Cada mañana, tarde y noche millones de personas observan y escuchan atentos. Durante unos minutos, el tiempo es todo lo que importa.
La información meteorológica es una parte fundamental de nuestro día a día. Nos ayuda a planificar a corto plazo, a elegir qué ropa ponernos y a saber si podremos ir a la playa el fin de semana. Cada vez más, nos ayuda también a entender el medio y el largo plazo, qué está ocurriendo con el clima de la Tierra y por qué los fenómenos meteorológicos se parecen poco a los del pasado.
El equipo de meteorología de RTVE, formado por Albert Barniol, Mónica López, José Miguel Gallardo, Martín Barreiro, Ana de Roque, Jacob Petrus y Silvia Laplana, sabe que hacernos entender el cambio climático es una parte cada vez más importante de su trabajo. Acaban de publicar un libro, ‘El desafío del clima’, en el que exponen las causas del problema, sus consecuencias y qué herramientas tenemos en nuestra mano para solucionarlo. Hablamos con Albert Barniol, físico y responsable de la edición nocturna del informativo.
– El clima y el tiempo son cosas diferentes, pero relacionadas. ¿Cómo pueden una mujer o un hombre del tiempo ayudarnos a entender mejor el cambio climático?
Nosotros tenemos una relación muy cercana con la gente. Todos los días les hablamos del tiempo, de las nubes, de las temperaturas y de cómo les afecta todo. Por tanto, pasar de hablar del tiempo a hablar del clima es algo natural. A lo largo de los años hemos ido ganando credibilidad sobre lo que les contamos. Y cuando ampliamos la información del tiempo con la del cambio climático, el telespectador nos escucha.
«No hay dudas sobre el cambio climático, pero sí sobre cómo cambiar nuestra forma de vivir».
– Gracias a su trabajo conocemos si tenemos que abrigarnos o salir a caminar con paraguas. ¿Podremos también saber qué va a pasar si no actuamos para frenar el cambio climático?
Es frustrante pensar que tenemos respuestas bastante fiables sobre qué va a pasar, pero nos sigue costando mucho actuar. No tanto a la gente, a la persona individual, sino al conjunto de la ciudadanía y a los representantes políticos. Individualmente somos conscientes de que algo está ocurriendo y cada vez tenemos menos dudas al respecto, pero no se toman las medidas efectivas para mitigar el cambio climático.
La ciencia está dando las respuestas justas y la realidad nos está confirmando lo que la ciencia pronostica. No hay dudas sobre el cambio climático, pero sí sobre cómo cambiar nuestra forma de vivir y nuestra forma de estar en el planeta.
– En España tenemos muchos refranes del tiempo. ¿También vamos a necesitar cambiarlos?
Una de las primeras cosas que hacemos en el libro es intentar que la gente sea consciente de la influencia del clima en nuestra forma de vivir. En Andalucía y en Asturias las edificaciones son distintas, unas dan respuesta al calor y otras a la lluvia. La dieta, la vestimenta y las tradiciones también varían… Todo depende en gran medida del clima. Si el clima cambia, nuestras costumbres cambian.
Los refranes son un reflejo de las costumbres del pasado. Así que, si va a cambiar nuestro entorno, los refranes se tendrán que reajustar.
«El planeta se está calentando y España, y el Mediterráneo en particular, lo está sufriendo mucho».
– El diagrama de Hawkings muestra las anomalías en las temperaturas, del azul frío al rojo cálido. Los mapas meteorológicos también usan códigos parecidos. ¿Nos estamos quedando sin colores para el calor?
La verdad es que hemos tenido que empezar a cambiarlos. En el último episodio de calor extremo del noroeste de Estados Unidos, con temperaturas cercanas a los 50 º C en latitudes muy altas, para reflejar lo que nos daban los modelos numéricos tuvimos que ampliar las escalas de colores.
De momento, hablamos de fenómenos extremos puntuales, pero los años son cada vez más cálidos y los récords son cada vez más frecuentes. El planeta se está calentando y España, y el Mediterráneo en particular, lo está sufriendo mucho. Vivimos en un territorio que va a sufrir impactos muy evidentes.
– A la hora de predecir la evolución del cambio climático, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es el organismo de referencia. En su último informe, recién publicado, asegura por primera vez que las actividades humanas han alterado de forma inequívoca el clima. ¿Cómo se llega a semejante nivel de seguridad en ciencia?
Lo que se hace es analizar los estudios del pasado y luego se ejecutan los modelos climáticos que miran al futuro. Si ponemos las condiciones que había en la Tierra antes de la revolución industrial y analizamos qué pasaría si no se hubiese alterado nada, el clima que obtenemos como resultado no se parece al clima actual. Pero cuando tenemos en cuenta el CO? que los seres humanos emitimos a la atmósfera, el resultado sí es el clima que tenemos en la actualidad. Es decir, para que el modelo climático atine, es necesario tener en cuenta el CO?.
Esto nos da pie a poder afirmar, de forma categórica, que si no fuese por las emisiones de dióxido de carbono no estaríamos en el escenario actual. Las emisiones naturales no se han modificado en los últimos miles de años, las únicas que han cambiado han sido las nuestras. Así, la causa es antropogénica. Cuanta mayor fiabilidad haya en las observaciones y los modelos climáticos, mayor seguridad habrá en la afirmación.
«La borrasca Filomena, aunque pueda parecer que va en la dirección contraria al calentamiento global, confirma en realidad lo que predicen los modelos climáticos».
