La pandemia COVID-19 está cercenando vidas y zarandeando las economías. Sus efectos, que solo podremos valorar plenamente cuando pase el huracán, impactan en todos los ámbitos y están cambiando desde cómo nos relacionamos hasta cómo trabajamos. También nuestra aproximación a la cultura, esencial para superar este trauma colectivo.
Observatorio de la Cultura a partir de las respuestas de 476 destacados profesionales del sector en toda España, la crisis provocada por el coronavirus se llevará más de un tercio de sus ingresos este año, alrededor de un 36,5%. Así las cosas, el Ministerio de Cultura y Deporte aprobó una serie de medidas por un montante de 76’4 millones de euros. Según dijo el ministro José Manuel Rodríguez Uribes durante este anuncio, “la cultura alimenta el alma, o la conciencia para los laicos, pero también el cuerpo. Eleva el espíritu de las personas, pero también el Producto Interior Bruto de los países”.
Según los resultados de un informe elaborado por elSin embargo, la COVID-19 sigue azotando los cimientos del mundo que conocimos y el sector y los subsectores que viven de él y por él, no ven la luz.
el auge del streaming
Mientras tanto, nuestra relación con la cultura ha cambiado y los creadores tratan de adaptarse a este duro tiempo modificando su aproximación al público. Así, por poner un ejemplo, aunque poco a poco los espectadores van acudiendo a las salas de cine, las plataformas de streaming van adquiriendo mayor protagonismo, convirtiéndose a menudo en la primera ventana de distribución de los estrenos. Orange Series, ha estrenado “Los Europeos”, el nuevo trabajo del director Víctor García León (“Vete de mí”, “Selfie”, “Vota Juan”) en exclusiva, una tendencia que va en aumento.
Conciertos en Instagram, visitas guiadas a museos por videoconferencia…El sector se ha reinventado durante los meses de confinamiento y sigue haciéndolo en estos meses de retorno a la llamada “nueva normalidad” con el objetivo de recuperar ahora los espacios físicos que siguen siendo los más idóneos para la reflexión colectiva.
seguridad en los espacios culturales
¿Pero son seguros estos espacios? En Nobbot hemos querido pulsar las medidas tomadas para garantizar la seguridad de las personas que se deciden a acudir de nuevo a estos lugares. En concreto, visitando la exposición Visit Spain, dedicada al fotógrafo Ramón Masats en Espacio Tabacalera / Promoción del Arte; y acudiendo a la representación de “Traición”, en el Teatro Kamikaze.
Nuestra experiencia, ciertamente muy limitada, nos anima a sugerir a los espectadores a que se sacudan sus miedos y vuelvan a disfrutar de la cultura en sus espacios tradicionales, sin perjuicio de que continúen obteniendo todo el provecho que ofrecen los soportes digitales. Pero, quizás, pagar ahora una entrada para disfrutar de un espectáculo o desplazarse a una exhibición artística sea un gesto de compromiso con la recuperación del país.
Hablamos de un sector que emplea a más de 700.000 personas y representa el 3% del PIB y, más allá de su impacto directo, influye en otras industrias como el turismo.
En cuanto a la muestra de Espacio Tabacalera, nos encontramos con control en la entrada, los ya omnipresentes geles hidroalcohólicos, señalización de flujos de asistentes y círculos de seguridad en las zonas en las que resultaba inevitable de la reunión de un grupo de personas: frente a una pantalla en la que se proyectaba un documento audiovisual. Por supuesto, mascarillas en boca y nariz en todo momento.
Ningún impedimento, por tanto, para sumergirse en esas imágenes en blanco y negro de una España atrapada en la pobreza material, laminada en lo social y acérrima en su atadura espiritual. Una España que, por fortuna, dejamos atrás.
En nuestra a visita al teatro las medidas de seguridad fueron, incluso, más exhaustivas debido a la propia naturaleza del espectáculo. Días antes de la representación, recibimos el siguiente correo electrónico explicándolas:
Una vez allí, toma de temperatura en la entrada, señalización de flujo de visitantes, espacios entre butacas, etc. La sensación fue de absoluta seguridad y todo discurrió con normalidad salvo la nimia pero necesaria molestia de la mascarilla cubriendo las vías respiratorias.
Por supuesto, no pueden servir estas limitadas experiencias como termómetro –perdón por la metáfora- global sobre la seguridad de todos los espacios culturales. Quizás sirvan, eso sí, para animar a posibles consumidores de cultura que en estos momentos duden a la hora de tomar la decisión de acudir a un espacio cerrado. Lo mejor para superar esta inseguridad es informarse previamente de las medidas adoptadas por la organización del evento elegido.
cultura frente a la covid-19
Porque, y dejo la pregunta en el aire, ¿podremos volver a algún tipo de normalidad si la pandemia se lleva por delante la vida cultural que da sentido a nuestro devenir colectivo? No tenía razón Sartre, no, el infierno no son los otros. Bien al contrario, si es posible algún tipo de redención individual solo podrá ser junto a otros, esos con quienes remamos desde hace meses tratando de no hundirnos en esta salvaje tormenta.
Cantaba Pablo Milanés, en otro contexto también terrible, «yo pisaré las calles nuevamente…y en una hermosa plaza liberada me detendré a llorar por los ausentes». Habrá que esperar a que nuestras plazas se libren definitivamente de la COVID-19 pero, de momento, es el momento de pisar las calles nuevamente para llorar y, también ¿por qué no?, reír.
Con cuatela, pero vayamos haciendo camino.
Me parece que no debemos caer en la paranoia, pero creo que la responsabilidad cae no sólo en los espacios culturales, sino en sus asistentes. El ser humano es social y cultural por naturaleza, es vital para no volvernos locos. Mientras el COVID no ceda, debemos aprender a convivir con él en las mejores condiciones.