1990, 1995, 2001, 2007, 2014 y 2021. Estos seis años son historia de la ciencia climática. Son las fechas en las que se han publicado los seis informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC).
En sus páginas se recoge y analiza toda la literatura científica sobre el cambio climático publicada en los años anteriores. Son el mejor resumen de lo que está pasando con el clima de la Tierra. Y son también la base sobre la que se fundamentan muchas de las decisiones políticas y empresariales en relación con el medioambiente.
La primera parte del sexto informe, el AR6, se acaba de publicar tras la revisión de más de 14 000 publicaciones y 78 000 comentarios de expertos. En este análisis han trabajado 234 científicos de 66 países, entre los que se encuentra Francisco Doblas-Reyes. El director del Departamento de Ciencias de la Tierra del Centro de Supercomputación de Barcelona (BSC) se ha encargado también de coordinar el capítulo 10 del informe.
– El informe concluye que el cambio climático está teniendo lugar en todo el mundo y está causado de forma inequívoca por la acción humana. ¿Sin lugar a dudas?
Sin lugar a dudas. Es una afirmación categórica que se apoya en todo lo que se ha publicado en los últimos siete u ocho años. Es obvio que la acción humana está detrás del cambio climático que hemos observado hasta ahora.
«No hay dudas de que el aumento de las temperaturas observado, sobre todo en los últimos 50 años, se debe a las emisiones de gases de efecto invernadero».
– ¿Qué ha llevado al IPCC hasta esta afirmación tan rotunda?
La abrumadora cantidad de artículos y de resultados de experimentos que atribuyen a la acción del hombre el cambio climático y, sobre todo, el aumento de la temperatura global en 1,1 ºC con respecto a las condiciones preindustriales. Esta atribución se basa en métodos que llevan más de 20 años desarrollándose, pero que han avanzado enormemente tanto en la atribución del incremento de la temperatura global al aumento de los gases de efecto invernadero como en la relación de los eventos extremos con la acción humana.
No podemos decir de forma inequívoca que un evento extremo concreto tenga que ver con el cambio climático, porque siempre hay múltiples factores en juego. Pero en el caso de la temperatura media global, la relación es obvia. No hay dudas de que el aumento de las temperaturas observado, sobre todo, en los últimos 50 años se debe a las emisiones de gases de efecto invernadero.
– Con respecto a la atribución de fenómenos concretos, ¿cómo se sabe que una tormenta o una ola de calor están relacionadas con el cambio climático?
Cuando observamos el clima, siempre hay fuentes de incertidumbre. Para analizar estos eventos usamos distintas aproximaciones que estiman la probabilidad de que el evento haya ocurrido en un contexto de cambio climático o no. Estos experimentos imaginan dos planetas diferentes: uno es el real y otro es un planeta en el que no han aumentado las concentraciones de gases de efecto invernadero. Esto nos permite estimar la probabilidad de que un evento sea debido al cambio climático.
La ola de calor en Canadá en julio del año pasado es el mejor ejemplo. Los estudios que se han hecho, que no forman parte todavía de la evaluación del IPCC, determinan que en esa zona las temperaturas cercanas a los 50 ºC habrían sido imposibles sin el cambio climático de origen humano.
– Cada vez vemos más este tipo de estudios.
Sí se hacen más, pero hay tantos fenómenos extremos que no es posible estudiarlos todos. Desde el BSC estamos intentando que España se dote de la capacidad para hacer estudios de atribución de fenómenos extremos más locales, como las borrascas Filomena o Gloria. Es importante tanto para contribuir al estudio del cambio climático como para poder adaptarnos mejor y poder informar a la sociedad sobre los riesgos.
– Volviendo sobre esa relación inequívoca de la que hablábamos antes, ¿qué hace falta para que el resto del mundo se lo crea?
Hace falta adaptar las conclusiones del IPCC a un mundo más cercano, a la esfera vital de las personas. De hecho, este informe incluye conclusiones a escala regional a un nivel que no se había visto hasta ahora. Todavía son regiones muy amplias. Por ejemplo, España está en la región mediterránea, en la que están desde Portugal hasta Jordania.
Lo que hace más falta es desarrollar los servicios climáticos que permiten que la información científica disponible sea útil para aquellos que toman decisiones o para las poblaciones más vulnerables. Y estos deben contar con equipos multidisciplinares, que incluyan también perfiles sociales, de la política o de la filosofía.
«España se ve afectada por un aumento de las temperaturas más rápido en verano, otoño y primavera y una disminución de las precipitaciones de hasta un 20 o 30 % anual».
– Estas regiones son amplias. ¿Qué se puede esperar a escala española o ibérica?
España está incluida en la región mediterránea, que es uno de los puntos calientes del cambio climático. El Ártico es el peor parado hasta ahora. El calentamiento allí es muy obvio, sobre todo en invierno. Esto dificulta la formación de hielo marino de mucho espesor, por lo que en primavera y verano se funde antes. Esto deja más superficie oceánica al descubierto, que a su vez absorbe más calor. Se crea un proceso de retroalimentación y el Ártico se convierte en una bomba de calor.
En el Mediterráneo, los procesos son muy diferentes. En todos los escenarios de proyecciones se observa una reducción de las precipitaciones y que esta región se calienta más rápido que la media global. Por eso se dice que es uno de los puntos calientes. España se ve afectada por estos dos factores: un aumento de las temperaturas más rápido en verano, otoño y primavera y una disminución de las precipitaciones de hasta un 20 o 30 % anual.
– ¿Lo estamos notando ya o lo notaremos más a partir de un punto determinado?
