Este post es un tanto abierto en cuanto a la pregunta que se plantea. Pero la historia (reciente) cuenta con un buen número de ejemplos acerca de promesas incumplidas o productos fallidos que en su momento se planteaban como la panacea de todas las panaceas y acabaron en agua de borrajas.
En algunos casos se trataba (y se sigue tratando), no tanto de errores como de haber llegado demasiado pronto a un mercado o de querer acelerar los tiempos. Aunque la gota que colma el vaso de esta desconfianza razonable está en el enfrentamiento abierto entre Elon Musk y Mark Zuckerberg acerca de la Inteligencia Artificial y la cualificación atribuida por el primero al segundo sobre esta materia.
Según un tuit publicado por Elon Musk recientemente, el conocimiento de Mark Zuckerberg sobre la IA es limitado (“I’ve talked to Mark about this. His understanding of the subject is limited”). Esta afirmación, además de su componente polémico, añade un elemento de preocupación. Si la persona que toma decisiones en una empresa como Facebook tiene un entendimiento limitado sobre una materia tan relevante como la IA, ¿hasta qué punto podemos fiarnos de él?
Y si es Musk el que está equivocado, igualmente tendríamos que hacernos la misma pregunta aplicando un razonamiento análogo.
Un largo historial de “escaso entendimiento”
La tecnología está plagada de decisiones equivocadas y falta de perspectiva. Hasta cierto punto es comprensible: las empresas tecnológicas se especializan en lo suyo y acaban perdiendo el contexto general, pensando que “lo van a petar” sí o sí con sus creaciones.
El “problema” es que en el pasado las decisiones atañían generalmente a productos concretos, a dispositivos. Pero ahora las decisiones atañen a tendencias como la Inteligencia Artificial o la robótica o la movilidad.
Con todo, los ejemplos que se incluyen, no tienen como misión derribar mitos o desmantelar mercados. Tan solo se trata de poner el centro de atención sobre ciertos elementos que pueden suponer una duda razonable ante el optimismo incondicional de los líderes y empresas tecnológicas que nos abren las puertas hacia productos y tendencias que nos pintan de color de rosa.
Son ejemplos de tecnologías y tendencias a las que el tiempo ha puesto en un lugar muy distinto al que se anunciaba en su presentación, y que hacen que nos planteemos si, de igual modo que nos equivocamos fiándonos entonces de lo que nos decían, no estará sucediendo ahora lo mismo con otras tecnologías y tendencias o sucederá con otras en el futuro.
Las teles 3D
Hace no muchos años, las teles 3D parecían que iban a ser la panacea del entretenimiento en casa. Una estrategia adoptada por todos los fabricantes de televisiones a partir del año 2010, que tan solo siete años después está obsoleta y abandonada.
En aquella época nos prometieron el oro y el moro sobre las posibilidades de las teles 3D, con cierto éxito en las salas de cine de la mano de películas filmadas específicamente para este formato como Avatar en el año 2009 y que sirvió como carta de presentación, pero sin una continuidad real más adelante.
En aquel momento, muchos usuarios se fiaron de empresas como Samsung, Sony, LG, etcétera, para ir viendo cómo las 3D ni eran cómodas de usar ni había contenidos de calidad para ellas.
Las Google Glass
Otro de los ejercicios de confianza ciega del pasado reciente ha sido del de Google con sus Google Glass, que recientemente han vuelto a la palestra con un “nuevo” modelo orientado al mercado profesional.
Se presentaron en el año 2012 en el mes de junio, y su aplicación en la vida real apenas sí pasó de ser un accesorio para hacerse selfies molones. Con una autonomía raquítica y unas aplicaciones escasas, se creó un entramado de emprendeduría alrededor de ellas que básicamente ha servido para atraer la inversión de business angels en busca de negocios de futuro.
Los retos tecnológicos que impidieron su aplicación en la vida real siguen básicamente sin resolver. Pero con todo, han vuelto a lanzarse con una orientación “industrial”. Los que se fiaron de Google en su momento, posiblemente no estén muy satisfechos con los resultados de ese ejercicio de confianza.
La realidad virtual
Este apartado, el de la realidad virtual o VR, está en la parte de crecimiento en un segundo plano de la curva del Hype, aunque cada año que pasa siguen faltando 5 o 6 años para su adopción generalizada o «mainstream», lo que da una idea acerca de las expectativas generadas por una tecnología o una tendencia. En la práctica existen problemas de usabilidad y ergonomía que no parece que se resuelvan a corto plazo que impiden que la RV o VR (por sus siglas en inglés) cuaje como tendencia generalizada.
La vista se resiente tras llevar puestas unas gafas de realidad virtual más allá de un tiempo que depende en gran medida de cada persona. Pero no es mucho. Y eso supone una barrera práctica y real difícil de franquear por mucho que nos bombardeen con mensajes ultra optimistas acerca del potencial de esta tecnología.
La realidad aumentada parece tener un recorrido más largo y claro, todo sea dicho. De momento, la RV sigue siendo una promesa “a punto” de cumplirse. Así que en principio, puede ser interesante no fiarse mucho de las invitaciones a embarcarse en la realidad virtual de un día para otro.
El coche eléctrico
Otra de las tendencias de futuro cercano que nos tratan de inculcar es la del coche eléctrico. Sin duda es una gran ventaja sobre los vehículos de combustión, tanto por la reducción en la contaminación del aire como por la reducción de la contaminación acústica o por la simplificación del mantenimiento de los vehículos.
Pero en este tema hay un detalle que no se menciona con frecuencia: si el número de coches eléctricos aumentase significativamente, la infraestructura energética de las ciudades y vías de circulación tendría que cambiar radicalmente. Piensa que una batería de un coche eléctrico tiene unos 60 KWh de capacidad. Para cargar un coche con carga rápida el cargador tendría que dar unos 50 KW, con un máximo de 120 KW que es la potencia de la red de cargadores Supercharger de Tesla.
