«¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?»
Francisco de Quevedo
Sirva esta cita de Quevedo como prueba de que no hay nada nuevo bajo el Sol, que la novedad de esta sociedad de la transparencia de los más y la opacidad de los menos tiene más que ver con lo cuantitativo que con lo esencial. Y eso a pesar de lo que cuentan los gurús de las redes sociales que saltan de conferencia en conferencia dejando a su paso un rastro de humo incoloro e inodoro, personajes que, creo, ya forman parte del pasado, empujados al ostracismo por esos “influencers” y “youtubers” millonarios que ellos llevan años citando con envidia mal disimulada.
Quevedo hubiera sido hoy un buen tuitero en este mundo hiperconectado. Un entorno digital que convierte la marca personal –parecida a lo que en tiempos del genio se llamaba honra– en un fenómeno de importancia creciente, al hilo de las nuevas formas de vigilancia social de las que participamos con entusiasmo al mismo tiempo que cerramos, con pudor, las cortinas de nuestra casa.
Cuidado, don Luis, viene Quevedo a desahuciarlo de su casa. !Oh no, tiene los airpods puestos, no puede oirnos, oh Dios mío!
Bah, es igual, seguro que se lo huele JAJAJAJA. pic.twitter.com/1BkfY6B7Mo— Quevedo 2.0 (@QuebeboVillegas) 27 de enero de 2019
En este panóptico digital de celdas con paredes transparentes, donde los papeles de vigilante y vigilado se confunden, nuestra imagen pública –ya no se sabe si hay imagen privada- puede ser de importancia capital para conseguir más likes en nuestras fotos de Instagram pero también para lograr un empleo.
Por eso, a través de lo que se ha dado en llamar la huella digital, el trabajador en búsqueda de empleo adopta estrategias de marketing en internet con el objetivo de llegar a su público deseado.
marketing personal en linkedin
Según Infojobs, el 51% de las empresas españolas consultan los perfiles de redes sociales de los candidatos antes de tomar la decisión de contratarlo y el 22% de las empresas afirman haber descartado a un candidato entrevistado que les había gustado, únicamente por lo que han encontrado en sus redes sociales. Otro estudio, esta vez de Adecco e infoempleo, elevaba a un 88% el porcentaje de las empresas que, en España, reconocen comprobar la reputación online del candidato antes de contratarle.
¿Pero cómo debe ser la presencia en redes de quien busca un empleo? No parece que debiera ser problemática la expresión mesurada de opiniones, incluso si son disruptivas o incómodas, si se expresan de forma argumentada y serena. Sin embargo, ya advertía Elisabeth Noelle-Neumann en su libro La Espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social que los individuos adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y lo que no.
Y así nos encontramos, tal como advirtió Unamuno con «mucha gente tan llena de sentido común que no le queda el más pequeño rincón para el sentido propio».
gurús de cabecera y cabezada
La vida de los españoles de los siglos XVI y XVII giraba, según Maurice Molho (1972), en torno al honor, o, lo que en el lenguaje de la época significaba lo mismo, en torno a la fama o la reputación.
Parece que tenemos mucho en común con ellos pero, a diferencia del personaje principal de El Alcalde de Zalamea –perdón por estas referencias tal ajenas a Silicon Valley-, nos hemos resignado a entregar lo que somos al dios de las redes sociales, no vaya a ser que…
Y es que, como en el Siglo de Oro, nuestra honra digital es la opinión que los demás tienen sobre nuestras virtudes y nuestro modo de vivir acorde con las convenciones sociales.
Quizás por ello, redes sociales como LinkedIn, que deberían ser una exhibición de disrupción, entendida esta como riesgo que busca revertir inercias caducas, son una exhibición de frases hechas que citan a manoseados gurús de cabecera y cabezada.
silencio en la sociedad del entusiasmo
Pensadores como Byung-Chul Han o Morozov, tomando el testigo de Foucault, han alertado sobre un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder. Por su parte, Remedios Zafra, también nos habla del “entusiasmo” impostado e instrumentalizado en un entorno de precariedad y competitividad como forma de domesticación.
De esta forma, asistimos a un silencio que se espesa y se extiende como una mancha dando lugar a una realidad mutilada en tiempos en los que, a pesar de la insistencia pública sobre las bondades de la transparencia y el talento compartido en internet, se corre el peligro de premiar a quien refuerza su marca personal caminando por senderos ya explorados y repite palabras mil veces pronunciadas antes. Eso sí, con mucho entusiasmo y, a poder ser, en un video subido a Youtube.
De confirmarse esta hipótesis, nos hallaríamos ante una situación preocupante en la que el silencio pudiera aportar similar valor a un currículum que los logros académicos o la trayectoria laboral.
¿Es esta una base sólida para afrontar un futuro que exige, más que respuestas a viejas preguntas, nuevas preguntas que deberán ser formuladas y contestadas entre todos? Que cada uno, frente a la pantalla, reflexione. Por mi parte, concluyo con un dato: según el Foro Económico Mundial, para 2025 más de la mitad de todas las tareas actuales en el lugar de trabajo serán realizadas por máquinas, en comparación con el 29% actual. No se lo pongamos fácil a los robots.
Esta es una versión del artículo, del mismo autor, aparecido en el Informe Perspectivas Wellcomm 2019