Se está observando ya. El aumento de las temperaturas está más que comprobado. La sequía es más difícil de estudiar porque no solo tiene que ver con las precipitaciones, sino con el uso que se hace de los recursos hídricos. En un futuro no muy lejano, se empezará a notar más la reducción de las precipitaciones. Y es probable que para entonces sea demasiado tarde para paliar el problema.
– Antes hablaba del Ártico como la región en la que más se está notando el cambio climático. ¿Lo veremos libre de hielo?
En el informe, el Ártico libre de hielo se define como aquel año en el que se registren menos de un millón de kilómetros cuadrados de hielo. El mínimo que se ha registrado hasta ahora es de menos de cuatro millones de kilómetros cuadrados. Esto es ya menos de la mitad de lo que se registraba a principios de los años noventa del siglo pasado. Se espera que los primeros veranos con un Ártico libre de hielo lleguen en la década de 2050.
– No sabemos cómo se comportará ese Ártico sin hielo. No sabemos qué pasará en un océano que esté dos o tres grados más cliente. ¿Hasta qué punto puede haber consecuencias del cambio climático que se nos estén escapando?
El informe recoge también por primera vez el concepto de los fenómenos de baja probabilidad y alto impacto. Son fenómenos muy poco probables o que no conocemos lo suficiente como para asignarles una probabilidad, pero que pueden tener un impacto enorme sobre el sistema climático.
El ejemplo más claro es el de la fusión del hielo en la península antártica. Depende de factores que no conocemos muy bien y que no podemos modelar. Esta península tiene una gran capa de hielo flotante que está en un proceso de inestabilidad. Si desaparece, puede generarse el desplazamiento del hielo continental hacia el océano. Esto puede activar una reacción en cadena que podría elevar el nivel del mar en cinco o seis metros en pocos siglos. Es un proceso al que no le podemos asignar una probabilidad, pero sabemos que tendría un alto impacto.
«Estamos observando eventos extremos que no pensábamos que pudiesen ser compatibles con el clima actual».
Otra cosa que estamos observando son eventos extremos que no pensábamos que pudiesen ser compatibles con el clima actual. Es el caso, de nuevo, de la ola de calor en la Columbia Británica en Canadá. Ningún modelo había sido capaz de simular este tipo de fenómeno con anterioridad. Sí que se pensaba que aparecerían a partir de la década de 2050, pero no en la situación climática actual.
Esto nos dice que, a pesar de que las conclusiones del informe y de la literatura científica puedan parecer pesimistas, hay fenómenos que no hemos podido capturar. Hay extremos climáticos que escapan a la imaginación y que pueden tener unas consecuencias terribles.
– De entre todos los escenarios que manejan para finales de siglo, si nos ponemos en el peor, ese en que las emisiones siguen aumentando y el ascenso de la temperatura media global supera los cuatro grados, ¿qué mundo veremos?
Si observamos la península Ibérica en un contexto de calentamiento de tres grados, vemos que las temperaturas medias del verano serían entre dos y cinco grados más altas que en la actualidad. Puede no parecer mucho, pero estas medias significan que los 46 ºC que se alcanzaron en el Guadalquivir este año se convertirían habituales en verano y durante bastantes días. Y superaríamos los 50 ºC en muchos puntos de la península. El aumento en las medias significa también un aumento de los extremos.
– En el informe también se insiste en el mensaje de que hay margen para actuar. ¿Es realista pensar que podemos frenar el aumento de las temperaturas globales en los 1,5 ºC?
El informe recoge la posibilidad de que esto ocurra. Pero los requisitos para lograrlo son muy, muy altos. Se necesitaría una reducción anual de las emisiones de gases de efecto invernadero de entre el 3 y el 5 % para alcanzar el cero neto en 2050 y, a partir de entonces, un proceso de captura de CO2 que nos permita absorber entre 10 y 20 gigatoneladas de gases de efecto invernadero hasta finales de siglo. Son niveles imposibles hoy en día y que supondrían una demanda energética muy alta.
Frenar el aumento en los dos grados tiene unos requisitos menos drásticos, pero sigue siendo muy ambicioso si tenemos en cuenta la situación actual. La trayectoria que estamos siguiendo nos lleva a un calentamiento de tres grados a finales de siglo.
– Entonces, no es realista pensar que podemos lograrlo.
Es realista, pero la ambición tiene que ser muy alta. Requiere una transformación total de la economía y de la sociedad. Y empezando ya.
«Si el objetivo fuese moderar el mensaje, expresiones como inequívoco o sin precedentes no habrían formado parte de este informe».
– El IPCC está bajo el paraguas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). ¿Hasta qué punto sus informes tienen influencia política?
El informe está elaborado por científicos que no formamos parte de la ONU. Pero la influencia de los gobiernos a la hora de realizar el informe es importante. No hay que olvidar que son los gobiernos los que solicitan el informe a la comunidad científica. Cuando se elabora el resumen para los que toman las decisiones, todos los gobiernos participan.
Cualquiera de las conclusiones del informe no es que los gobiernos las cambien, pero formulan preguntas. Es decir, es un informe preparado por científicos que los gobiernos tienen que entender y adoptar. Los que aprueban el informe por unanimidad son los gobiernos. Por eso es muy relevante para próximas reuniones, como la COP 26 que se celebrará en Glasgow (Escocia). Todo lo que se decida allí estará basado en las conclusiones del informe del IPCC.
– Si tantos gobiernos tienen que ponerse de acuerdo, será difícil que el informe sea alarmista.
No tiene por qué. Los gobiernos, cuando formulan preguntas, moderan el lenguaje y añaden calificaciones sobre muchas informaciones. Pero en otros casos, los gobiernos solo demandan clarificación de conceptos y conclusiones científicas. Si el objetivo fuese moderar el mensaje, expresiones como inequívoco o sin precedentes no habrían formado parte de este informe.
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