Esta matemática de 28 años ha sido noticia recientemente por haber resuelto un problema que llevaba abierto dos décadas.
Nacida en Córdoba, María Cumplido se dedica a las matemáticas puras. Desarrolla su labor como investigadora matemática fuera de nuestras fronteras porque en nuestro país «no ha podido», afirma. Este año ha sido una de los seis jóvenes galadornados en los Premios de Investigación Matemática Vicent Caselles por sus investigaciones relacionadas con la teoría de trenzas. Hemos hablado con ella acerca de su interés por los números, de la percepción que se tiene en España y en el extranjero de la labor de los investigadores y de cómo ha resuelto un enigma matemático abierto desde hace 20 años.
– ¿Siempre le interesaron las matemáticas? ¿Qué tiene de especial esta disciplina?
No, la verdad es que no. Tuve la suerte de tener unos padres que me proveyeron de un buen capital cultural, así que mis inquietudes eran diversas. De niña me gustaba mucho leer y quería ser profesora de lengua. Aunque las matemáticas se me daban bien, no descubrí su encanto hasta la adolescencia: mi padre me animó para que hiciera las pruebas de acceso a un programa para estimular el talento matemático en jóvenes.
A partir de ahí, comencé a participar en actividades tales como las olimpiadas matemáticas. Lo que tienen de especial las matemáticas, y lo que hace que trabajemos en esto, es que cuando resuelves un problema experimentas mucha satisfacción, un subidón. Hay que tener en cuenta que un problema no es lo mismo que un ejercicio. Cuando te dan un ejercicio en clase ya posees la receta para resolverlo, pero si te enfrentas a un problema no tienes una metodología para solucionarlo. Necesitas usar tu imaginación.
«Lo que tienen de especial las matemáticas, y lo que hace que trabajemos en esto, es que cuando resuelves un problema experimentas muchas satisfacción, un subidón»
– A pesar de su juventud, su trayectoria profesional es fascinante. ¿Qué cualidades debe tener un buen matemático e investigador?
Algunas personas se dan cuenta de que la carrera que han elegido no les gusta y cambian. Aunque consiguen las cosas más tarde, eso está bien. Otras tienen, en cambio, que superar circunstancias personales extremadamente difíciles antes de poder siquiera plantearse qué quieren hacer con su vida. En mi caso se han unido varios factores, el trabajo duro y la resiliencia, por supuesto, pero también he tenido la suerte de que lo que he ido eligiendo me ha gustado y me ha salido bien. Además, no soy la única joven con una buena trayectoria profesional. María de los Ángeles García Ferrero ganó el año pasado el mismo premio con mi misma edad, y este año ha recibido uno de los premios nacionales más importantes para investigadores jóvenes en matemáticas.
Las cualidades más importantes de un investigador en matemáticas son la pasión y la curiosidad. Hay una parte importante de creación y de reflexión en este trabajo. Si no estás motivada, es muy difícil ponerse a ello, por no decir imposible. Luego cada cual tiene su propia manera de pensar y de hacer matemáticas, pero sin duda hay que tener un pensamiento lógico bien desarrollado.
– Ha tenido la oportunidad de trabajar en diferentes universidades fuera de nuestro país. De hecho, ahora ejerce como investigadora de la Universidad Heriot-Watt de Edimburgo (Escocia). ¿Es muy distinta la valoración que se hace y se tiene de los científicos en otros países que en el nuestro?
Yo puedo comparar sobre todo con Francia, donde he vívido cinco años. Allí se valora mucho más la ciencia, en concreto la ciencia básica, y se entiende que tener buenos científicos forma parte del desarrollo del país y que aporta prestigio. Es, por ejemplo, mucho más fácil que te den un contrato para hacer una tesis y conseguir un contrato permanente como profesora-investigadora. Allí, el CNRS (equivalente al CSIC en España) y las universidades públicas lanzan campañas todos los años para contratar de manera permanente a jóvenes investigadores.
Aquí no tenemos esa concepción de la ciencia, no valoramos a nuestros científicos. Todo lo que no arroje resultados a corto plazo no interesa, porque la población no lo interpreta como ‘útil’. Los investigadores jóvenes nos encontramos con contratos temporales y una carrera de obstáculos para tener un trabajo estable y un sueldo medianamente digno. Así es muy difícil concentrarte para hacer un buen trabajo.
-¿Por qué nunca ha ejercido en España? ¿Qué se lo ha impedido?
Porque no he podido. Cuando quise hacer una tesis, no encontré financiación. Después tampoco hallé contratos postdoctorales, por lo que he ido yendo a los sitios donde me han querido contratar, sin más.
– Recientemente acaba de resolver un problema matemático que durante dos décadas nadie había resuelto. ¿Cómo surge la idea de hacer frente a un reto de estas características? ¿Cómo planteó todo el trabajo y esfuerzo que le supuso?
Surgió de una manera bastante natural. Estaba tratando de generalizar unas propiedades sobre grupos de trenzas y junto a mi director de tesis nos dimos cuenta de que necesitábamos un resultado básico. Preguntamos a un profesor experto en el tema que nos dijo que ese resultado no estaba demostrado y que, de hecho, hacía décadas que se estaba intentando demostrar. Entonces, nos pusimos a intentarlo (mis dos directores de tesis, un investigador en Australia y yo). Tras año y medio llegamos a la solución. Nos fuimos reuniendo periódicamente, había meses donde no nos salía nada y semanas que fueron muy productivas.
«En España no valoramos a nuestros científicos. Todo lo que no arroje resultados a corto plazo no interesa, porque la población no lo interpreta como ‘útil’»
– ¿En qué consiste este problema?
