A la salmantina Helena González le empezó a interesar la ciencia el día que salió del cine después de ver ‘Parque Jurásico’. Apenas había cumplido nueve años, pero desde entonces ya tuvo claro su futuro. Es licenciada en Biología y Bioquímica por la Universidad de Salamanca, doctora en Biomedicina por la Universidad de Barcelona, especialista en epigenética del cáncer y una profesional del humor capaz de divulgar la ciencia (a través del grupo de comunicación científica Big Van Ciencia) con la fórmula magistral de saber arrancar unas buenas risas a todo tipo de público.
– ¿Tanto le marcó ‘Parque Jurásico’?
Totalmente. Salí del cine y me dije que tenía que saber cómo funcionaba el ADN. La película me flipó, no tanto por los dinosaurios, que también, como a todos los niños, sino por la explicación que daban, muy acertada por cierto, de cómo funciona el ADN. Una molécula tan pequeña que no se puede ver ni siquiera con un microscopio y con la que se podría reconstruir la vida. Quise saber muchísimo más sobre el ADN y decidí estudiar Biología y Bioquímica. Hubo otro momento clave: cuando estaba decidiendo qué estudiar se dio a conocer la finalización del Proyecto Genoma Humano, donde se pudo secuenciar por primera vez el ADN de un humano. Fue una noticia que se recibió con mucha expectación en el ámbito científico. Recuerdo que seguí todo lo que se publicaba con verdadera pasión. Todo eso fue reafirmando mi vocación por la genética, a la que sigo totalmente entregada en la actualidad, y en concreto a estudiar la epigenética del cáncer.
«LA GENTE QUIERE QUE LE CUENTEN BIEN LA CIENCIA»
– ¿Cuándo decidió contar en un escenario lo que hacía?
Desde muy pequeña participaba en grupos de teatro profesional y siempre he estado bastante relacionada con los escenarios. En la universidad empecé a ganarme unas ‘pelillas’ para pagarme el piso de alquiler contando cuentos y haciendo monólogos por los bares. Ahí ya me entró el gusanillo de lo cómico. Pero fue haciendo la tesis doctoral cuando comprendí que las charlas científicas se podían hacer más amenas. Fue el director del centro en el que realizaba la tesis, Joan Guinovart, quien me animó a que probara a organizar algún espectáculo en el que se unieran ambos mundos, el de la ciencia y el humor. Y ahí empezó todo. Fui puliéndolos poco a poco, pero siempre con la idea de que era importante contar ciencia innovando con los formatos. Lo que está claro es que a la gente le interesa mucho la ciencia, pero lo que quieren es que se la cuenten bien.
– Es autora de libros como ‘La química es la cuestión’ o ‘Tenemos menos genes que un brócoli… Y se nota’. ¿Las personas con cara de acelga se acercan más al brócoli en número de genes?
Me gustaría decir que sí. A veces pienso que hay gente que debe de tener un genoma distinto que el común del género homo, pero lamentablemente no es así. Los humanos tenemos unos 22.000 genes, aproximadamente. Quince mil menos que un simple plátano y muchos menos que un brócoli, incluidos los que tienen cara de acelga, aunque parezca mentira.
– ¿Se puede aplicar el método científico al humor?
Sí y no. Los científicos, tenemos la mente hecha a tener protocolos y a buscar resultados reproducibles para todo, pero con el humor es difícil. Más que el método científico, funciona el ensayo-error. Puedes tener sobre el papel un chiste con el que crees que vas a petarlo el próximo día y sin embargo lo cuentas en el escenario y en el patio de butacas se oyen hasta los grillos. Puedes aplicar la prueba-error corrigiendo el chiste, pero de ahí a lograr resultados reproducibles hay un abismo, no funciona. Hay que tener en cuenta tantos miles de variables que es muy difícil que algo pueda ser reproducible. Puedes tener chistes y monólogos que funcionen, pero van a depender siempre del contexto, de cómo esté ese día el público, de cómo estés tú también e incluso de dónde estés actuando. Todo esto se escapa de las manos.
LA FÓRMULA FASCINANTE DEL HUMOR
– Pero parece claro que la ciencia, con humor, entra.
