Paloma Llaneza anda estos días bajo los focos mediáticos y no es para menos porque acaba de lanzar los libros que, cada uno en su ámbito, suponen dos acontecimientos editoriales. Mientras que, en Datanomics, esta abogada experta en protección de datos alerta sobre la falta de privacidad a la que parecemos vernos abocados en la sociedad digital, en Apetito de riesgo, realiza su primera incursión en la novela para retratar los años de la burbuja inmobiliaria. Hablamos con ella sobre la tecnología de consumo convertida en herramienta ideológica, políticos que solo se interesan por la sociedad digital cuando puede ofrecerles réditos electorales y de aquellos que siempre sobreviven a las crisis.
– Resulta curioso que el avance científico, la democratización del acceso a la información y la extensión de la educación haya desembocado en una sociedad donde prima lo irracional, lo emocional. Una muestra puede ser el auge del populismo en política; otra, la pujanza de nuevas religiones o terapias “alternativas” y; una más, la importancia de la fe en nuestra relación con las grandes empresas tecnológicas. ¿Cómo explicas esta deriva hacia lo emocional, casi hacia el pensamiento mágico, también en nuestra relación con la tecnología?
Creo que lo explica la tremenda crisis económica que hemos sufrido, la modernidad líquida y el individualismo extremos que tan bien planeta Bauman en toda su obra. Venimos programados, educados, en un mundo en el que los cambios se producían a un ritmo más pausado. El contrato social establecía una estructura más rígida pero, a cambio, eso otorgaba certidumbre. Los esfuerzos se premiaban. La vida era menos entretenida pero más predecible. La conversión de los ciudadanos en consumidores cambia este contrato y nos deja indefensos ante los cambios.
Cuando no pensamos en el colectivo, cuando se nos alienta a procurarnos todos los bienes materiales a los que podamos acceder con el crédito y este se hunde dejándote con una deuda impagable, no solo se hunde nuestra vida sino el sistema de valores. Y nuestro cerebro deja el pensamiento lógico y empieza a funcionar con la amígdala, tirando de sentimientos primitivos de supervivencia: miedo, rabia, revancha…
Largada esta perorata, no creo que, en general, la gente se relacione con la tecnología, sino con una parte de la tecnología de consumo y recreativa que está diseñada para reforzar nuestro individualismo, hacernos adictos y ratificar nuestros sesgos. Y evadirnos. El entorno perfecto para una época de crisis, de pensamiento mágico y de secuestro amigdalar.
La tecnología de consumo genera el entorno perfecto para una época de crisis, de pensamiento mágico y de secuestro amigdalar.
– Supuestamente vivimos en la era de la transparencia pero se da la paradoja que las misma plataformas a través de la cual se exige dicha transparencia a empresas e instituciones utilizan algoritmos opacos. ¿No será el insistente discurso sobre transparencia una ficción que oculta la verdadera naturaleza de un nuevo poder caracterizado –como siempre lo estuvo el poder- por la opacidad y el control de la ciudadanía, ahora usuarios?
¿Cuándo hemos vivido en la transparencia? La transparencia se predica del ciudadano al que se obliga a vivir en una casa de cristal en aras del interés general, la innovación y la transformación, mientras que los que toman las decisiones viven tras muros de cemento dando menos explicaciones que nunca.
Lo perverso de este sistema es que se nos convence de que la tecnología, como las matemáticas, son neutras y que si un sistema decide que tienes un alto porcentaje de impagar un crédito no es una decisión discutible, emocional u opinable, es la palabra de dios. Y como los sistemas son muy listos pero muy complejos, no se ven en la necesidad de darte una explicación. No puede mantenerse el actual sistema de vigilancia sin la contrapartida de la transparencia.
tecnología de consumo y democracia
– ¿Este nuevo poder, que marca sus propias reglas y no se apoya en votos sino en número de descargas y decisiones de compra, pone en peligro la democracia?
