La exposición «La gran imaginación. Historias del futuro» propone una reflexión sobre nuestra capacidad para imaginar el futuro en un recorrido que pone en diálogo ficciones desde el siglo XVIII hasta nuestros días.
La muestra, que abre sus puertas en el Espacio Fundación Telefónica, reflexiona sobre en qué medida nuestra visión actual del futuro permanece anclada en ideas y valores del pasado, y explora el papel que pueden jugar la imaginación y la creatividad en la producción de futuros alternativos.
En un siglo asolado por múltiples crisis cuyo devenir puede ser crucial para la historia de nuestro planeta, ¿sigue siendo válido especular sobre futuros idealizados como los que se imaginaron en el pasado? ¿Qué futuros alternativos podemos imaginar para dar respuesta a los retos a los que nos enfrentamos?
Desde las series más seguidas del momento, pasando por el cine, la literatura e incluso la publicidad, nuestra cultura está saturada de imágenes de futuros. Cada época ha tenido su particular visión del futuro condicionada, en buena medida, por el contexto que la ha alimentado. La exposición, comisariada por Jorge Camacho, experto en diseño de futuros, presenta así proyectos que van desde las primeras utopías del siglo XVI hasta las especulaciones más actuales, pasando por todo el imaginario que se difunde a partir de la Revolución Industrial y del que seguimos bebiendo en gran medida. La exposición se estructura a través de cuatro grandes apartados: Futuros presentes, Antes del futuro, La gran imaginación y Cuatro Alternativas: El mundo en 2050.
Si bien la imaginación de futuros alternativos es más importante que nunca, solo será útil si dentro de esas alternativas podemos reconocer al menos una imagen que gracias a su magnetismo nos inspire a vivir de manera diferente en el presente. La exposición culmina con una experiencia creada por Domestic Data Streamers donde el visitante podrá evaluar no sólo su postura individual ante el futuro, sino la del resto de visitantes. A fin de cuentas, este recorrido a lo largo de más de 250 años de imaginación futurista pretende no sólo detonar una reflexión sobre el futuro sino contribuir activa y críticamente en su proceso de construcción.
Aprovechando esta exposición, recuperamos una entrevista sobre la cuestión con Pablo Francescutti, sociólogo y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, uno de los pocos que en España se dedica a estudiar el futuro. En su libro La historia del futuro repasó los sucesivos modos de imaginar el porvenir a lo largo de la historia; y en La Pantalla Profética mostró cómo la ciencia ficción contribuyó, con sus relatos de holocaustos nucleares y tecnologías fuera de control, a corroer la fe en el progreso.
un futuro por consenso
«El futuro tal como lo entendemos –la noción de que el mañana será distinto del hoy y del ayer- tiene un pasado relativamente joven, poco más de 200 años de antigüedad (notemos que la palabra “porvenir” es adoptada por la RAE en 1817). Es una invención del Iluminismo. Antes del siglo XVIII, las culturas miraban al pasado; creían, como dice la Biblia, que “no hay nada nuevo bajo el Sol”. En la Europa cristiana, además, el futuro tenía fecha de caducidad: la segunda llegada de Cristo, el Día del Juicio Final, lo que suponía el fin de la historia. Con la Ilustración esa limitación es abolida y el mañana se expande hasta el infinito, su profundidad no tiene fin», explica.
Sobre la visión del futuro en una España zarandeada por sucesivas crisis, siendo la última la causada por la pandemia, Francescutti afirma que nos resulta muy desestabilizador vivir sin un horizonte claro; «a los más jóvenes les impulsa a emigrar a países donde todavía “hay futuro” mientras otros reaccionan ensimismándose en la obsesión por el pasado.. Un síntoma es la teleserie El ministerio del Tiempo: en esta obra de ciencia ficción no hay futuro; es el pasado lo que desvela a los protagonistas; ya no se trata de conquistar el mañana sino de tener a la historia de España atada y bien ataba. No es casual que en medio de la fenomenal desorientación se agiten banderas apelando a identidades históricas como panacea de todos los males. Si hacia delante no se ve nada, vendrían a decir estas posturas, pues miremos hacia atrás».
«En España se insiste en que la crisis del régimen de 1978 hace necesario un nuevo acuerdo nacional; pues bien, en este terreno convendría hacer algo semejante y consensuar un horizonte compartido hacia el cual encaminarnos», concluye.