Tecnología y programación. Este tándem suele estar asociado a la figura masculina, ¿por qué no también a la femenina? Dentro de este escenario, son cada vez más las iniciativas que trabajan para disminuir la brecha de género dentro de este ámbito y Adalab es un ejemplo de ello.
Sus fundadoras, Inés Vázquez y Rosario Ortiz, proponen a mujeres desempleadas o con un trabajo precario la posibilidad de convertirse en programadoras y mejorar sus condiciones laborales a través de un cursillo intensivo de 12 semanas de duración. Con ellas hemos hablado de cómo surgió la idea de impulsar la presencia de las chicas en este terreno.
– ¿Cómo y cuándo os planteáis la idea de poner en marcha Adalab?
Aunque las dos estudiamos Empresariales y primero estuvimos en la empresa privada, en un momento dado sentimos la necesidad de dedicarnos a proyectos sociales. Así, y sin conocernos, estudiamos un máster en Cooperación y comenzamos a trabajar en cooperación para el desarrollo. Además, casi siempre hemos trabajado fuera del país pero estando ya aquí coincidimos en una ONG y hablamos de la idea de emprender en lo social.
Era el año 2015, las tasas de desempleo estaban muy altas y en nuestra mente rondaba un pensamiento: un proyecto social enfocado a reducir el desempleo. Así, al investigar los sectores donde tendría sentido, llegamos al tecnológico y nos dimos cuenta de que existía la brecha de género. Fue entonces cuando tomamos la decisión de poner en marcha un programa de formación e inserción laboral en este ámbito dirigido dirigido a mujeres.
– ¿Tiene algún significado especial el nombre que habéis elegido para vuestra escuela de programación?
Sí. ‘Ada’ viene de Ada Lovelace y ‘lab’ de laboral. Ada Lovelace fue una mujer científica nacida en 1815 que, además, fue poetisa: su padre era Lord Byron y su madre se dedicaba a temas de ciencias. Lo que hizo fue que un siglo antes de la llegada de los ordenadores escribió un algoritmo que 100 años después pudo ser procesado. Está considerada una pionera en el terreno de la programación. Asimismo, con ‘lab’ manifestamos nuestro deseo de que las alumnas de la escuela tengan la oportunidad de conseguir un trabajo mejor.
– ¿Qué factores creéis que son clave para que todavía falten mujeres en el sector tecnológico, especialmente en el de programación?
Uno importante es la falta de referentes femeninos en este tipo de profesiones. Lo que suele decirse es que cuando decidimos a lo que nos vamos a dedicar nos basamos en personas que bien nos resultan cercanas o nos inspiran porque, a lo mejor, las hemos visto en la tele. En el mundo tecnológico y en el de la programación todos estos referentes son masculinos.
«Existe la creencia errónea de que la programación y la informática son para genios. Nada más lejos de la realidad. La programación es un lenguaje que hay que aprender».
Otro factor está relacionado con los estereotipos de género, aunque no nos demos cuenta. No podemos olvidar, por otro lado, que el concepto de programador o informático se asocia con una persona antisocial o ‘friki’ que está metido en su cuarto y que no habla con nadie. Aunque las mujeres tienden a elegir profesiones más sociales o sociables, la realidad es que la programación es un trabajo en equipo. Asimismo, existe la creencia errónea de que la programación y la informática son para genios. Nada más lejos de la realidad. La programación es un lenguaje que hay que aprender.
– ¿Qué otras iniciativas, además de la formación, creéis que benefician a la diversidad del sector digital?
Todas aquellas que atacan a cada uno de los factores antes señalados. Por ejemplo, en referentes femeninos solo existe entre un 15% y un 20% de mujeres en programación: la solución, por lo tanto, pasa por dar visibilidad a aquellas que triunfan en el sector tecnológico y la programación. Este tipo de acciones son importantes y que no lo vean solo como una profesión masculina. En nuestro caso, por ejemplo, contamos con un programa de mentoring. Gracias a él, cada alumna tiene una mentora que le ayuda a vencer barreras.