Sí, la gente esta ansiosa por saber cada vez más sobre todo tipo de disciplinas y no me extraña, porque es apasionante. Entender la ciencia es pura satisfacción. Y lo cierto es que hay formas de enseñarla que son un auténtico tostón. Quizá la clave esté en transmitir al público la misma pasión que sentimos cuando investigamos. Ese es el formato que hace clic, y que permite que conectemos. En el caso de Big Van Ciencia, el grupo de comunicación científica de la que soy cofundadora y tengo el orgullo de dirigir, intentamos lograr esa conexión a través del humor, y hemos visto que es una fórmula fascinante para llegar mejor a la gente. Creo que lo estamos consiguiendo.
– ¿Por qué Big ‘Van’ Ciencia?
Cuando empezamos en 2013 con este grupo, éramos seis cofundadores, algunos de los cuales hoy son divulgadores hiperfamosos. Lo iniciamos Eduardo Saénz de Cabezón, Javier Santaolalla, Alberto Vivó, Manuel Tardáguila, Oriol Marimon y una servidora. Entonces estaba muy de moda una sitcom americana, ‘The Big Ban Theory’, donde también mezclaban ciencia y humor. Se nos ocurrió hacer una parodia de la misma y le metimos la palabra Van, de las furgonetas, porque empezamos a divulgar la ciencia con humor por los pueblos más inverosímiles, allí donde nadie se esperaba que se pudiera hablar de ciencia. Muy farandulero todo.
– En Big Van Ciencia respondéis a cuestiones tan importantes como qué relación hay entre una supernova y la gran Lola Flores o qué ciencia hay detrás de una cañita “bien tirá”. Nos interesan ambas respuestas.
Somos un grupo muy polifacético. Lo de la supernova se debe a Manuel González, un investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), que imita de maravilla a Lola Flores y a Rocío Jurado y ha creado el género de la astrocopla. Versiona sus coplas para explicar cosas de astrofísica. Por ejemplo, tiene una canción sobre cómo nacen, viven y mueren la estrellas imitando a Lola Flores que es insuperable.
Y lo de la cañita bien ‘tirá’, es una disertación maravillosa que suele hacer Alberto Vivó en la que deja muy claro, y con una buenas risas, cómo afecta el alcohol a nuestro cerebro. La psicofarmacología del alcohol etílico.
– Suele defender en sus monólogos que todos somos mutantes. ¿Qué tipo de mutación genética lleva a que artistas como Bosé o Victoria Abril se hagan negacionistas?
¡Si supiéramos cuál es esa mutación ya estaríamos viendo cómo corregirla! Por desgracia, hay mucha gente que se dedica a negarlo todo, desde el cambio climático hasta la pandemia, o la muerte de Elvis Presley. Quizá porque es la postura más fácil. Me da pena que no se arriesguen a enfrentarse a la realidad de otra manera. También puede haber intereses económicos, como le ocurría a Trump. Pero no querer enfrentarte a la realidad y por ello negarla es como una pataleta de niño pequeño. Algo así como “si hay pandemia, me enfado y no respiro”.
INVESTIGAR EN LA DIVULGACIÓN
– ¿Dedica más tiempo a divulgar o a investigar?
Más a divulgar. Dejé los laboratorios hace unos años, cuando terminé mi tesis doctoral y el año de postdoc, y decidí dedicarme plenamente a la divulgación y comunicación de la ciencia. Ahora investigo en nuevas aproximaciones para que la ciencia entre en las aulas de una manera más amable que como lo hacía hasta ahora. En Big Van Ciencia estamos participando y coordinando varios proyectos europeos de investigación pedagógica. Tenemos publicaciones en revistas de educación y de comunicación científica, que es mi actual campo de investigación.
– ¿Le queda humor para explicar su trabajo en epigenética del cáncer?
Es verdad que hay cosas con las que realmente es mejor no hacer humor. Mi labor de investigación en los laboratorios siempre ha sido anterior a llegar al paciente, estudiando cómo se comporta una célula tumoral, cuáles son sus cambios en su epigenética, cómo el ADN está incluido dentro del núcleo, qué formas adopta, qué genes se expresan y cuáles se silencian, y de qué manera eso puede favorecer procesos tumorales. Si tuviera que trabajar con este tipo de pacientes, y con su dura realidad, no sé si tendría humor para divulgar sobre esto.
MUTACIONES GENÉTICAS
– ¿Todo está escrito en los genes o la ciencia ya está haciendo anotaciones al margen?