Una casa media consume unos 10.000 KWh en un año. Si cargamos 100 veces un Tesla con una batería de 100 KWh, estaremos consumiendo tanta energía con el coche como en toda la casa. Eso supone recorrer unos 130 Km por día aproximadamente. Si eso se multiplica por un número significativo de coches, puede que las cuentas energéticas no acaben saliendo desde una perspectiva estadística «macro».
En cualquier caso, la movilidad eléctrica depende de más variables además de la del coche eléctrico. Y es razonable cuestionar el optimismo sobre la viabilidad de este cambio de tecnología, no porque no sea deseable, sino porque no parece que se estén adoptando las medidas necesarias para que se generalice a corto plazo.
Los viajes a Marte
Si Elon Musk ha dudado del entendimiento de Mark Zuckerberg sobre la IA, en el campo de los viajes espaciales Elon Musk no parece quedarse atrás a la vista de sus planes para viajar al Planeta Rojo en… 2023. Hay que tener en cuenta que hablamos de viajes de ida y vuelta para dentro de seis años, cuando incluso recientemente la empresa Space X “cabreó” a Facebook al destruir durante el lanzamiento un satélite que pensaba poner en órbita en septiembre de 2016.
Según un tuit del propio Elon Musk, reconocía no saber la causa del mismo. Luego se sabría, pero no parece demasiado realista que una empresa que no es capaz de asegurar un lanzamiento de un satélite aparentemente sencillo, plantee que dentro de “solo” seis años se plantee un viaje de ida y vuelta a Marte.
“Loss of Falcon vehicle today during propellant fill operation. Originated around upper stage oxygen tank. Cause still unknown. More soon.”
La idea, con todo lo atractiva que pueda parecer, no parece viable desde un punto de vista técnico a corto ni medio plazo. Las pruebas y ensayos en viajes espaciales requieren meses y años de investigación, construcción de prototipos, validaciones, etcétera. Eso sí, como argumento de marketing es bueno. Y como proyecto de futuro también, pero no para 2023.
Los drones de Amazon
El impacto mediático de los drones de Amazon fue también sonado hace unos pocos años. Parecía que, en 2013, Prime Air, la empresa de paquetería mediante drones, sería realidad asap, pero estamos en 2017 y Amazon sigue pantentando tecnologías de cara a un futuro lanzamiento de esta división en la que los cielos de nuestras casas verían convivir a los gorriones con los drones.
Más allá de los sueños de Jeff Bezos, la realidad es que no es tan sencillo. Primero, la regulación sobre drones es muy exigente, aquí y en Estados Unidos (y con razón, la caída de un drone sobre una propiedad o sobre una persona no es un suceso baladí). Por otro lado, la vulnerabilidad de los drones en el aire es notoria, y no sería de extrañar que hubiera que enfrentarse a redes de delincuentes especializados en robar envíos mediante drones.
Por otro lado está el uso del espacio aéreo, donde hay que convivir con otros elementos tales como cables, edificios, condiciones climáticas, etcétera.
El uso puntual de drones como medio de transporte se ha probado con éxito en escenarios tales como rescate marítimo, envíos postales en zonas de difícil acceso, etcétera, pero generalizarlo del modo que plantea Amazon no parece viable a corto ni medio plazo.
Otro ejemplo más de una tendencia en la que fiarse de un líder tecnológico como Jeff Bezos no parece haber sido lo más acertado. Sobre todo porque de paso que nos fiamos, identificamos a estas personas y empresas como líderes en su segmento, potenciando la imagen de sus marcas.
Desde luego que son empresas líderes, con un potencial enorme para ofrecer tecnologías y servicios excepcionales a los usuarios y a la sociedad en general. Pero con mesura y en su justa medida.
La Inteligencia Artificial
Y llegamos al penúltimo episodio, el protagonizado por Elon Musk y Mark Zuckerberg, que ha abierto la Caja de Pandora de las predicciones tecnológicas. Un episodio donde se pone de manifiesto que incluso los líderes aparentemente incuestionables son humanos y pueden ser cuestionados en público por sus iguales.
Si la persona que toma las decisiones en Facebook (haciendo caso a Musk) no tiene capacidad para decidir correctamente sobre sus “creaciones”, o si la que toma decisiones en Tesla o Space X (haciendo caso a Mark Zuckerberg) tampoco tiene criterio, ¿a qué nos enfrentamos en el futuro?
No hay que sacar las cosas de quicio, ni ponernos sensacionalistas. Pero sí sacar ese espíritu crítico que tanta falta nos hace y desmitificar a estos personajes lo suficiente como para no creernos todo lo que nos dicen, al menos de buenas a primeras con confianza ciega. Es bueno y constructivo investigar por nuestra cuenta y contrastar sus opiniones con las de otros expertos.
Un rosario de hitos cuestionables
Los algoritmos de Google, la conducción autónoma, la computación cuántica, la propia inteligencia artificial y otros hitos que parece que van a revolucionar nuestras vidas, incluyendo los implantes cerebrales del proyecto Neuralink también de Elon Musk son ejemplos sobre los que podemos empezar a entrenar nuestro sentido crítico y un sano grado de desconfianza.
Ya hemos visto que no son infalibles. Incluso Intel, paradigma del espíritu innovador retiró del mercado hace unos meses su smartwatch Basis Peak para acabar saliendo del mercado de wearables hace muy pocos días. Y cuando apostó por ello, no lo olvidemos, lo hizo proclamando a los cuatro vientos el excelente futuro que tenían los wearables como «the next big thing» en tecnología.
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