El ser humano es dramático y pesimista por naturaleza. Miles de años a la intemperie, acechado por las fieras y acuciado por la necesidad de sobrevivir y alimentar a la progenie probablemente están detrás de este gusto (muchas veces morboso) por la tragedia. Es algo que los medios de comunicación explotan hasta la saciedad. Cualquier periodista sabe que va a vender más la crónica de un accidente de coche que se ha saldado con tres adolescentes muertos que el análisis riguroso de cómo en los últimos años en España ha logrado reducir un 80% precisamente el número muertos en carretera.
Las malas noticias venden más que las buenas. Hay que aceptarlo. Solemos distorsionar la realidad y en esa distorsión juegan su papel resortes psicológicos que hacen que al final optemos por verlo todo negro y por la desesperanza. Hans Rosling, un médico sueco y reconocido divulgador, pasó muchos años de su vida (murió en 2017 de un cáncer) combatiendo con datos contrastables, encuestas impecables y mucho análisis de datos esta miopía colectiva que favorece una opinión pesimista del mundo, y que no solo es defecto de personas desinformadas o con un bajo nivel académico, sino que también afecta a los más preparados e incluso a las élites que gobiernan los estados. Es lo que él llamó “la devastadora ignorancia”.
Rosling murió cuando volcaba el resultado de sus investigaciones en un libro que acaba de ver la luz en España, ‘Factfulness’, un trabajo que logró salir adelante con las aportaciones de Ola Rosling, su hijo, y de su nuera, Anna. ‘Factfulness’ es un volumen que ha sido alabado por Bill Gates, que está regalando ejemplares del mismo a graduados en Estados Unidos, o por Barack Obama, y que se ha convertido en un fenómeno planetario, con más de un millón de ejemplares vendidos. En él, Rosling no niega los problemas que tenemos en este planeta, pero sí demuestra que vivimos en muchos aspectos en el mejor mundo desde que estamos sobre la Tierra.
Una reivindicación del progreso
‘Factfulness’ se enmarca en una corriente de reivindicación del progreso que alimentan en estos últimos años autores como el lingüista canadiense Steven Pinker, que sorprendió a todos hace unos años con su monumental ‘Los ángeles que llevamos dentro’, donde muestra el claro declive de la violencia a lo largo de los siglos, o el también sueco Johan Norberg, que en 2017 publicó un libro de título bien indicativo: ‘Progreso. 10 razones para mirar al futuro con optimismo’.
‘Factfulness’ es un libro para recuperar la fe en el ser humano a partir de los hechos verificables, y no de leyendas urbanas. Y al tiempo es un arma para contrarrestar el influjo de tantos aguafiestas y creadores de fake news que proliferan y que quieren tirar por la borda los logros y el bienestar que hemos sido capaces de darnos desde que íbamos con taparrabos.
Hans Rosling, que ha sido asesor de la OMS y Unicef, y que también fue cofundador de Médicos sin Fronteras en Suecia, siempre estuvo convencido de que el mundo, en grandes líneas, ha ido a mejor, y que las hojas (de la información sensacionalista) muchas veces no nos dejan ver el bosque. ¿Qué dirías si te preguntaran por cuántas personas en el mundo tienen hoy acceso a la electricidad y te dieran tres opciones de respuesta: 20%, 50% y 80%? Muchos, y esto lo descubrió Rosling con una macroencuesta en 2017, respondieron que un 20%. Pero la respuesta correcta es un 80%.
Esta pregunta y otras por el estilo acerca de los ingresos, la esperanza de vida, o los niveles de vacunación o escolarización en el mundo confirmaron a Rosling que la mayoría tenemos una visión muy trasnochada (y aterradora) de la realidad. Una visión que no viene siquiera de nuestra infancia, sino de la infancia de nuestros padres. Y es que en el mundo de hoy, sin embargo, la gran mayoría de la población vive en países con ingresos medios, la esperanza de vida es de 70 años, el 60% de las niñas finaliza la educación primaria, incluso en los países pobres, y los niños que han sido vacunados contra alguna enfermedad llegan al 80%.
