El 86 % de la gente asegura que, al menos en alguna ocasión, se ha creído lo que más tarde resultaría ser una fake news. Además, el 60% se siente capacitado para diferenciar entre noticias reales y noticias falsas pero la realidad es mucho más cruda y tan solo el 15% de nosotros podemos hacerlo. Las fake news se han instalado en un mundo saturado en el que, a pesar de disponer de un mayor número de noticias, no estamos mejor informados.
¿Por qué las fake news nos joden la vida?». Periodista, guionista y director de programas de televisión para TVE, Antena 3, La Sexta y TV3, Marc fue el primer autor español en abordar el fenómeno de las noticias falsas. Desde entonces cuenta ya con varias publicaciones a sus espaldas y con un conocimientos de las fake news que, al menos, nos ayuda a comprender ese entramado de mentiras y bulos que nos rodea.
Estas y otras conclusiones extrae Marc Amorós en su nuevo libro, «-Para empezar, ¿por qué las fake news nos joden la vida?
Las fake news nos joden la vida por dos razones. La primera, porque nos invaden por todas partes gracias a que se aprovechan de un nuevo ecosistema informativo –el de las redes sociales e internet- que permite su libre circulación junto a las noticias que cuentan la verdad informativa de la realidad. Y en segundo lugar, porque adulteran nuestro consumo informativo y en consecuencia nuestra toma de decisiones. Las fake news se están usando hoy en día como la punta de lanza de batallas ideológicas que persiguen imponen ciertas lecturas y visiones de la realidad presente y pasada para determinar nuestro futuro.
-¿Por qué los desmentidos no tienen la suficiente eficiencia para viralizarse al mismo nivel que las fake news?
Los desmentidos, a través del chequeo de las noticias, son una buena herramienta para que la sociedad visualice el buen trabajo periodístico. Es un buen paso pero insuficiente. Las rectificaciones o verificaciones de noticias falsas nunca son tan eficaces porque, por un lado, llegan tras la difusión de la información falsa y nuestro cerebro premia las novedades y no las matizaciones. Y por otro lado, las verificaciones nunca alcanzan la difusión que alcanzan las fake news porque en ningún caso son tan llamativas ni tan impactantes como las informaciones falsas.
«Las fake news se están usando hoy en día como la punta de lanza de batallas ideológicas que persiguen imponen ciertas lecturas»
-Se habla mucho de plataformas como Twitter o Facebook a la hora de difundir fake news pero ¿qué papel juega whatsapp en la difusión de bulos? ¿No somos nosotros mismos quienes compartimos las fake news tratando de convencer a nuestros allegados de una verdad inexistente?
WhatsApp se está erigiendo, de un tiempo a esta parte, como una gran plataforma difusora de fake news porque es una red social opaca al escrutinio externo (es decir, nadie puede saber desde fuera qué sucede dentro de grupos de WhatsApp en los que no está invitado) y también porque es una red de confianza para los usuarios en tanto que las personas con quienes se relacionan son elegidas por ellas y son de su círculo más próximo y más afín a sus opiniones, credos y posicionamientos ideológicos.
Este círculo de confianza contribuye a que las noticias falsas circulen con mayor impunidad grupal porque el hecho de pertenecer a un grupo que piensa de igual manera hace que uno descargue en el grupo las posibles consecuencias de la creencia en esa noticia, sea esta real o falsa. Y también genera un escenario idóneo para que inevitablemente relajemos nuestras alertas y nuestro pensamiento crítico ante noticias que se nos presentan compartidas por personas de nuestro círculo más afín y próximo del cual nunca desconfiaríamos. Vista esta realidad, también es cierto que cada uno de nosotros jugamos nuestro propio papel en esta película en tanto que somos nosotros quienes decidimos creer en noticias que confirman nuestra opinión, sin saber si son ciertas o falsas, y además decidimos compartirlas para lograr nuestra aceptación en el grupo y señalar nuestra virtud. Es así como nos definimos ante los demás y es así como nosotros contribuimos a la difusión de las fake news.
La pandemia de las fake news
-Actualmente vivimos una crisis sanitaria sin precedentes en el mundo tal y como lo conocemos hoy en día, ¿qué consecuencias han tenido y tienen las fake news sobre el coronavirus en la salud pública? ¿Han contribuido los gobiernos y las esferas políticas a la difusión de información errónea sobre la COVID-19?
En primer lugar, la pandemia del coronavirus ha traído consigo otra epidemia: la de las noticias falsas. La OMS la ha calificado de infodemia y ha venido alertando de sus consecuencias en tanto que despista a los ciudadanos de las voces oficiales, médicas y científicas que son las que deberían regir en una situación de crisis. Dicho esto, así como, por desgracia, el coronavirus mata personas, las noticias falsas, también. Hemos visto casi un millar de personas en el mundo que han muerto por creer en fake news relacionadas con falsos remedios contra el coronavirus. Y hemos presenciado un auge de la presencia y manifestación de colectivos negacionistas del propio virus y en contra del uso de cualquier medida preventiva desde la mascarilla hasta la posible vacuna curativa. Sin la gran invasión de fake news alrededor del coronavirus, probablemente nada de esto hubiera ocurrido en la mesura que ha pasado.
