2 de noviembre de 2018. Como todos los viernes, las novedades musicales llegan a las tiendas de discos que todavía quedan y a las grandes superficies. Una destaca por encima del resto: El mal querer de Rosalía. A estas alturas, Rosalía es cualquier cosa menos una desconocida. La campaña que su discográfica, Sony, ha desarrollado en los últimos meses ha sido expansiva y no ha habido hueco en el que Rosalía no se haya colado. Se ha convertido en el mayor fenómeno de la música popular española en prácticamente las dos últimas décadas.
Su encumbramiento nos ofrece varias lecturas sobre cómo funciona en la actualidad el negocio musical y sobre determinados aspectos sociológicos y culturales. Igualmente, las críticas sobre El mal querer han sido mayoritariamente elogiosas, obteniendo calificaciones que superan el notable generalmente. Y muchas de ellas han logrado directamente el sobresaliente. Su proyección se extiende también a medios internacionales.
Puntos de partida
¿Cómo una joven artista procedente del flamenco se convierte en un fenómeno sociológico en menos de dos años? La historia de Rosalía es propia del mundo acelerado en el que vivimos, el de una inmediatez devoradora.
No hace ni dos años, Rosalía debutaba con Los Ángeles (2017), un disco de flamenco en el que ya apostaba por una mayor diversidad al elegir a un productor como Raül Refree. También había colaborado con uno de los exponentes del trap, C. Tangana, entre otros. Por lo tanto, parecía claro que Rosalía no iba a limitarse a un estilo o etiqueta concreta.
Y aquí aparece una de las apuestas más claras de Rosalía: la diversidad y la mezcla. Esto no es una novedad en un mundo como el flamenco, habiendo dado casi siempre un buen resultado en clásicos como La leyenda del tiempo (1979) de Camarón de la Isla u Omega (1996) de Enrique Morente y Lagartija Nick, entre otras propuestas.
Pero se observa que Rosalía ha seguido también otras sendas en su apuesta como, salvando las distancias, la que llevó a Taylor Swift del country al pop. Partiendo del flamenco, ha buscado en el trap y en los sonidos más urbanos sus elementos de fusión para crear una obra que no solamente la ha convertido en la diva de los millennials sino que ha llegado al gran público, incorporándose al imaginario colectivo de la música española.
El mal querer se convierte así en un disco ecléctico. Aunque la raigambre flamenca aparezca en mayor medida, son canciones como “Malamente”, “Pienso en tu mirá” o “Bagdad” las que han destacado para crítica y público.
En todo el proceso de ascenso de Rosalía también hay que destacar su propia figura. En numerosos reportajes y artículos sobre ella se señala cómo dirige su propia carrera. Las decisiones que toma están planificadas para continuar en la dirección que ha marcado la llegada de El mal querer. Junto a ello, la imagen y estética que ha elegido también han sido acertadas, como se ha comprobado en los vídeos de adelanto del disco en los meses anteriores y en las actuaciones promocionales.
Rosalía también parece haber tomado nota de lo que hacen artistas internacionales como, por ejemplo, Beyoncé o Rihanna. No hay que olvidar la propia temática conceptual del disco, un trabajo que aborda una relación sentimental tóxica, un factor que contribuye a darle un valor añadido.
Omnipresencia de rosalía
Una de las dimensiones más importantes de este fenómeno es la conversión de Rosalía en una estrella global. Este es un hecho novedoso en la música española y Rosalía parece tenerlo muy claro. No cabe duda de que tiene talento, calidad, carisma y confianza en sí misma, y su apuesta por trascender sus fronteras estilísticas y territoriales es un hecho. Decidió pasar de Universal a Sony para dar salida a su proyecto porque veía más posibilidades, y la campaña de promoción ha sido invasiva.
En tiempos de Internet, redes sociales y seguidores en Instagram, YouTube, Twitter, Facebook, etc., Rosalía ha sabido aprovechar todas las posibilidades de estos medios para llegar a su público potencial. Pero no se ha quedado ahí. Al contrario, ha aparecido en medios tradicionales para trascender al gran público. Portadas y reportajes en revistas de gran alcance, entrevistas en televisión, anuncios, etc., no han dejado de aparecer en estos últimos meses.
Rosalía se ha hecho omnipresente y ha logrado algunos hitos promocionales como anuncios en las pantallas de Times Square de Nueva York, su actuación en “Later…with Joos Holland” de la BBC, su fotografía junto a Tim Cook, el CEO de Apple, o estar nominada a cinco Grammy Latino por “Malamente” sin haber publicado el disco.
Además, participa en la nueva película de Pedro Almodovar, Dolor y gloria (2019), y recibe los elogios de figuras consagradas como Alejandro Sanz.
La dimensión internacional de Rosalía ha sido un elemento determinante para conseguir un mayor reconocimiento en su propio país. Las expectativas generadas en el mundo anglosajón han contribuido a que Rosalía se vea de otra forma en España. Hay que tener en cuenta el ascenso de los sonidos latinos globalmente, pero no es menos cierto que desde España no había llegado una artista con esa fuerza. Rosalía ha llevado a cabo una campaña global e invasiva, no descuidando prácticamente ningún ámbito y ocupando la mayor parte de las casillas.
Autenticidad posmoderna
Pero donde el debate sobre Rosalía alcanza un grado mayor es en lo relacionado con la autenticidad, lo que nos lleva a todo lo que tiene que ver con la diversidad y la posmodernidad.
Hace unos meses se generó una importante polémica sobre la apropiación cultural de Rosalía, que cuestionaba la legitimidad de la artista por sus orígenes. Sin embargo, el tema estaba más centrado en una cuestión estética y simbólica, especialmente en relación a sus dos primeros vídeos, los de “Malamente” y “Pienso en tu mirá”.
Este es un matiz interesante porque nos muestra el impacto de lo visual en una cultura posmoderna y cómo Rosalía ha sabido jugar acertadamente con esos elementos. Además, la cuestión de la apropiación cultural reforzó su propuesta y le hizo ganar adeptos a su causa, especialmente de ámbitos insospechados. A fin de cuentas, la diversidad siempre ha estado ahí.
Rosalía, como tantos y tantas artistas, como por ejemplo M.I.A. y La Mala Rodríguez, ha sumado influencias y ha generado un cóctel interesante y atractivo para un público muy amplio, con un sello propio basado en las líneas que determinan la autenticidad en la posmodernidad que no es otra que seguramente la habilidad para crear algo propio a partir de la diversidad y el mestizaje, en un contexto en el que todo cambia a gran velocidad, con lo que dejar huella es mucho más complicado.
una enorme campaña de marketing
El debate sobre Rosalía se centra también en cuánto hay de talento y cuánto de una calculadísima y enorme campaña de marketing y promoción. Las dos cuentan con una respuesta: el público ha aupado a Rosalía, la crítica se ha deshecho en elogios hacia su trabajo, y su omnipresencia por diferentes canales y medios ha dado un resultado seguramente mayor del esperado.
La cuestión es si Rosalía será un hype o logrará trascender más allá. Carisma y medios para hacerlo no parecen faltarle. Mientras tanto, como fenómeno sociológico en España, va más allá de los límites del periodo que nos ha tocado vivir y pone un listón muy elevado para los que vengan detrás.
Sergio Andrés Cabello, Profesor de Sociología, Universidad de la Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.