Los resortes del “pensamiento mágico”
En ‘Factfulness’, Rosling se pregunta por los resortes de ese “pensamiento mágico” que nos lleva a pensar que este planeta va a peor y analiza los 10 instintos que retuercen nuestra visión para concebir este planeta como un lugar mucho más aterrador, violento y desesperado de lo que en realidad es. Rosling y su equipo, que hoy sigue divulgando estadísticas esclarecedoras a través de la Fundación Gapminder y del software Trendalyzer, detectan 10 disfunciones del cerebro que nos hacen ver la vida como un campo de batalla sangriento y donde muy posiblemente saldremos perdiendo. Son las siguientes:
- El instinto de la separación. Tendemos a vender el mundo como un irremediable enfrentamiento de buenos contra malos, o de ricos contra pobres, sin matices. Los periodistas y los contadores de historias lo saben y arman sus relatos a partir de esta visión maniquea, pero que empobrece nuestro entendimiento de la realidad.
- El instinto de negatividad. Nos lleva a ver más lo malo que lo bueno. Tendemos a pensar que las cosas van a peor porque pesa un recuerdo equivocado del pasado y porque hacemos una selección interesada de las noticias que lo confirman. Conviene tener en cuenta que las buenas noticias y las mejoras graduales de la vida no son noticia.
- El instinto de la línea recta. Solemos pensar que muchas tendencias se pueden describir con una línea recta. Eso ha hecho que se haya impuesto, por ejemplo, la idea de que la población no hace más que aumentar y que esto es irreversible, cuando los datos muestran que la educación y las mejoras económicas y sanitarias son un freno claro a la natalidad.
- El instinto del miedo. Nuestros miedos a la violencia, los espacios cerrados o la contaminación hacen que sobrevaloremos estas cuestiones. Un ejemplo: en 2016, solo 10 de los 40 millones de vuelos comerciales que hubo en el mundo sufrieron un accidente fatal. ¡Los vuelos sin incidentes tampoco aparecieron en las noticias!
- El instinto del tamaño. Exageramos de forma natural y tendemos a ver cualquier cifra (de muertes, enfermos o pobres) como una cota gigantesca. En este caso, conviene buscar otras cifras que ayuden a relativizar.
- El instinto de la generalización. Establecer categorías es necesario para representar el mundo, pero abusamos de ellas. Las generalizaciones y los estereotipos, a los que tanto recurren los medios por ser una forma rápida de comunicar, son engañosos.
- El instinto del destino. Tendemos a pensar que el destino de las personas, los países o las culturas son inexorables. Que siempre serán así y nunca cambiarán por razones ancladas en la noche de los tiempos. Pero el mundo, a pesar de nuestra miopía, cambia más rápido de lo que parece. Nada es irreversible.
- El instinto de la perspectiva única. No hay causas ni soluciones únicas para los problemas de este mundo. La realidad suele ser compleja y enrevesada, por más que los políticos nos intenten convencer de lo contrario. Es mejor contemplar los problemas desde muchos ángulos.
- El instinto de culpa. Solemos culpar a alguien cuando las cosas van mal, pero muchas veces eso hace que no seamos capaces de saber qué ha pasado y que demos mucha importancia a personas que no la tienen. Los “conspiranoicos” son fáciles de manipular.
- El instinto de urgencia. A pesar de lo que nos dicen los gurús, los políticos o la publicidad, nada es tan urgente como parece. Tomar decisiones precipitadamente nos impide tener control y pensar de forma analítica.
Una terapia basada en datos
En definitiva, ‘Facfulness’ plantea una terapia para combatir estos bajos instintos basada en un buen manejo de los datos. Rosling recomienda enseñar a los niños el mundo en el que viven con parámetros del siglo XXI, y no del XIX, como ocurre muchas veces. Una terapia que también conviene que sigan los periodistas, activistas y líderes sociales y políticos, que muchas veces son presa de esa visión dramática del mundo.
A combatir la ignorancia y transmitir una visión del mundo basada en datos reales entregó su vida Hans Rosling. Fue una experiencia, como él mismo señala en el libro, “frustrante”, pero en última instancia “inspiradora y alegre”. Al resto nos conviene coger el testigo y desprendernos de tantos prejuicios.
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