– Volviendo sobre los efectos locales del cambio climático en España, ¿qué podemos esperar?
Es frustrante responder a esto, porque solo hay malas noticias. Cada vez veremos un clima más seco y más árido, con fenómenos extremos como olas de calor o lluvias torrenciales más frecuentes. Este clima tendrá cada vez más influencia en los incendios forestales, un drama que este verano hemos vivido en Grecia y Turquía especialmente, pero también en Ávila y en la isla de La Palma.
Siempre utilizo un símil, aunque no es del todo correcto, que es que España cada vez se va a parecer más a Marruecos. Habrá un norte con un clima y una vegetación similar a la del Mediterráneo actual, una zona semiárida con arbustos en el litoral mediterráneo y un clima árido para gran parte de España. Nos espera un futuro árido si no conseguimos mitigar el cambio climático.
– Cuando hablamos de episodios extremos, también se incluyen los fríos.
Un fenómeno como la borrasca Filomena, aunque pueda parecer que va en la dirección contraria al calentamiento global, confirma en realidad lo que predicen los modelos climáticos. En el caso de Filomena, las atribuciones no están del todo claras, pero todo indica que el debilitamiento de la corriente en chorro del polo y el desplazamiento del jet subtropical del ecuador están empujando las borrascas a latitudes más bajas. Filomena fue excepcional, pero encaja en el escenario de una atmósfera muy cambiante.
– ¿Les ayudan este tipo de eventos límites a comunicar mejor el cambio climático?
Los fenómenos extremos llaman la atención del gran público. Y nosotros lo aprovechamos para hablar sobre el cambio climático. Es verdad que para hablar con propiedad y que la gente no se canse tienes que argumentar muy bien. Pero si consigues explicar este tipo de fenómenos, el telespectador suele ser receptivo y el mensaje cala. Siempre intentamos explicar la meteorología del fenómeno, qué está ocurriendo en el corto plazo y por qué, y luego utilizarlo para exponer temas de largo plazo como el cambio climático.
«El cambio climático es un ruido de fondo y la población tiene también otros ruidos puntuales, pero más chillones».
– ¿Qué obstáculos surgen a la hora de comunicar el cambio climático?
Plantea, por un lado, dificultades técnicas: tener los recursos gráficos y los estudios, así como la capacidad para poder contar las cosas. Por otro lado, tenemos el problema de que la gente no puede percibir múltiples problemas constantes. El cambio climático es un ruido de fondo y la población tiene también otros ruidos puntuales, pero más chillones. Si tenemos problemas económicos y de salud, es muy difícil que queramos escuchar hablar de un tercer problema.
Entre 2008 y 2012, la economía restó mucho protagonismo al cambio climático y estos dos últimos años la pandemia ha provocado un efecto similar. Aun así, son dos buenos ejemplos para entender cómo los problemas globales solo pueden tener soluciones globales.
– Al final del libro, abren justo ese debate: para frenar el cambio climático, ¿responsabilidad individual o colectiva?
La responsabilidad individual es muy relevante, uno de los caminos que cada uno tiene que seguir para situarse en el mundo y para actuar. Si todos lo hacemos, no sentiremos que son acciones aisladas y los cambios individuales se volverán importantes. Además, nos olvidamos de que los ciudadanos tenemos el poder de poner y quitar a los políticos, que son los que pueden hacer que las acciones se vuelvan colectivas, se conviertan en leyes y tengan mayor calado.
Por último, no puede ignorarse que las grandes empresas y las corporaciones financieras viven de ganar dinero. Cuando se den cuenta de que trabajar para frenar el cambio climático es importante, empezarán a actuar. Creo que, al igual que hace unos años las empresas querían parecer modernas estando en redes sociales y ganando mucho dinero, ahora están empezando a hacerlo mediante la lucha contra el cambio climático.
– Pero existe el riesgo de que solo busquen parecer y no tanto transformarse.
Está claro que el llamado greenwashing es real y se utiliza mucho. Pero llegará un momento en que las empresas se den cuenta de que este tipo de comportamiento no consigue ninguna reacción positiva por parte del consumidor. Cuando se den cuenta de que el rédito económico está en las acciones que sí logran un impacto directo, empezarán a cambiar.
“Las ciudades son mejores con menos coches y más árboles”
– Dentro de las acciones individuales, elegir cómo nos movemos es una de las que tiene mayor impacto. Usted es un gran defensor de la bici. ¿Cómo se puede impulsar este medio de transporte en las grandes ciudades?
Esta respuesta la tengo clarísima. Las ciudades son mejores con menos coches. No hay nadie que lo pueda negar. Lo hemos visto en Madrid y en otras ciudades durante la pandemia. Las calles sin coches son más amables y menos ruidosas. ¿Cómo reducir el exceso de coches en las ciudades? Con más transporte público y favoreciendo medios alternativos como la bicicleta.
Las ciudades también son mejores si tienen más vegetación y más árboles. Hay estudios que demuestran que una de las mejores cosas que podemos hacer para adaptarnos al cambio climático es conseguir mitigar las altas temperaturas en las ciudades. Esto se consigue reduciendo el efecto isla de calor con más parques y más vegetación. Está comprobado que es así.
Los barrios más ricos de Madrid tienen calles más anchas y más vegetación y las temperaturas son sensiblemente más bajas. Son tres o cuatro grados menos, pero suficientes para pasar de los 36 º C a los 32 º C y que la vida sea más agradable.
Imágenes | Ingenio de comunicación