A pesar de que el título suene apocalíptico, dice su autora que ‘El fin del mundo tal y como lo conocemos’ (2017, Planeta) es un soplo de aire optimista para enfrentarnos a este entramado de presente y futuro en el que absolutamente todo cambia a un ritmo frenético. Marta García Aller es periodista especializada en economía, trabaja en el diario ‘El independiente’ y ha realizado exhaustivas entrevistas a profesionales de diversas disciplinas para contarnos en su último libro al común de los mortales para qué va a servir esto del Blockchain y el Big Data. Y que por fin desterremos de nuestro refranero aquello de más vale lo bueno conocido que lo malo por conocer, porque el trabajo de Aller parte de una premisa: que se acabe el mundo tal y como lo conocemos no quiere decir que el que venga después no sea mejor. Aquí puedes leer el primer capítulo.
- Has pasado más de un año investigando sobre el fin de las cosas que nos rodean, pero ese mañana está aquí desde hace tiempo…
Si comparamos el mundo que tenemos ahora con el de hace una década, cuando aún los smartphones no habían llegado a nuestra vida, el cambio es tan radical que sin duda podíamos caer en la tentación de sentir que ya vivimos en el futuro. Pero eso solo nos pasa a quienes recordamos la vida antes del Google. Para los jóvenes que están ahora en la Universidad, imaginarse una vida sin internet es tan difícil como hacerlo sin luz ni agua corriente. No es el futuro, sino una necesidad básica más. Los cambios no han hecho más que empezar. Igual que desde que se inventó el ferrocarril o la electricidad hasta que estos transformaron la vida diaria pasaron muchos años.
En realidad, están en pañales tanto la inteligencia artificial como el potencial de internet para cambiarnos la vida. Y eso además de ser fascinante, es un gran reto. Por eso me puse a investigar la manera de poner en orden todos estos cambios que nos están cambiando la vida en ‘El fin del mundo tal y como lo conocemos’. Lo más importante para adaptarnos al mundo que viene es empezar haciéndonos muchas preguntas: ¿Van a cambiar nuestros trabajos con la robotización o van a desaparecer? ¿De qué modo afecta a nuestro cerebro estar permanentemente conectados? ¿Cómo van a ser las ciudades digitales? ¿Cómo hay que reorganizar la sociedad si la ciencia consigue alargarnos la juventud hasta los cien años? En una época de cambio como la que vivimos surgen muchísimas preguntas a las que tenemos que buscar respuesta.
»Tenemos que creer en cosas imposibles más a menudo. Solo así estaremos preparados para cuando se hagan realidad»
- ¿Qué han aportado los expertos a los que han entrevistado en tu manera de entender los cambios tecnológicos que están modificando desde la forma en la que nos relacionamos con nuestra pareja hasta los procesos de trabajo?
Escribiendo el libro he tenido acceso a algunos de los mejores científicos, tecnólogos y expertos del mundo en sus áreas. No solo he entrevistado ingenieros, también filósofos, psicólogos, fotógrafos y economistas. El cambio que vivimos es tan transversal que es importante poner el foco en disciplinas muy distintas para hacernos una idea de lo que está pasando. Y lo más revelador de todo lo que he aprendido hablando con ellos es que han desterrado la palabra imposible de su vocabulario. ¿Seremos capaces dentro de unos años de descargar el cerebro humano en un ordenador como promete el proyecto Neuralink de Elon Musk?
Es una idea descabellada, pero cuando he preguntado sobre ella a los mayores expertos en almacenamiento de datos no se atreven a decir que vaya a ser imposible en el futuro. E incluso los biólogos más escépticos ya no se atreven a poner una edad tope para la vida humana con los avances que se están haciendo para frenar y revertir el envejecimiento. El uso del Big Data se está empezando a utilizar en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades como el cáncer y el Alzheimer. Nos puede, literalmente, salvar la vida. Como le dice la reina a Alicia cuando llega al País de las Maravillas, tenemos que creer en cosas imposibles más a menudo. Solo así estaremos preparados para cuando se hagan realidad.
»Era un problema echar mano de los hechos, que es lo que hacemos los periodistas, porque el futuro no existe»
- ¿Por qué todos deberíamos leer ‘El fin del mundo tal y como lo conocemos?
Porque se lo van a pasar muy bien descubriendo lo que viene y, sobre todo, todo lo que estamos dejando atrás sin apenas darnos cuenta. Cuando presenté el libro en León hace unas semanas se me acercó una señora mayor para pedirme que se lo dedicara a su hermana porque iba a ser su cumpleaños y se lo quería regalar. Cumplía, me dijo, 84 años. »Le interesa mucho el futuro», me dijo. ¿Y a quién no?
- ¿Recuerdas en qué momento o en qué situación empezaste a preocuparte por el fin de todo lo que nos rodea?
Quería hacer un retrato periodístico del futuro. Y, claro, era un problema echar mano de los hechos, que es lo que hacemos los periodistas, porque el futuro no existe. Lo que sí que está entre nosotros es todo lo que va desapareciendo. El mundo está lleno de cosas que se acaban que ayuda a explicar a dónde vamos. Se acaban los vehículos con conductor como se acabaron los coches llevados por caballos. Y nadie quiere ser el herrero de principios del siglo XX que de pronto se quedó sin trabajo cuando la vida se motorizó ni el dueño del videoclub de principios de los 2000 o el directivo de Kodak que no vio venir la fotografía digital. Por eso es importante descubrir lo que desaparece. Para que no nos pille con el pie cambiado y podernos adaptar.