También son recomendables las iniciativas educativas, y como sociedad es clave que se intente romper con los este estereotipos de género. Por ejemplo, regalarle a un niño unos legos y a una niña una muñeca. Tenemos que encontrar algo que nos guste y se nos dé bien con independencia de si somos mujeres u hombres. Como sociedad tenemos que hacer mucha autocrítica y trabajar esos estereotipos desde casa y la escuela para que las niñas no crean que están limitadas en ciertas cosas. Y los niños tampoco, que parece que no les pueden gustar las muñecas. Que ambos géneros puedan experimentar y elegir lo que más les guste.
– Previamente habíais desarrollado parte de vuestra trayectoria laboral fuera de España, concretamente en Asia y América Latina formando parte de varios programas de formación socio-laboral. ¿Qué os aportó esta experiencia?
Estuvimos involucradas en proyectos de diferente tipo: agrícolas, de saneamiento, de formación e inserción laboral… Al desarrollar distintos tipos de experiencias en contextos tan difíciles, lo que aprendes son las claves de qué necesita un proyecto social. También a poner en el centro las necesidades de la población con la que ibas a trabajar.
Todo esto en base a la experiencia que te brindan las ONGs. En nuestro caso, además, está el punto de vista del enfoque de empresa social. Queríamos un proyecto de fin social pero que resultase sostenible y accesible a todas las mujeres interesadas en unirse a Adalab. De ahí el modelo de ingreso por el que hemos optado. La mitad del coste se cubre con unas becas de una fundación con la que trabajamos. En cuanto al resto, nuestras estudiantes, antes de comenzar el curso, abonan 350 euros y el resto de las cuotas las empiezan a pagar tres meses después de haberlo terminado; la media hasta que encuentran un trabajo es de dos meses.
Como algunas de estas alumnas tienen trabajos precarios, lo que les proponemos son otro tipo de becas. Lo que se hace es abonarles un máximo de 400 euros para que se centren en el curso. Nuestro modelo intenta tener en cuenta todas las posibles situaciones que se puedan dar y hacerlo accesible a las mujeres que quieran reinventarse.
– Vuestro programa incluye un curso intensivo de 12 semanas. ¿Cómo es este curso, las clases y los contenidos que se imparten? ¿Seguís alguna metodología concreta?
Antes de iniciar el curso, las alumnas afrontan un proceso de selección de unas cinco horas en las cuales realizan distintas pruebas. La primera es online y consiste en dos tutoriales de programación que parten desde cero. Los hacen desde casa y luego completan un test para saber qué es lo que han entendido. Esta parte dura dos horas y les permite experimentar cómo es la programación y si están motivadas. Para reinventarte como programadoras creemos que es clave que sepan qué les gusta.
«Para reinventarte como programadoras creemos que es clave que sepan qué les gusta».
La segunda prueba consiste en unos tests presenciales de razonamiento lógico, verbal, matemático y de concentración. Lo que pedimos es que por lo menos tengan un nivel medio de estas actitudes, porque luego las tendrán que utilizar cuando programen. Finalmente, está la entrevista personal de unos 30 minutos de duración. Es la prueba más importante y nos permite saber que la persona ha madurado la decisión de convertirse en programadora y que está motivada y dispuesta a hacer el esfuerzo que requiere convertirse en programadora. Las 40 alumnas que mejor puntuación obtengan pasan a formar parte de la escuela de Adalab; y si no pueden entrar en la promoción actual, lo harán en la siguiente.
Hablamos de un curso intensivo de 12 semanas: invierten cada día seis horas presenciales y cuatro en casa. De las horas presenciales, cuatro son de programación y dos de desarrollo profesional. Buscamos buenas profesionales programadoras: tienen que saber programar, pero también disponer de otras habilidades que piden las empresas, como trabajar en equipo o comunicar de manera eficaz. Asimismo, trabajan por parejas y en equipo, y cada mes tienen que desarrollar un proyecto que luego se entrega y expone.
