Desde que la vida se abrió paso en el planeta, ha estado ‘cerca’ de desaparecer en cinco ocasiones. A estas cinco extinciones masivas que ha experimentado la Tierra se le podría sumar una sexta, causada por el ser humano.
Este tema, que ha sido estudiado en detalle en las últimas décadas y sigue siendo objeto de intenso debate, fue recogido en profundidad por Elizabeth Kolbert en un ensayo, ‘La sexta extinción’, que a la postre le valió el Premio Pulitzer en 2015. La escritora y periodista medioambiental vuelve ahora a la carga con un nuevo libro cargado de preguntas sobre la crisis ecológica que estamos causando los seres humanos.
En ‘Bajo un cielo blanco’, Kolbert explora las soluciones que se han ido poniendo sobre la mesa para atajar el problema del cambio climático y de pérdida de biodiversidad. Y analiza también cómo, a lo largo de la historia, mientras intentábamos resolver nuestros problemas en ocasiones hemos acabado generando nuevas dificultades.
– ¿Por qué nos es más fácil resolver problemas que evitar causarlos?
Creo que hay muchas razones, pero una de las principales es que casi nada de lo que hacemos es sistemático. Tenemos muchos problemas para pensar en los sistemas complejos, en todas las ramificaciones de nuestras decisiones y en cómo las consecuencias se relacionan entre sí. Aunque tengamos buenas intenciones, como somos incapaces de prever todos los efectos de nuestras decisiones, solo podemos reaccionar una vez que los hemos visto. Entonces es cuando nos damos cuenta de que algunas consecuencias no nos gustan nada y queremos arreglarlas.
El mundo moderno que hemos creado es tremendamente complejo e interconectado. Con el mundo natural pasa lo mismo. Cuando ambas cosas interaccionan es cuando surgen algunas de las peores consecuencias.
«El cambio climático es un problema inmenso. Si no lo solucionamos, el empeoramiento de las cosas está más que garantizado».
– Como sucede con el cambio climático, ¿considera que es posible que lleguemos a empeorar la situación intentando solucionarlo?
El cambio climático es un problema inmenso. Si no lo solucionamos, el empeoramiento de las cosas está más que garantizado. No digo que sea imposible que podamos generar problemas aún mayores intentando solucionarlo. Hay herramientas sobre la mesa que podrían tener consecuencias desagradables, como la geoingeniería o la edición genética para ayudar a ciertas especies a adaptarse, lo que se conoce como evolución asistida. Pero también es cierto que existen soluciones que no tienen por qué generar grandes problemas.
– Existe un debate creciente sobre la geoingeniería, la posibilidad de usar tecnología para alterar el clima y revertir el cambio climático. ¿Es una solución que merece la pena explorar?
Seguimos sin hacer lo necesario para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero. Siguen subiendo y parece difícil que podamos alcanzar una economía neutra en carbono en 2050. Cuanto más se prolongue esta inacción, más probable será tener que tomar decisiones complicadas. ¿Es la geoingeniería una de esas decisiones? Yo creo que sí, por desgracia.
– El mundo natural es muy complejo, como decía antes. Si no comprendemos cómo funciona el clima terrestre en detalle, ¿cómo podemos aspirar a cambiarlo?
Es cierto, pero estamos metidos en un lío tremendo, con el agua al cuello. Las consecuencias de las emisiones que hemos generado hasta ahora y las que seguiremos generando, teniendo en cuenta lo lento que es el cambio a nivel social y económico, se verán durante muchas décadas. La imagen de lo que nos espera es bastante oscura.
«Está bastante claro a nivel científico que los 1,5 grados ya no son un límite factible. Están fuera de nuestro alcance».
– A pesar de ello, los líderes políticos, empresariales y sociales siguen hablando de la posibilidad de frenar el calentamiento global, de limitarlo a una subida de 1,5 o 2?°C para finales de siglo. ¿Es una posibilidad realista?
No soy científica climática, pero es cierto que he hablado con muchos. Creo que ahora mismo está bastante claro a nivel científico que los 1,5 ya no son un límite factible. Están fuera de nuestro alcance. Parece que los 2 °C son todavía una opción realista, pero, si tuviese que apostar (cosa que no hago), diría que también vamos a superar esa barrera.
– Un tema transversal en sus dos últimos libros es que el planeta nunca ha sido un lugar tan humanizado, tan poco natural. ¿Estamos en el Antropoceno o no?
Oh, sí, sí. Sin lugar a dudas. El debate a nivel geológico sigue ahí: cuándo empezó, cuál es el impacto real de nuestras actividades… Pero creo que es bastante evidente que los seres humanos, sus acciones y sus construcciones, han llegado a todos los rincones del planeta. No soy geólogo, que son los que definen las épocas y edades de la Tierra, pero creo que hemos cambiado tanto el planeta que nuestras huellas serán perceptibles dentro de millones de años.