La democracia está en peligro porque no hay división de poderes, elemento esencial para que exista. La transversalidad de los partidos en todos los poderes hace que los sistemas de control sean ilusorios. Delegamos nuestro poder en los políticos a cambio de gestionar de manera conjunta la protección de nuestros valores, de nosotros y de nuestros bienes, desde una perspectiva de equilibrio y justicia.
Todo eso ha desaparecido. En este panorama, hemos dejado de ser ciudadanos para ser consumidores, como decía, y como tal nos tratan las empresas. Esos mecanismos expertos en hacernos consumir se han convertido en unos canales extraordinarios para transmitir ideas, de pronto perturbadoras y radicalizadas que sí le dan la puntilla a una democracia ya tocada.
Hemos dejado de ser ciudadanos para convertirnos en consumidores.
– ¿Cómo pueden actuar los poderes tradicionales, que emanan de estados localizados geográficamente, en un entorno virtual controlado por multinacionales de ámbito global? ¿Están a tiempo los reguladores nacionales y supranacionales de poner orden en el uso que las grandes tecnológicas hacen de nuestros datos?
Primero, poniendo en la agenda la gestión de la cosa pública y la defensa de nuestros valores, más allá del titular, la batalla por la supervivencia de los políticos como especie, y el cortoplacismo. Hay que estar en lo necesario e importante que no tiene siempre que ser lo inmediato o urgente. Y que haya empresas más poderosas que muchos estados poderosos es algo que ningún sistema, y menos el capitalista, se puede permitir.
Las reglas de competencia no han funcionado pero no es tarde para que se apliquen. Y sin duda que las medidas vengan de Estados Unidos que es donde se concentran este tipo de empresas es esencial. En este sentido estamos viendo un tímido despertar que esperemos no se quede en nada. Lo que no es aceptable es que se crucen de brazos porque es difícil. Eso no.
– ¿Y los usuarios? ¿Hay algo que podamos hacer más allá de desinstalar aplicaciones sin las que, por otra parte, parece que no podemos vivir? ¿Es nuestra ignorancia el mayor valor para las acciones en bolsa de los GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon)?
El nivel de complejidad es tal que, por mucho que uno tome medidas o intente informarse, siempre hay una capa más de prestadores intermedios, de recabadores ocultos, de empresas subcontratadas que hace imposible librarse del control. Solo podemos limitar la exposición. Son los poderes públicos los que pueden limitar determinadas prácticas, si son capaces de entenderlas. Estamos ya en un momento en que no se pueden comprar determinados dispositivos que no vengan con el seguimiento del usuario por defecto. Son muchos los frentes, pero culpar al usuario me parece injusto e interesado.
los intermediarios sobrevivirán a blockchain
– ¿Qué nos deparará Blockchain? Hoy, a pesar de las carencias en las herramientas de control, hay intermediarios a los que se puede sancionar o pedir explicaciones…¿Y si no hubiera intermediarios?
Soy muy escéptica con que Blockchain vaya a aplanar las relaciones. Y que su transparencia nos vaya a permitir pedir responsabilidades a quien actúe porque lo haga en abierto. Iremos a redes permisionadas gobernadas por alguien al que tampoco, al final del día, podamos hacer responsable. Los intermediarios, si hay negocio, no van a desaparecer. Otra cosa es que los encontremos, de lo escondidos que puedan estar en la cadena de valor.
Los políticos en general (habrá honrosas excepciones) no comprenden la complejidad de la tecnología.
– ¿No te sorprende que no haya apenas rastro en los discursos de nuestros políticos de estas cuestiones que tanto impactan en nuestro presente y están configurando el futuro inmediato? Es significativo que uno de esos escasos rastros, junto con la preocupación por las fake news, haya sido la modificación de la Ley electoral para que los partidos puedan utilizar datos personales de la ciudadanía en actividades políticas durante el periodo electoral…
Me parece indignante y un signo definitorio de estos tiempos que los partidos políticos hayan usado su capacidad legislativa para legislar en su interés y no en el de las personas a las que representan. Se han dado una carta blanca en unos términos que no se permiten a ninguna empresa o administración en este país. Se puede dar el caso de que un partido en el poder tenga más información ideológica para la toma de decisiones sobre los ciudadanos legalmente de la que tendrían derecho a acceder como gobierno.
