ya que, de acuerdo con la psicóloga, la única manera de dejar atrás un miedo es enfrentarse a él. “Hay que hacerlo poco a poco. En la terapia con adultos hay dos métodos: el de exposición y el de inundación. El primero se basa en ir aproximándose poco a poco a lo que genera el temor, superando pequeñas barreras, y la segunda en exponerse a él de forma directa y brusca. Esta última con los niños es mejor evitarla, porque puede generar una resistencia aún mayor. La única que se utiliza es la de la exposición”.
Otro método que funciona muy bien de acuerdo con la psicóloga es el de darles pequeños amuletos u objetos que les acompañen cuando tienen miedo. “El mejor ejemplo es el de superar la fobia a la oscuridad por la noche. Suelen afrontarla durmiendo con un peluche o con una lucecita, hasta que un día ya no les es necesario”.
Si métodos como estos no provocan ninguna mejoría y los síntomas persisten, lo más recomendable es consultar a un especialista. Y es que los miedos son algo habitual y parte del desarrollo de los más pequeños, pero no debe infravalorarse su importancia cuando les generan un malestar importante y constante.
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Imágenes | Unsplash/Caleb Woods, Unsplash/Jonathan Borba, Unsplash/Charlein Gracia, Unsplash/United Nations COVID-19 Response