Hace un cuarto de siglo, ni Mbappé, ni Haaland habían nacido. Messi y Cristiano daban patadas a un balón en una esquina cualquiera de su barrio. Y otro Ronaldo, Nazário, deslumbraba al público de una liga en la que acababa de aterrizar.
El 12 de octubre de 1996, en el estadio de San Lázaro, en Santiago de Compostela (Galicia), el delantero brasileño firmó uno de esos goles que acaban en la historia del fútbol. Con el balón en los pies, recorrió 48 metros en 10 segundos, dando 34 zancadas y 16 toques a la pelota y dejando sentado a medio equipo del Compostela. Desde el medio del campo hasta la portería rival. Todo potencia y talento individual para marcarle a Fernando Peralta, portero de aquel ‘Compos’, el mejor gol de su carrera.
La historia del balompié atesora este tipo de goles antológicos. El de Maradona frente a Inglaterra. Y el de Messi, simulando a su ídolo argentino, ante el Getafe. La chilena del otro Ronaldo, Cristiano, en los cuartos de final de la Champions entre Real Madrid y Juventus. De Mbappé, Haaland y las nuevas generaciones de delanteros también los hay, pero la mayor parte de su historia todavía está sin escribir.
Sin embargo, esto son excepciones. Destellos solitarios de calidad que marcan la diferencia en ocasiones. Individualidades que ocupan titulares. Con permiso de todas ellas, al fútbol se juega en equipo. No lo decimos porque sí, sino que lo dice el machine learning. Es más, la inteligencia artificial también asegura que se marcan más goles a través de ataques elaborados en los que participa todo el equipo, desde los jugadores hasta el cuerpo técnico con sus decisiones.
Un mundial de tiquitaca
El fútbol arrastra un debate desde sus orígenes. Uno de esos que parece no tener respuesta. Hay quien defiende que es mejor jugar de forma directa y veloz, cruzando el campo en pocos pases. Otros apuestan por sobar el balón, tocar y tocar hasta que aparezca la oportunidad perfecta para marcar. Ambas formas de jugar (y muchas otras) han funcionado a lo largo del tiempo. Y el debate sigue vivo.
Sin embargo, algunos equipos han pasado a la historia por su fútbol combinativo. Llegaron a jugar de tal forma que no tenían rival. Al River Plate de los años 1940 lo conocían como ‘la máquina’ y a selección húngara de la década siguiente fue bautizada como el equipo de oro. El fútbol total neerlandés (que alcanzó su máximo esplendor con Johan Cruyff) y el ‘tiquitaca’ del Barcelona de Pep Guardiola y la selección española de Luis Aragonés lo llevaron a un nivel que rozaba casi la perfección.
En los últimos años parece que la fórmula de juego está un poco de capa caída. Las últimas grandes competiciones han servido de argumento para los defensores del fútbol directo de la rapidez y la potencia. La Eurocopa del verano pasado fue una constante alabanza a esta forma de jugar. Y el mundial FIFA de 2018 en el que brilló la Francia de Mbappé, más de lo mismo. Los datos, sin embargo, no cuentan la misma historia.
Un estudio de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), la Universidad de Castilla la Mancha y la Universidad Europea de Madrid ha revelado que la mayoría de los goles marcados durante la Copa Mundial de 2018 fueron resultado de ataques elaborados. El análisis de los partidos, llevado a cabo mediante algoritmos de aprendizaje automático, reveló que la eficacia goleadora de los equipos dependió no tanto del tiempo de posesión, sino del tipo de posesión. El tiquitaca no es pasarse el balón sin más, sino pasárselo como parte de una estrategia colectiva.
¿Los datos ponen fin al debate?
El estudio, cuyos resultados han sido publicados en la revista ‘Sensors’, analizó los patrones que precedieron a todos los goles del último mundial, las pautas del juego elaborado y de los contraataques; y lo hizo con relación a las diferentes zonas del terreno de juego y del número de jugadores de cada equipo involucrados en la jugada.
Para identificar los patrones se usó el algoritmo Iterative Dichotomiser 3 (ID3) del tipo árbol de decisión (uno de los llamados algoritmos de aprendizaje supervisado). Entre las conclusiones del análisis, destacan:
- La gran mayoría de los goles marcados durante el mundial de 2018 fueron resultado de ataques elaborados.
- La eficacia goleadora de los equipos dependió en gran medida de la zona de lanzamiento del tirador y del número de jugadores involucrados.
- Así, la mayoría de los goles llegaron a partir de ataques en el último tercio del campo cuando el número de atacantes era menor de cuatro y el número de defensores era menor a tres. Es decir, jugadas en las que se generaban superioridades en ataque.
Los propios autores reconocen que el estudio tiene sus limitaciones, ya que no analiza elementos importantes como el número de pases o su tipo. Sin embargo, creen que sirve para respaldar el uso de tecnologías de inteligencia artificial a la hora de planificar entrenamientos y comprender cómo los equipos logran los goles.
“Con nuestros hallazgos, los entrenadores pueden comprender cómo es el patrón de gol conseguido, la zona del campo donde se mete el gol y el número de jugadores involucrados. Así, podrán realizar tareas en los entrenamientos para minimizar la eficacia del rival”, explica Jesús Vicente Giménez, investigador y profesor del MBA y del Máster en Gestión Deportiva de la Universidad Internacional de Valencia.
“El rol de los entrenadores está cambiando. Ahora tenemos que dominar los conceptos del control del esfuerzo para ajustar y entender el perfil del rendimiento de cada posición-jugador y equipo-jugador, la mejora y control condicional, rendimiento táctico, la prevención de lesiones”, añade.
Así, la tecnología refuerza el papel del entrenador, como ya hace también con el de otros técnicos, los gestores deportivos y los árbitros. Quizá si el Compostela de 1996 hubiese podido analizar el comportamiento de Ronaldo con machine learning, habrían podido pararlo en equipo. Lo que es menos seguro es que la tecnología vaya a dar respuesta a los eternos debates sin respuesta de los aficionados al fútbol. Si no, pregúntenle al VAR.
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