Los fotones escapan de la atmósfera solar, viajan ocho minutos-luz y colisionan contra nuestro planeta. Aquí calientan nuestros océanos, hacen posible la vida y alimentan esas diminutas centrales fotoquímicas a las que llamamos “plantas” y que hacen posible, a su vez, la atmósfera gracias a que excretan O2. Algunos mamíferos, como las vacas, son capaces de procesar parte de la celulosa de las plantas, obteniendo parte de la energía de esos fotones fugitivos.
Puede que en el estómago de las vacas esté la solución a una nueva generación de biocombustibles que se ganen el etiquetado de ecológicos, ya que la generación actual solo pueden ganarse la de “no tan contaminantes como los diésel tradicionales”. En un mundo que vuelve a virar hacia el carbón como energía primaria, es necesaria la electrificación, pero es probable que primero pasemos por un tipo de combustible mucho menos contaminante.
Los problemas de los biodiEsel de segunda generación
Los biodiesel son un tipo de biocombustible que tiene base en distintos componentes naturales como grasas, aceites, azúcares… Como todo combustible, para extraer el poder calorífico del material y usarlo para propulsar maquinaria como vehículos térmicos, generadores e incluso encendedores, libera partículas de COx durante la quema.
A diferencia de otros combustibles, presentan algunas ventajas, como el hecho de usar materiales de deshecho como rastrojos y plantas sin utilidad tras la recogida de la parte productiva de una plantación. El gran inconveniente es que su bajo coste ha hecho que el grueso de las plantaciones que no se dedican a la industria cárnica cultiven de manera expresa para generar biocombustibles.
Esto último hace que el biocombustible celulósico (el que viene de la madera, hay más tipos) tenga una de las huellas ecológicas más grandes que existen en generación energética (+50% de máxima), muy por encima del petróleo (-15%), gas natural (-45%) o la energía hidráulica (-75%, de las que más reducen la huella ecológica). Otro gran problema es el modo en que procesamos los biodiesel actualmente. Aunque nos encontramos en una segunda generación cuya quema emite poco o muy poco COx si lo comparamos con otros combustibles, su obtención sigue siendo demasiado dañina.
Por ejemplo, los biodiesel de base alcohólica como el etanol biocombustible tiene el impedimento de que la lignina (el polímero orgánico que hace que las plantas puedan crecer) “estorba” en el proceso de obtención del biodiesel. Para eliminar la lignina, recurrimos a ácidos fuertes altamente contaminantes y elevadisimas temperaturas. El estómago de las vacas hace lo mismo a temperatura ambiente, apoyados por una flora bacteriana que desintegran la lignina.
¿Cómo funcionan los cuatro estómagos de una vaca?
Por muchos es sabido que las vacas son uno de los herbívoros más extendidos en el mundo (la culpa la tiene en parte la ganadería humana), así como los más curiosos. Como pertenecientes a los bovinos, también son rumiantes, y cuentan con un aparato digestivo poco menos que envidiable para poder digerir la hierba, paja y otras plantas.
Estos mamíferos disponen de tres preestómagos (rumen, retículo y omaso) más un estómago propiamente dicho; y es gracias a estas cuatro cámaras que pueden hacer frente a compuestos naturales como la celulosa, la hemicelulosa, pectina o la lignina, entre otros. Es esta última en la que estamos más interesados, dado que es la que más coste medioambiental (en CO2, julios y huella ecológica) tiene a la hora de fabricar biodiesel.
Las vacas no están tan interesadas en el proceso, quizá porque las distintas bacterias que ocupan sus cavidades preestomacales y estomacal lo hacen todo por ellas. Si los científicos llevan décadas estudiando esta flora es porque el estómago de las vacas podrían convertirse en las centrales energéticas del futuro, y no necesariamente produciendo fluido eléctrico.
La solución para los biodiEsel de tercera generación
En los documentos sobre la Perspectiva de la Tecnología Energética, publicación emitida por la Agencia Internacional de la Energía con visos a la tecnología en 2050 y cuya última edición fue en 2016, se mencionan distintos métodos distintos a los ácidos o el calor excesivo a la hora de extraer biodiesel alcohólico y otros biodiesel.
Algunos son la hidrólisis enzimática, el uso de nuevas levaduras… o el estudio de microorganismos presentes en la biota intestinal de las vacas y que convierten los azúcares de cinco carbonos. El uso de bacterias para deshacer polímeros naturales es una técnica que minimizaría todavía más la generación de un tipo de combustible cuyo impacto atmosférico es mucho menor que otros como el carbón, la gasolina, el diésel o el gas sintético derivado del carbón.
La tecnología no está todavía disponible a nivel comercial, pero cada pocos años aparece una noticia relacionada, como el proceso para convertir cualquier resto forestal o agrícola en bioetanol gracias a la bacteria E. coli mediante la fermentación que publicó la Universidad de Jaén. Una de la últimas aplicaciones de arqueas y bacterias en desechos para dar lugar a biocombustibles como el etanol.
Este tipo de iniciativas no solo pretenden generar corriente eléctrica, sino servir de base a industrias enteras, como el trabajo de un equipo finlandés que, a través de un proceso electroquímico que requiere electricidad en continua, dióxido de carbono (que nos sobra, por cierto), agua, y un conjunto de microbios, es capaz de generar comida en un “biorreactor”.
Cada vez somos más conscientes de que hemos de cambiar nuestras pautas de comportamiento y nuestra forma de consumo; pero también somos capaces de idear métodos menos agresivos de producción de energía, como los árboles artificiales capaces de producir energía o la obtención de energía de las plantas naturales.
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