– Incluso dentro del Grupo de Trabajo del Antropoceno, en la Comisión Internacional de Estratigrafía, la opinión mayoritaria es que las condiciones del Holoceno (la época de clima estable de los últimos 12 000 años) ya no van a volver.
Desde el punto de vista geológico, hay bastantes pruebas de que estamos en el Antropoceno. Incluso si consiguiésemos devolver los niveles de concentración de CO? en la atmósfera a las cifras anteriores a la Revolución Industrial, no es seguro que el clima recuperase su relativa estabilidad.
– Solemos pensar que nuestro impacto se limita a unas cuantas décadas, a un par de siglos como mucho. Pero en sus libros recoge que en realidad las cosas empezaron a torcerse antes.
Uno de los argumentos que se exponen en ‘La sexta extinción’ es que empezamos a alterar nuestro entorno hace mucho. Todavía hay debate alrededor de la extinción de la megafauna que empezó hacer unos 40 000 años, pero hay muchas señales que indican que se debió a la caza humana de estas especies. Estamos hablando de un evento de extinción muy importante y antiguo que modificó las dinámicas de muchos ecosistemas.
Después llegó la agricultura y nuestro impacto en el planeta se multiplicó, cambiando el uso de la tierra en todo el globo. Aun así, el cambio a gran escala, el impacto masivo de nuestras actividades, no empezó hasta la Revolución Industrial y, más probablemente, hasta el siglo XX.
«Estamos alterando el futuro de la vida en la Tierra porque estamos cambiando la forma en que funciona la selección natural»
– Otro tema que explora es cómo los seres humanos han cambiado las reglas de la evolución natural, multiplicando la presión sobre especies y ecosistemas. ¿Llegará un punto en que tendremos que valorar la opción de la evolución asistida, como comentaba antes?
No lo sé, pero hay muchos estudios que señalan que ya estamos alterando el futuro de la vida en la Tierra porque estamos cambiando la forma en que funciona la selección natural y estamos modificando las condiciones del entorno de forma muy rápida con el cambio climático. Creo que, como hablábamos al principio, llegará un momento en que nos demos cuenta de verdad de las consecuencias desastrosas de todo esto. Cuando llegue ese momento, la evolución asistida será una de las soluciones sobre la mesa. Escucharemos hablar de ella cada vez más.
– Recoge una frase en su libro: “Somos como dioses y vamos a tener que aprender a ser buenos en eso”. Es una frase escrita hace medio siglo. ¿Qué ha cambiado desde entonces?
Hoy tenemos la capacidad de cambiar la vida en sí misma. La ingeniería genética es una herramienta muy poderosa que hace 50 años no era tan siquiera una posibilidad remota. Nuestras habilidades se han multiplicado en el último medio siglo.
«Escribir sobre la crisis ecológica es mi forma de lidiar con ella»
– Cuando hablamos de la evolución, a veces parece que los seres humanos hemos logrado huir de las reglas del juego. Aun así, seguimos dependiendo de la naturaleza para todo. ¿Vamos a ser capaces de adaptarnos al nuevo tablero?
El cambio climático causará mucho sufrimiento y trastornos al ser humano, conflictos. Creo que la cuestión de la supervivencia de nuestra especie está fuera de la mesa, no creo que vayamos a desaparecer. Pero sí que creo que muchos de nosotros lo vamos a pasar mal, y ya está pasando. La cuestión es cómo van a adaptarse nuestras sociedades complejas y nuestros sistemas económicos.
– Estos dos últimos años se ha hablado mucho de que íbamos a salir reforzados de la pandemia, mejores como sociedad. ¿Hemos aprendido algo que nos pudiese servir para solventar la crisis ecológica?
Si te fijas, se hablaba mucho de eso antes, pero cada vez se escucha menos. Creo que nuestro comportamiento como sociedad y como individuos durante la pandemia ha dejado mucho que desear. Hablo desde la perspectiva de Estados Unidos, pero cosas como la desigualdad en la distribución de vacunas, con varias dosis en los países ricos y ninguna en los pobres, demuestran que nuestros problemas de base siguen ahí, sin resolverse.
Conseguir que la gente tome decisiones racionales que van en su propio interés, como vacunarse, ha resultado imposible. Si hemos aprendido algo de esta pandemia es que hemos resultado ser más autodestructivos de lo que pensábamos.
– Ha sido periodista medioambiental y climática durante las últimas décadas. ¿Cómo ha logrado lidiar con la ‘ecoansiedad’?
La verdad es que es bastante deprimente. No tengo una respuesta clara al respecto. Supongo que escribir sobre la crisis ecológica es mi forma de lidiar con ella. Pero no tengo una receta para digerir la realidad, es muy deprimente.
– Y yo que esperaba una fórmula mágica para afrontrarla.
Vaya [risas]. De verdad que lo siento.
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Imágenes | Cedidas por Planeta: Barry Goldstein, John Kleiner