Los políticos en general (habrá honrosas excepciones) no comprenden la complejidad de la tecnología ni tienen el más mínimo interés en aprender ni en poner esta cuestión en la agenda. Lo que sí tienen claro es que quieren ganar elecciones usando los medios que estén en su mano. Y no pagar sanciones a la APD por hacerlo.
Se puede dar el caso de que un partido en el poder tenga más información ideológica para la toma de decisiones sobre los ciudadanos legalmente de la que tendrían derecho a acceder como gobierno.
novela negra para dejar testimonio de la crisis
– Cambiando de tercio, también te has destapado como una extraordinaria escritora de ficción con tu reciente novela “Apetito de riesgo” que sitúas en medio de la burbuja inmobiliaria y el escándalo de las preferentes. ¿Crees que hemos aprendido algo de esa época? ¿Es uno de los objetivos de tu libro dejar testimonio de lo sucedido?
Muchas gracias por los ánimos. En cuanto a tu primera pregunta, estoy convencida de que no. Hemos salido de la crisis con espíritu de revancha, no de reflexión, sacrificio y análisis. Y conviene recordar cómo y por qué llegamos a una situación tan terrible que se puede repetir en cualquier momento. El material literario que nos da la crisis y los abusos destapados, por tanto, es muy jugoso para mover a los personajes en sus entresijos. Dicho esto, el libro quiere ser, también, un testimonio de esta situación y, lo que es más importante, de que siempre sobreviven los mismos.
– He tenido el placer de leer tu novela, que se enmarca en el género negro, algo que en mi opinión es un acierto. ¿Barajaste alguna otra aproximación literaria que no fuera esa para retratar esos años tan oscuros?
La verdad es que siempre tuve claro el género. Apetito de riesgo es una novela social con forma de novela negra, como muchas novelas negras mediterráneas. Me interesan poco las novelas nórdicas que se dedican a matar gente de modos terribles e imaginativos. La novela negra te da ese artefacto que permite diversos niveles de lectura manteniendo el interés del lector mientras le colocas el mensaje que te llevo a plantearte la obra. Es como acompañar un bol de verdura con un buen chuletón.
Apetito de riesgo es un testimonio de la crisis y, lo que es más importante, de que siempre sobreviven los mismos
– Tengo que decir que, como madrileño, me encanta leer una novela negra cuyo argumento transcurre en la capital. Aparece como otra protagonista más, exhausta por los efectos del súbito empobrecimiento. ¿Le faltan a Madrid escritores la retraten?
Los madrileños tenemos complejo de capitalidad. Nos hemos vendido que somos un contenedor carente de personalidad en el que cabe todo el mundo, desposeyendo así a la ciudad de su carácter, que lo tiene y mucho. Nos da pudor hablar de nuestra ciudad en otros términos. Quería que Madrid fuera un personaje más, con su parte de atrás, su lumpen de extrarradio y el de la calle Serrano. El sitio en el que, hay que decirlo sin complejos, se toman las decisiones. No soy Vázquez Montalbán, pero sustituyo su genialidad y el tener puerto con las ganas de mostrar todo lo que esta ciudad da de sí.
– ¿Tienes algún otro proyecto literario en mente?, ¿Veremos a los personajes de “Apetito de riesgo en un nuevo libro?
Escribir ficción es el mayor reto intelectual al que me he enfrentado. Seguro que hay gente dotada que lo hace con la gorra, pero no es mi caso. He tenido que aprender las reglas del oficio, planificar, vivir con los personajes pegados a la piel sintiéndome culpable, en las épocas de mucho cansancio o mucho trabajo, por no poderme sentar a escribirles. Cuando di a luz a Beltrán, el protagonista, supe que tendría que permitirle, al menos, una secuela. Y ya tiene título, curiosamente el mismo que el último capítulo de Datanomics: “Nada que ocultar”. Ya te imaginarás de qué va.