Ser inclusivas y sostenibles. Reducir su impacto ambiental. Mitigar el cambio climático y gestionar los recursos de forma eficiente. Salvaguardar el patrimonio cultural y natural del mundo. Los deberes de la ONU para las ciudades no son sencillos.
Las metas marcadas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 11 de las Naciones Unidas dibujan un escenario que parece casi inalcanzable para los asentamientos humanos. El futuro sostenible de nuestra especie y la lucha contra la emergencia climática pasa por las ciudades. Y, aun así, a nuestro alrededor parece que solo vemos asfalto, boinas de gases contaminantes y medidas poco ambiciosas para luchar contra la contaminación. Pero no siempre es así.
En el medio de los llanos que forman la cuenca del Orinoco y en el Amazonas profundo. En dos puntos remotos donde pocos esperarían encontrar civilización y, mucho menos, conceptos como desarrollo sostenible. Ahí están Gaviotas y Puerto Nariño, dos pueblos colombianos diferentes al resto. No son grandes ciudades, pero tampoco se trata de comunas alternativas. Son dos localidades que eligieron un camino diferente de sostenibilidad y ciencia (dentro de sus posibilidades).
Puerto Nariño: un río y cero emisiones
No hay coches, ni motos, ni siquiera bicicletas. El único transporte rodado para las más de 8.000 personas que viven en Puerto Nariño, en el Amazonas colombiano, es una ambulancia y un tractor que recoge la basura. Así que tampoco hay carreteras ni calles asfaltadas y la única autopista que conecta el pueblo con el mundo es de agua y mide más de tres kilómetros de ancho.
Puerto Nariño se fundó hace poco más de 60 años a orillas del río Loretoyacú, un brazo del Amazonas. Entonces era solo un pequeño puerto fluvial regentado por dos comerciantes. Hoy es el segundo pueblo más grande del Departamento del Amazonas (el primero es la capital, Leticia) y está habitado, en su mayoría, por indígenas de las etnias Yaguas, Cocama y Ticuna. Pero sus límites los siguen marcando la selva y el río.
En 2016, el Gobierno colombiano decidió otorgar la certificación ambiental a Puerto Nariño por ser un municipio con cero emisiones. Si bien no hay coches y las casas no tienen calderas, lo que reduce casi por completo las emisiones de gases de efecto invernadero, la electricidad se sigue produciendo en varios generadores diésel situados a las afueras del pueblo. Pero en este pueblo donde la humedad relativa roza el 100% y la temperatura media no baja de 25 grados hay sostenibilidad más allá de estas (casi) cero emisiones.
Un futuro plagado de retos
El agua corriente para el aseo se recoge de la lluvia. Y el pueblo tiene una pequeña planta potabilizadora de la que reciben agua todos sus vecinos. Los hoteles y otros establecimientos que necesitan electricidad más allá de media noche (cuando se apagan los generadores) tienen placas solares y acumuladores. Y la recogida y el tratamiento de residuos es ejemplar. Aun así, el Ministerio de Ambiente del país reconoce que se necesitan mejoras en el manejo del plástico.
Los retos para el futuro, como en el resto del planeta, están ahí. El aumento de la población y de los visitantes amenaza con convertir el ecoturismo que hizo famoso a Puerto Nariño en una actividad masificada. Es poco probable que se asfalten sus calles, pero la intensificación de las industrias pesquera, agrícola y turística amenaza con tirar por tierra su breve historia de pueblo sostenible.
Gaviotas: el sueño del inventor del mundo
Paolo Lugari es un emprendedor poco habitual. Uno al que Gabriel García Márquez llamó “el inventor del mundo”. Su invento está a punto de cumplir 50 años y sobrevive como ejemplo mundial de todo lo que se puede conseguir con ciencia e ingeniería sin cargarse el planeta por el camino. Situado a más de 500 kilómetros al este de Bogotá, en el departamento de Vichada, en los llanos de la cuenca del Orinoco, Gaviotas es un pueblo creado desde cero que no solo ha demostrado que la sostenibilidad es posible, sino que se ha convertido en un laboratorio de tecnología para el mundo en vías de desarrollo.
Uno de sus mayores éxitos está en Ciudad Tunal, un barrio del sur de la capital colombiana. Allí, más de 5.000 viviendas calientan su agua solo con energía solar gracias a unos dispositivos de bajo coste diseñados en Gaviotas. En total, unas 35.000 unidades de este calentador solar de agua tropicalizado, como se denomina comercialmente, han sido instaladas en todo el país. Pero volvamos a la capital sostenible de Colombia.
Fundada en 1971, en solo cinco años logró el apoyo expreso del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. El objetivo era buscar soluciones sostenibles al crecimiento de la población en lo que entonces se llamaba tercer mundo. Sin embargo, tras una década de financiación y atención internacional, los fondos de Gaviotas empezaron a escasear. Pero, la semilla, nunca mejor dicho, estaba plantada.
Sostenibilidad ambiental y económica
Durante los primeros años, buena parte de los esfuerzos de los habitantes de Gaviotas se centró en la reforestación del entorno. Desde 1971 se han plantado más de ocho millones de pinos tropicales. Esto ha dado lugar a la recuperación de 250 especies autóctonas de plantas y animales y de los acuíferos subterráneos de la zona que habían prácticamente desaparecido.
Así que, cuando los fondos públicos se quedaron cortos, Gaviotas aprovechó su sostenibilidad ambiental para alcanzar la sostenibilidad económica. Tal como explica Alan Weisman en su libro ‘Un pueblo llamado Gaviotas’, hoy existe una industria responsable de extracción de resina y manufactura de productos derivados, como biocombustibles. Y su agua embotellada se vende por todo el país.
Mientras tanto, los científicos e ingenieros que vivían en el pueblo continuaron su labor innovadora. Bombas de extracción de agua, molinos eólicos, minicentrales eléctricas de biomasa, potabilizadores de agua solares, cocinas térmicas de energía solar… “No se trata de salvar al planeta, pues este esferoide rocoso seguirá orbitando alrededor del sol por miles de millones de años, se trata de salvar a la humanidad y a los otros organismos vivos”, señalaba Paolo Lugari en una conferencia reciente.
Ha pasado casi medio siglo y Gaviotas sigue en pie y en movimiento. Sus habitantes trabajan desde el año pasado en un nuevo proyecto: Futuralia. Un barrio autosuficiente desconectado de las redes de servicios públicos. Su energía se producirá por sol y viento, el agua se extraerá del subsuelo y se aprovechará la lluvia y las aguas residuales se tratarán en pequeñas unidades sostenibles.
La idea es replicar Futuralia por todo el país. “Estos barrios se asemejarán a naves autónomas navegando en el mar de la ciudad. Son la ciencia y tecnología en movimiento”. La ciencia y la tecnología para reinventar el mundo.
En Nobbot | Oceanix City, la ciudad flotante y sostenible de la ONU
Imágenes | Juan F. Samaniego, Centro Las Gaviotas, Unsplash/Joshua Rawson-Harris
Excelente eso sí es pensar