«Buscamos buenas profesionales programadoras: tienen que saber programar pero también disponer de otras habilidades que piden las empresas como saber trabajar en equipo o comunicar de manera eficaz».
En cuanto a la metodología, hemos optado por la clase invertida. Esto significa que en casa preparan las clases con los materiales que les entregamos y luego el profesor en clase les ayuda con sus dudas. Intentamos que las clases se parezcan lo máximo posible a lo que sería trabajar en una empresa.
– ¿Es posible formarse en una disciplina como la programación, a priori compleja y que requiere de ciertas habilidades concretas, en solo 12 semanas? ¿A qué nivel se puede llegar con vuestro curso?
Para construir el temario del curso, lo que hicimos fue preguntar a las empresas dos cosas: los perfiles que les estaba costando más cubrir y qué necesitaban saber unas mujeres que aprendiesen de nuevas programación front-end para que, así, las pudieran contratar con un perfil júnior. Por ejemplo, les enseñamos maquetación (HTML y CSS) y salen con un perfil autónomo. En cuanto a programación, uno de los lenguajes es JavaScript (nivel básico). De igual forma, les enseñamos a aprender cosas nuevas. ¿Qué significa esto? Que si se tienen que enfrentar a algo que no han visto durante el curso, poseen las herramientas para aprenderlo en un corto periodo de tiempo.
– Los datos que os avalan son muy buenos: un 95% de vuestras alumnas trabajan como programadoras y el tiempo medio que tardan en conseguir un empleo es de 54 días. ¿A qué creéis que se deben estos números?
Por un lado, porque ahora se necesitan muchos programadores front-end y, por el otro, porque buscamos alumnas que tengan las ganas y la motivación de convertirse en programadoras y eso cuando empiezan a trabajar en una empresa se nota. Nuestra formación está totalmente orientada a lo que pide el mercado laboral y cada curso hacemos actualizaciones al temario. Tener la capacidad de adaptarse a lo que hoy en día necesitan las organizaciones es un plus.
«Nuestra formación está totalmente orientada a lo que pide el mercado laboral y cada curso hacemos actualizaciones al temario».
-¿Tenéis algún tipo de bolsa de trabajo o acuerdo con empresas para que conozcan a vuestras alumnas?
Contamos con una bolsa de empleo de unas 80 empresas, tanto grandes como medianas y pequeñas. Una vez terminan el curso, las estudiantes se forman en marca personal para saber como tener listo su currículo o afrontar una entrevista de trabajo. Se trata de una formación online (programa de empleo) porque en perfiles técnicos se suelen hacer entrevistas técnicas y cuando aprenden abrimos la bolsa de empleo. En este sentido, la mayoría de las compañías con las que trabajamos abren ofertas específicas para Adalab. Por nuestra parte, realizamos un seguimiento de ellas hasta que consiguen un empleo. En las dos últimas promociones, la inserción laboral ha sido de un 100%.
«Una vez terminan el curso, las estudiantes se forman en marca personal para saber cómo tener listo su currículo o afrontar una entrevista de trabajo».
– Os centráis en el desarrollo front-end. ¿Tenéis en mente, a medio o corto plazo, incorporar a vuestro catálogo cursos de programación de otras disciplinas?
Nuestra estrategia es crecer en Madrid con más cursos de programación front-end y otros cursos relacionados, además de crecer en otros perfiles como back-end. Una vez nos hayamos consolidado en Madrid, veríamos otras ciudades de España donde tendría sentido nuestro proyecto.
– Contáis con un programa de voluntariado. ¿En qué consiste, a quién va dirigido?
La idea es que conozcan el sector donde se van a insertar. Promovemos que vayan a eventos tecnológicos y charlas, que se den a conocer… Por otro lado, procuramos que vengan a Adalab profesionales del sector y den una masterclass o tutoriales. En estos momentos, contamos con más de 200 voluntarios inscritos.
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Imágenes | Cedidas por Adalab