La mentira existe desde que el mundo se creó en seis días. ¿Qué ha cambiado entonces para que ahora estemos tan preocupados por la antítesis de la verdad? Pues simplemente que mentir se ha vuelto más fácil y barato. Mario Tascón, fundador y director de Prodigioso Volcán, recordaba recientemente en los cursos de verano de la Universidad San Pablo Olavide en Carmona la falsa historia de un monstruo que provocó el pánico entre los colonos españoles en Latinoamérica. No casualmente la noticia nació en un periódico francés y se propagó con exasperante lentitud para sus creadores a través de los medios impresos de la época. Hoy tal añagaza no hubiese tardado más de medio minuto en cruzar el trayecto que va desde la mente del creador a miles de consumidores de información y desinformación en las redes sociales.
Tal vez debamos interpretar el fenómeno de las fake news (noticias falsas o falseadas, según se aplique el agravante de la adulteración consciente) en los estertores del modelo de la propaganda, que aún hoy rige la comunicación de gobiernos y partidos políticos de toda condición y sesgo.
guardianes de la libertad
“Los guardianes de la libertad” fue el título con el que trascendió el ensayo de los norteamericanos Noam Chomsky y Edward S. Herman acerca de la gestión de la opinión pública a través de la publicada, es decir, de los medios de comunicación. Sin embargo, el título original era “Manufacturing consent: the political economy of the mass media” (“Creando consenso: la economía política de los medios de comunicación”), publicado en 1988 en inglés y traducido al español dos años más tarde.
El cambio del título permite sospechar que los propios autores o sus editores se asustaron ante la contundencia de la tesis sustentada, que remitía claramente a la manipulación de la opinión pública a través de la connivencia entre los intereses de los poderosos y los medios. Consciente o no, esta complicidad se manifestaba, según el modelo de la propaganda, en cinco filtros:
- La magnitud, propiedad y orientación de los medios de comunicación hacia el beneficio. Un filtro que Antonio López, presidente de honor de la Asociación de Directivos de Comunicación (Dircom), ha bautizado como “la empresarización de los medios”.
- El beneplácito de la publicidad, principal fuente de financiación de las empresas informativas.
- El suministro de noticias a los medios desde gobiernos y empresas. Se podría hablar del corporativismo de las fuentes, cuya capacidad de comunicación ha crecido de forma sostenida y evidente desde la publicación del ensayo.
- La censura, que es ejercida mediante las respuestas sistemáticas creadas desde los grupos de influencia para corregir desviaciones de las tesis oficiales. Este filtro se ha sofisticado en las democracias consolidadas, pero conserva rudas maneras en países con escasa calidad democrática.
- La defensa de un sistema político capitalista mediante la demonización de la izquierda comunista.
Salvo el quinto filtro, cuya fuerza ha disminuido considerablemente como consecuencia del fracaso de los regímenes comunistas, la hegemonía de las tesis del capitalismo de mercado y el propio aburguesamiento de la izquierda, los cuatro anteriores siguen vigentes. Es más, alguno de ellos, como el denominado periodismo de fuentes, ha incrementado sensiblemente su fuerza.
Ante la pérdida de eficacia de la propaganda convencional puede resultar tentador encontrar otras formas de manipulación, tales como dar apariencia de verdad a la mentira.
Sin embargo, en el mundo digital que habitamos la propaganda tiene mala reputación. La debilidad que este modelo muestra en la actualidad radica en que el acceso a los medios de comunicación no está restringido a las élites. El empoderamiento del individuo mediante la tecnología ha democratizado no sólo el acceso a la información, sino también la facilidad para generarla. En teoría, es más difícil engañar a aquellos que tienen la posibilidad de contrastar con otros y contestar prácticamente en el acto. En la práctica, esos otros pueden usar el poder de comunicación que tienen para frenar una mentira o para diseminarla.
Ante la pérdida de eficacia de la propaganda convencional puede resultar tentador encontrar otras formas de manipulación, tales como dar apariencia de verdad a la mentira. Y aquí confluimos con la posverdad y las fake news un fenómeno que la Comisión Europea considera como la manifestación de otro más grave: la desinformación.
Su expansión es fruto de tres factores: lafacilidad de acceso a canales de comunicación masivos, la menor vigilancia de los medios de comunicación, cuyos controles de calidad se han relajado sensiblemente presionados por la demanda de inmediatez, y la menor penalización de la mentira.
elevar el coste de la mentira
No se me ocurre mejor solución para luchar contra la desinformación que elevar el coste de la mentira. Dado que construir una mentira es realmente fácil y barato, es imprescindible que resulte más difícil distribuirla y se pague un precio más alto por ello, fundamentalmente en términos de reputación.
En este punto caben cinco líneas de trabajo:
- La regulación por parte de los poderes públicos, muy centrada en adaptar la legislación y sus castigos a las nuevas formas de la desinformación.
- La autorregulación liderada por las grandes plataformas de difusión de información (Facebook, Google y otros sitios que agregan y facilitan la búsqueda).
- El reapoderamiento de los vigilantes de la verdad, es decir, de los medios de comunicación con principios editoriales sólidos.
- El estímulo público y privado a una red de comprobadores de hechos o anti-bulos (“fact checkers” en lenguaje de la Comisión Europea).
- La educación del individuo para fortalecer su criterio y su capacidad para desembarazarse de su cámara de eco.
Los profesionales de la comunicación tenemos la capacidad y la responsabilidad para impulsar desarrollos en las cinco líneas, especialmente en la tercera y en la quinta. La desinformación socava la credibilidad de la substancia básica con la que trabajamos: la confianza que emana de la credibilidad de las personas y de las organizaciones. En la batalla contra la mentira no podemos permanecer como espectadores, hemos de ser actores muy beligerantes para que la verdad sea barata y, por contrapartida, se pague un alto precio por su violación.