¡Lleva años haciendo anotaciones al margen! En los genes está escrito mucho, pero no todo. Hay distrofias musculares, cegueras congénitas o determinados tipos de diabetes que muestran mutaciones genéticas muy específicas. Incluso tenemos un color de piel u otro o un color de ojos u otro por mutaciones genéticas muy específicas. Pero hay muchísimas cuestiones que todavía no sabemos por dónde pillarlas. Sigamos con el ejemplo de las enfermedades: la esquizofrenia y el alzhéimer no están escritas en nuestros genes, o hay muy baja probabilidad de que un gen pueda predisponer hacia ellas. No encontramos un marcador genético totalmente fiable que predisponga a estas enfermedades y, sin embargo, se desarrollan con mayor o menor probabilidad en determinados tipos de familias. ¿Qué está pasando ahí? ¿Hay hábitos de vida que las propician? Hay una regulación más allá de los genes. A eso se dedica la epigenética, a estudiar esos cambios químicos en la estructura del ADN, que va más allá de lo que está escrito, y modifican la manera que tienen nuestros genes de comportarse.
– Si con su labor divulgativa lograra que la gente llegase a distinguir entre la tecnología CRISPR y los Choco Krispies, ¿se daría con un canto en los dientes?
Por supuesto que sí. Es una maravilla divulgar sobre la tecnología CRISPR, de edición del ADN, que puede modificar el ADN de personas hechas y derechas. Confieso que la primera vez que lo escuché me sonaba totalmente a krispies. No obstante, estos juegos de palabras son ideales para terminar acordándonos del nombre.
– La terapia genética puede ayudar a curar enfermedades hereditarias, pero también plantea un futuro un tanto distópico en el que la eugenesia podría tener un papel dominante. ¿En qué se está investigando ahora mismo dentro de la biología molecular?
En este tema de editar genes, ahora mismo y por cuestiones puramente éticas, los laboratorios solo investigan en cómo tratar enfermedades que tengan una causa genética muy clara. Por otra parte, habría que abordar cuestiones tales como qué se considera una enfermedad. ¿La obesidad lo es? ¿Una inteligencia menor a la media es una enfermedad? ¿Y una muy inferior a la media? Hay asuntos en los que todavía nos faltan argumentos para poder decir si sí o si no. Mejor centrarse en lo que realmente tenemos claro.
GEN-ÉTICA
– ¿Los comités de ética científicos son los invitados de piedra en todo esto? Es decir, ¿la genética puede no ser ética?
Hoy por hoy, todos los proyectos de investigación que se llevan a cabo en los laboratorios pasan por unos comités éticos muy estrictos. No puedes recibir financiación si tu proyecto no está validado por estos comités, tanto si es para investigar con organismos de laboratorio –ratones, por ejemplo- o, por supuesto, si es que le voy a tocar los genes a los humanos. Los comités éticos están muy presentes, pero eso no significa que no tengamos la tecnología para hacer cosas que no son éticas. Por ejemplo: poseemos el conocimiento y los medios para hacer una bomba atómica, pero tenemos que tener claro que no debemos hacerla.
– ¿La inversión de España en ciencia e investigación es de chiste?
Lo es. Deberíamos invertir muchísimo más. Un país sin ciencia, sin avances tecnológicos y científicos, es un país que está abocado al retroceso y la precariedad. Ahora lo que pedimos es conseguir un 2 por ciento del PIB en inversión en ciencia en España. Es muy escaso, pero qué menos.
DE PELÍCULA
– ¿El rigor científico en el mundo del cine es un rigor mortis?
Muchas veces sí, pero otras, sorprendentemente, no. Como ya he dicho, en ‘Parque Jurásico’ está muy bien explicado el ADN, aunque luego se cuelan en otras cosas. ¡Cómo van a encontrar una molécula de ADN de hace 65 millones de años! Ocurre lo mismo con ‘Interstellar’. Hay física muy, pero que muy bien explicada. Y, sin embargo, meten la pata en otras cosas. Pero quedémonos con que las películas pueden despertar muchas vocaciones científicas aunque algunas sean para echarse a llorar.
– ¿Los experimentos en casa son mejor con gaseosa o con cerveza?
No puedo decir que sean mejor con cerveza. Con gaseosa y, si acaso, con un poquito de vino.
LA FÓRMULA DEL GIN TONIC
– ¿Llegará la ciencia a medir con certeza el porcentaje de ensalada que hay dentro de un gin tonic?
Lo hemos medido. Basta con calcular el volumen que ocupa el pepino dentro del gin tonic. Suele ser un 5 %, perfecto.
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Imágenes | Joan Puig, cedidas por Helena González, geralt/Pixabay, Ruyan Ayten/Unsplash, ColiN00B/Pixabay