¿Quiere esto decir que la información gubernamental y política ha sido o es la única confiable? Para nada. Hemos visto alrededor del mundo como muchos gobiernos han usado la pandemia para sus intereses partidistas. Hemos visto países desinformando a gran escala para usar la pandemia en contra de la democracia. Hemos visto gobiernos desinformando a sus propios conciudadanos y confundiéndolos acerca del alcance, peligrosidad y maneras de enfrentarnos a la nueva enfermedad. Hemos visto países donde el uso o no uso de la mascarilla ha determinado con claridad la opción política preferida por unos y otros. Hemos visto partidos de la oposición política difundir fake news para atacar la gestión del gobierno de su país o para justificar su oposición a las medidas decididas por las instituciones gubernamentales. Hemos visto, en definitiva, convergir en esta pandemia los grandes males de las fake news y cómo éstas son utilizadas como armas para la confrontación, la oposición y la polarización.
«Hemos visto alrededor del mundo como muchos gobiernos han usado la pandemia para sus intereses partidistas»
-¿Cómo se podrían prevenir las fake news sin caer en el eterno debate entre la censura previa y el derecho fundamental a la libertad de expresión?
Prevenir las fake news, hoy en día, es como intentar evitar que vuelva a llover la primavera próxima. De entrada debemos tomar conciencia de que las fake news existen y que debemos aprender a convivir con ellas. Pretender que desaparezcan de la faz de la Tierra como en su día se extinguieron los dinosaurios es algo quimérico porque las fake news tienen, hoy en día en las redes sociales y en el entorno digital, una autopista a su disposición rápida y de difícil rastreo. La política de las plataformas tecnológicas no contribuye a su erradicación de raíz y las emociones que activan en nosotros tampoco. Somos vulnerables nosotros y el entorno digital actual que, en lugar de protegernos, nos expone a ellas. Expuesto todo esto, las mejores herramientas a nuestro alcance hoy en día pasan por una recuperación del buen periodismo y por una educación y alfabetización social que permita la activación de nuestro pensamiento crítico ante el enorme alud de información diaria que recibimos.
Tenemos más noticias que nunca pero esto no significa que estemos mejor informados. Y en último lugar, pasa por comprender que el actual ecosistema informativo no garantiza la veracidad de las noticias. Y ante este escenario solo caben dos opciones: o las plataformas tecnológicas se dan cuenta de ello y cambian su modelo de negocio y sus políticas para ofrecernos un nuevo ecosistema más saludable informativamente hablando, o nosotros decidimos informarnos de otra manera a través de nuevos o viejos canales que avalen y garanticen un filtro a la información para que las noticias que consumamos sean de una veracidad contrastada y contrastable.
¿Un marco internacional para combatir las fake news?
-¿Crees que veremos una legislación europea para contener este fenómeno?
A largo plazo podría ser. De hecho sería el marco idóneo para que eso sucediera, puesto que solo una Unión Europea transversal alejada de intereses partidistas de cada país sometidos a un escrutinio cada cuatro años posibilitaría la creación de un marco legal que ayudara a regular y controlar el fenómeno. De todas maneras, y aunque la Unión Europea es consciente del problema e intenta exigir acciones concretas a las plataformas tecnológicas y contener la enorme invasión de fake news que sufrimos del exterior, sobretodo de Rusia, no soy muy optimista con la posibilidad de que veamos a corto plazo una legislación acordada por todos los países de la Unión Europea para afrontar la desinformación a gran escala.
-¿Con qué herramientas cuentan los ciudadanos para defenderse de ellas?
Nuestro principal enemigo a la hora de creer en fake news es nuestra voluntad intrínseca para creer en noticias que nos hagan felices y que confirmen nuestra visión y opinión. Si somos conscientes de ello, nuestro principal aliado debería ser la activación de nuestro pensamiento crítico y nuestra capacidad de poner en entredicho noticias que de buenas a primeras nos puedan parecer verdades incuestionables simplemente porque nos dan la razón. Si activamos nuestras alertas y sometemos a un escrutinio mayor las noticias que consumimos, es posible que reduzcamos nuestro impulso a compartirlas y de esta manera contribuyamos a frenar la viralización de las fake news.
«No soy muy optimista con la posibilidad de que veamos a corto plazo una legislación acordada por todos los países de la Unión Europea para afrontar la desinformación a gran escala»
-Se dice que en el año 2022 la mitad de las noticias serán falsas, ¿vamos directos por la senda del control informativo de las fake news o aún podemos retroceder?
La invasión de fake news es cada vez más evidente. Y por tanto estamos ante un fenómeno que lejos de retroceder, avanza y se multiplica en distintos formatos, registros y apariencias. Hoy en día ya es posible manipular vídeos falsos con una perfección maestra, ya un simple meme es capaz de convertirse en una fake news y un audio de WhatsApp de una voz desconocida que afirma ser alguien cercano a unos hechos es lo suficientemente creíble como para convertir sus diatribas en verdades informativas para muchos incuestionables.
Volver atrás y lograr que todas estas nuevas formas de manifestación de lo fake en nuestra cultura informativa desaparezcan va a ser difícil y ante este escenario solo cabe confiar en la activación de mejores y más rápidos sistemas de verificación, de un mayor compromiso por parte de los principales actores de este nuevo entorno digital de información para activar nuestras alertas y defensas, y en el nacimiento o recuperación de nuevas o viejas formas de periodismo que ponga en valor el trabajo ético y deontológico del mismo como garante de una buena información ante la invasión de la mala o falsa información.
Eso mismo pasó con la publicidad. A medida que nos acostumbramos a decodificarlas mejor logramos entender que debíamos contrastar con otras fuentes la información que lanza el marketing. Es la única manera realista de absorber su impacto sin el riesgo de caer en un pensamiento único y la imposición de un discurso manejado según los intereses de los entes regulatorios. Los intentos de controlar lo que la gente comparten van en contra de la libertad, sin libertad no aprendemos a manejar la realidad y es mucho peor a la larga.