Empecemos por la parte más obvia: un adblock es un bloqueador de publicidad. Así de sencillo. Plug-ins como AdBlock y AdBlock Plus actúan como extensiones en el navegador, ya estemos usando Safari, Opera, Chrome o Firefox. Su funcionamiento siempre se mantiene en segundo plano y da un acceso a la red libre de banners, pop-ups, enlaces de publicidad, etcétera. Es decir, navegación más limpia.
Como es obvio, este tipo de herramientas condicionan los referidos por publicidad. En cristiano, reducen los ingresos en publicidad que obtienen las distintas páginas y perfiles web por culpa de este bloqueo: al reducir la interacción, afecta directamente al impacto de estas posibles ventas derivadas.
Esto desembocó en una guerrilla donde los propios adblocks se encontraron con interesantes acuerdos legales. Por un lado, creaban una lista blanca de anuncios aceptables, permitidos por las propias plataformas por su “baja invasibilidad”. Por otro, se espoleaban nuevos métodos de marketing y visibilidad para esa publicidad enterrada bajo una mano de pintura tecnológica.
UNA GUERRA DE BANNERS
Pero volvamos al principio. Sabemos que un adblock es una extensión para navegadores que bloquea elementos publicitarios. La pregunta es, ¿todos los elementos? No siempre, por supuesto. Algunos anuncios escapan a su control o incluso algunos aparecen por recomendación del propio servicio. Y esto afecta también a redes sociales.
Los adblocks han ido creciendo en complejidad: si durante sus primeros años de vida eran barreras sin miramientos, generando eventuales conflictos con nuestro navegador, en la actualidad se revisan periódicamente para comulgar con las necesidades del propio navegador.
Por otro lado, la diferencia entre AdBlock y el modelo AdBlock Plus —y similares— radica en los posibles derivados por publicidad. El primero sigue un modelo completamente independiente de cualquier empresa publicitaria, mientras que el segundo suele ofrecer publicidad selectiva, siguiendo un modelo basado en los gustos de los visitantes.
En AdBlock se toleran, por ejemplo, anuncios al comienzo y final del artículo, incluso en columnas laterales, nunca en mitad del contenido, de manera que interrumpa el flujo de lectura. También se toleran anuncios que se no escondan la etiqueta, aquellos que disfrazan su estructura de lectura para asemejarse a los contenidos donde se alojan. Y normalmente se toleran unas medidas muy específicas, siempre y cuando la zona de publicidad no supera el 15% del panel de lectura.
QUÉ ENTENDEMOS POR ANUNCIO ACEPTABLE
Hacia finales de 2014, se estimaba que apenas un 5% de los internautas usaba este tipo de herramientas de bloqueo. Una cifra que se disparó hasta el 29% en 2017, cuando la cantidad de anuncios display, de ventana emergente, alcanzó su mínimo histórico.
Durante estos años, Adblock Plus ha ido firmando acuerdos con webs y anunciantes para ser admitidos dentro de una lista blanca de acceso. Eso sí, apenas un 10% de quienes solicitan este acceso suelen pasar el corte. Su política de Anuncios Aceptables está activa por defecto, lo que significa que veremos anuncios dentro de Facebook a no ser que contemos con otra aplicación adicional que limite esta exposición.
Por desgracia, no siempre coincide que los anuncios que un adblock considera “blancos” son los mismos que nosotros mismos consideraríamos blancos. Si eres un herrero, tal vez prefieras ver anuncios de la competencia para comprobar precios, o consultar proveedores de materiales, encontrar nuevas redes de distribución y canalizar lo mejor posible la propia venta de tus productos.
MUROS BLANCOS
Una de las razones del éxito de los adblocks viene determinada por su triple función: por un lado, limita la exposición a contenido publicitario, normalmente asociado al perfil de búsqueda del propio usuario, lo que ofrece una sensación de mayor privacidad y seguridad.
Además, aumentan el ratio de velocidad navegando —o al menos genera esa sensación— al no interrumpir con cargas innecesarias, con archivos de audio o vídeo que se disparan de forma automática consumiendo recursos y RAM de nuestro propio equipo. En último término, al evitar acceso a esas ventanas emergentes, también están evitando la proliferación de malware y virus informáticos derivados de clicks indiscriminados e instalaciones accidentales.
Pero no siempre uno encuentra lo que desea. Habitualmente, donde antes había un anuncio, después suele haber un muro blanco. Y, como decíamos, esto no es cómodo ni agradable. Según PageFair, tres cuartas partes (74%) de los usuarios que bloquean publicidad «suelen abandonar la web que visitan antes de realizar los pasos necesarios para incluirla en la lista blanca». Esto al final perjudica a todos: el usuario termina ignorando posibilidades de ocio, y el comercial se encuentra con una barrera que imposibilita su capacidad de exposición.
¿LA SOLUCIÓN?
Cada tipo de usuario demanda una necesidad distinta. Habrá quien se sienta cómodo viendo los distintos anuncios embebidos dentro de sus webs y redes favoritas. Y habrá quien no tolerará el más mínimo pop-up.
En la actualidad existen adblocks muy estables que no dejan pasar ningún tipo de publicidad, incluso pueden llegar a dejar en suspenso pasarelas de pago. STAND es quizá una de las alternativas más seguras y ágiles, que además cuenta con un cuadro de diálogo que sirve de zona de control, donde podemos registrarnos y gestionar los diferentes perfiles de anuncios, para diseñar una lista blanca a nuestro gusto.
Nosotros pagamos nuestra cuota de fibra óptica o ADSL y nosotros debemos ser dueños del contenido que vemos cuando navegamos. Al fin y al cabo, estamos alquilando un servicio con unas características pactadas.
Imágenes | AdBlock, PageFair, Pixabay
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