En geometría se puede ver de manera intuitiva que la intersección de curvas es de nuevo un conjunto de curvas y que en álgebra existen unos equivalentes a las curvas que se llaman subgrupos parabólicos. El problema consiste en saber si la intersección de subgrupos parabólicos es un subgrupo parabólico.
– ¿Qué ha supuesto para el mundo que haya encontrado la solución?
A esto me refiero cuando hablo de que la sociedad busca resultados inmediatos. Digamos que los matemáticos puros intentamos comprender los misterios de los objetos matemáticos, es como si tuviéramos una gran maraña de nudos que queremos desenredar. Cuando todo está desenredado, entonces podremos utilizar la cuerda para otras cosas, es decir, si comprendemos bien los objetos matemáticos los podremos utilizar y aplicar para ponerlos al servicio de la sociedad. Yo hago matemática pura y este problema era un nudo difícil de deshacer.
– Para resolverlo, ha aplicado sus conocimientos en la teoría geométrica de grupos, en concreto en los grupos de trenzas y los grupos de Artin-Tits. ¿Cómo le explicaría a una persona que desconoce esta parte de las matemáticas qué significado tienen todos estos términos? ¿Para qué sirven o qué aplicación tienen?
La teoría de trenzas estudia las propiedades de partículas que se mueven en el plano y que nunca colisionan. Mientras, las trayectorias de estas partículas pueden ser utilizadas para mezclar conjuntos de cuerdas, por eso las llamamos trenzas. Los grupos de Artin-Tits son una generalización algebraica de las trenzas. Son conjuntos de objetos que comparten propiedades con las trenzas pero que son mucho más extensos (y misteriosos, se saben pocas cosas acerca de ellos en general). La teoría de grupos tiene sobre todo aplicaciones computacionales.
– Gracias a este trabajo ha logrado uno de los Premios de Investigación Matemática Vicent Caselles que conceden la Real Sociedad Matemática Española y la Fundación BBVA. ¿Se siente así más valorada en una disciplina reservada fundamentalmente a los hombres?
De los seis premiados, este año somos tres mujeres (el galardón también lo han recibido Ujué Etayo y Judit Muñoz Matute). Yo creo que pone de relieve que las mujeres tenemos muchas cosas que aportar a la investigación en matemáticas. Durante muchos años, y todavía hoy, hemos representado un porcentaje ridículo de la investigación en matemáticas. Hay muchos factores como, por ejemplo, la educación sexista y la falta de referentes. Pero incluso una vez ya dentro del mundo académico, nos hemos encontrado con una falta de apoyo a las mujeres. En este mundo, lo social cuenta mucho. Es un mito eso de que los que están en los escalafones superiores son todos genios.
Tener colaboradores y hacer contactos es importante para prosperar en la academia. Construir una red de apoyo profesional es mucho más difícil para una mujer en un mundo ocupado mayoritariamente por hombres. Por eso visibilizar a las mujeres, invitarlas a conferencias e interesarse por el trabajo de las investigadoras que están empezando puede marcar una gran diferencia en nuestras carreras investigadoras.
«Lo que tenemos que aspirar como sociedad es a normalizar que las mujeres tenemos la misma capacidad que los hombres para hacer ciencia, que no existen cerebros de hombres y cerebros de mujeres»
– En su opinión, ¿cómo potenciaría la presencia de referentes femeninos en las matemáticas? ¿Qué mujeres matemáticas han sido un referente para usted?
Empecé a tener referentes femeninos una vez inicié el doctorado. Aunque actualmente se hacen más actividades de concienciación, creo que a mi generación se nos han dado pocos o ningún ejemplo de mujeres matemáticas. De hecho, cuando lees el apellido de la persona que ha hecho un teorema, al principio ni se te pasa por la cabeza que pueda ser una mujer. En mi caso tuve suerte porque la impulsora de la teoría de trenzas es una mujer, Joan Birman. Y en mi campo hay mujeres importantes como Tara Brendle o Ruth Charney, que es la presidenta de la American Mathematical Society. El problema es que, aunque hay mujeres, la proporción sigue siendo bastante poca y esto no parece cambiar con el paso de los años. En la mayoría de conferencias puedes contar a las mujeres con los dedos de las manos.
Además, yo diría que la falta de mujeres refuerza determinados comportamientos machistas dentro de la comunidad científica, cosa que no nos beneficia. Parece que para hacer investigación en matemáticas, una mujer tiene que aspirar a ser diferente del resto. Este planteamiento es un error y resulta dañino. Lo que tenemos que aspirar como sociedad es a normalizar que las mujeres tenemos la misma capacidad que los hombres para hacer ciencia, que no existen cerebros de hombres y cerebros de mujeres, y que nuestras preferencias y aptitudes no están definidas por el hecho de ser mujer, sino por nuestro entorno y la libertad que se nos dé para desarrollar nuestra personalidad. Hay que atacar el problema de raíz. Todo lo demás, aunque ayuda, son parches.
– ¿Usted se ve como un referente para otras chicas viendo todo lo que ha conseguido con solo 28 años?
Creo que es importante que las chicas vean que las mujeres que hacemos matemáticas somos como ellas, chicas normales y corrientes, de todo tipo. Que no vean esto como algo inalcanzable. Yo me crié en un barrio de Córdoba, fui a un colegio público, a un instituto público y a una universidad pública. Mis amigas de la carrera también venían de contextos normales, una incluso repitió bachillerato y luego se sacó la carrera con muy buenas notas. A lo que voy es a que no hay que ser un bicho raro para hacer esto. Lo que es importante es que te guste y estudiar lo necesario.
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Imágenes | María Cumplido, Jeswin Thomas on Unsplash, Pixabay