»Solo podemos ser optimistas sobre el futuro si dejamos de ignorar los riesgos que presenta»
- Cómo debemos enfrentarnos al mañana? ¿Estamos preparados para ser partícipes del diseño de nuestro futuro?
Los momentos históricos de cambio profundo, como el que vivimos, lo que necesita es que dudemos. Que dudemos mucho. Porque entre tanta incertidumbre lo que nos puede ayudar a encontrar el rumbo no son falsas certezas inspiradas en una intuición, sino una mente abierta preparada para el cambio. Y por eso ‘El fin del mundo tal y como lo conocemos’ está lleno de preguntas. Porque preguntarse lo que viene es la manera más rápida (de momento) que conocemos para viajar al futuro.
- ¿Debemos tener miedo al futuro? ¿Podemos ser optimistas ante un panorama fácilmente mejorable?
Algunos lectores del libro me escriben para preguntarme por qué titulé el libro de forma apocalíptica si luego al leerlo se ve que es profundamente optimista. Y de verdad que no creo que ‘El fin del mundo tal y como lo conocemos’ sea apocalíptico como título. Porque que se acabe el mundo tal y como lo conocemos no quiere decir que el que venga después no sea mejor. Depende, claro, de nosotros y de cómo utilicemos el potencial que la tecnología nos ofrece.
»Que se acabe el mundo tal y como lo conocemos no quiere decir que el que venga después no sea mejor»
Se avecina, por ejemplo, el fin del petróleo y el fin de un sistema de movilidad en las ciudades que se ha probado no solo contaminante, también ineficiente en el reparto de recursos. Tener aparcado a la puerta de casa un coche que está parado el 95% de su vida útil no tiene futuro con la nueva movilidad compartida que ofrece el carsharing y la tecnología actual. Y eso abre unas oportunidades muy esperanzadoras para que construyamos ciudades más vivibles para todos. Pero hay finales más inquietantes, como el fin de la privacidad. ¿Estamos preparados para ceder tanta cantidad de datos personales a las apps y los servicios que comercian con ellos sin que seamos plenamente conscientes?
¿No estamos renunciando a la privacidad en la red por encima de nuestras posibilidades? ¿No es muy arriesgado que nuestros bancos del futuro sepan antes de conocernos tanto de nosotros para decidir si nos dan o no un préstamo? Solo podemos ser optimistas sobre el futuro si dejamos de ignorar los riesgos que presenta.
»El futuro del periodismo pasa por dejar de hacerle perder el tiempo al lector con clickbait desesperado y vídeos de gatitos»
- Como periodista, ¿qué futuro augura para los medios?
Nunca hemos tenido tanta demanda de información como tenemos ahora. Es un reto fascinante para los que nos dedicamos a contar historias, porque la demanda existe y está al alza. Pero queda por resolver cómo será el modelo de negocio que permita un periodismo independiente y de calidad. Depende de ello no solo el futuro de los medios, también de la democracia. Porque la sociedad necesita un periodismo fuerte para contrarrestar las amenazas de la manipulación. Es crucial que esa creciente sed de información no se cubra con fake news.
En el periódico ‘El Independiente’, que dirige Casimiro García Abadillo y en el que tengo el honor de trabajar desde su fundación, estamos apostando porque el futuro del periodismo pasa por dejar de hacerle perder el tiempo al lector con clickbait desesperado y vídeos de gatitos. Esto no va de ganar visitas, sino de aportar noticias e historias interesantes. Ya no hace falta ser una gran corporación de medios para ser influyente. Hay que aportar contenido relevante para el lector. Y como en cualquier época de cambio, ser flexible y tener la capacidad de adaptarse rápido es fundamental.
»Las redes son un instrumento poderosísimo, pero acaban de llegar a nuestras vidas y no traían instrucciones de uso»
- ¿Qué aportan o cómo distorsionan las redes sociales e internet en esta nueva revolución basada en un mundo globalizado?
Las redes sociales son el mercado de abastos al que cada mañana los periodistas salimos a vender el género. Pero es un mercado de acceso libre y junto a los tenderos de toda la vida también hay un rastrillo ciudadano donde se difunden toda clase de mensajes. Hay que enseñarle a la gente a diferenciar las calidades de productos, igual que cuando va a por tomates al mercado sabe cuáles son los mejores solo viéndole el color. Las redes son un instrumento poderosísimo, pero acaban prácticamente de llegar a nuestras vidas y no traían instrucciones de uso. Aún no tenemos claro ni su potencial ni sus riesgos. En el libro hablo de ‘El fin de la globalización’ para analizar cómo nos está cambiando la mentalidad que la gente se informe cada vez más por su muro de Facebook y sus grupos de WhatsApp.
No dejan de ser burbujas informativas de gente muy parecida a nosotros que nos retroalimentan lo que ya pensamos, porque en las redes al que piensa diferente se le suele ignorar y el algoritmo te enseña lo que más te gusta para complacerte. No es un mundo de opiniones diversas, sino burbujas donde la globalidad es ilusoria. Tener 500 amigos en Facebook no te ayuda a tener una visión más global del mundo si solo escuchas a los que piensan como tú. Hay un evidente riesgo de polarización de opinión pública que ya se está percibiendo. Siempre ha habido gente mal informada, pero nunca antes había creído que sí que lo estaba con tanta convicción. Y más peligroso que una ciudadanía desinformada es una que ignora que lo está.
- Por último, ¿algunos consejos para adaptarnos a este presente en el que todo evoluciona una velocidad de vértigo?
Leer ‘El fin del mundo tal y como lo conocemos’.
Excelente, necesito conocer mas sobre el tema
Muy interesante, quiero conocer más sobre el tema.