Hace un par de años, ‘The Economist’ publicaba un artículo titulado ‘Soy un leñador’. ¿Y quién es ese leñador? Todo el mundo.«El estadounidense promedio consume anualmente el equivalente en papel a casi seis árboles de 12 metros», sentenciaban.
Nuestro impacto medioambiental no ha hecho sino crecer. Las promesas sobre oficinas virtuales, literatura en dispositivos electrónicos y todo aquel fatalismo ebrio derivado de los primitivos sistemas informáticos aún es un apéndice; convive con la papelería de-toda-la-vida. Y si no nos hemos adaptado con la premura pronosticada es por una obviedad: el papel sigue siendo la mejor opción. Seguimos consumiendo papel, desde múltiples puntos. Y seguiremos haciéndolo dentro de un par de generaciones.
Eso sí: podemos y debemos reducir el consumo de papel. Existen alternativas con menor impacto energético, opciones que afectarán positivamente a nuestra economía en particular y a la ecología en general. Te las contamos.
FACTURACIÓN ELECTRÓNICA
Tomando como referente el informe del grupo SERES, durante 2016 se logró un ahorro de 586.601.027 euros en emisión de facturas y de 332.999.775 euros en recepción. Es decir, a cualquier empresa le interesa dar el salto a la facturación electrónica.
A esto hay que sumar el coste humano. La facturación electrónica supuso un ahorro estimado de 400.000 horas de trabajo al eliminar los gastos de impresión, ensobrado y franqueo, además del manipulado de este. Al estar dotada de plenas garantías jurídicas, cuenta con un mayor seguimiento de morosidad. Eléctricas como Endesa o Iberdrola ofrecen descuentos en la facturación entre el 2 y 3% sobre el total consumido.
PON UN PENDRIVE EN TU LLAVERO
A cualquier estudiante le ha sucedido este escenario: pides a un compañero que te imprima un documento, ya que la impresora de tus padres va fatal o está sin tinta. O ir a una copistería y sacar un montón de fotocopias para el resto de compañeros de un trabajo colectivo. Y al revisarlo compruebas que… el trabajo necesitaba una relectura extra. Así que toca corregir y volver a imprimir. Todas estas opciones podrían evitarse con un simple pendrive.
El clásico imprimir PDF: todo digitalizado, todo disponible para previsualizar desde el móvil. Tu archivo puede viajar de la pantalla del PC a la de la tablet o un convertible. Por unos pocos euros, podemos hacernos con un pincho USB y evitar la impresión. O hacerlo solo con la versión definitiva que el profesor o compañero nos suplique por estricta necesidad.
¿y si pruebas UN PROYECTOR?
Cuando éramos estudiantes, veíamos el proyector escolar como una especie de reliquia, una de esas joyas ocultas entre el material ofimático del instituto o facultad. La realidad es que hoy podemos hacernos con un miniproyector de cinco estrellas por lo que cuesta reponer de tinta y folios la impresora.
De esta forma, tendremos una pantalla auxiliar para exportar trabajos y presentaciones, incluso para jugar en la consola cuando todas las pantallas están ocupadas.
Esto es algo que podemos trasladar a nuestras empresas: albaranes, faxes, catálogos… Todo puede ser impreso reutilizando papel o usando papel reciclado. Para las comunicaciones internas y demás necesidades, siempre podemos acudir a correos electrónicos o a la mensajería instantánea.
RECICLAR Y VOLVER A VIVIR
Casi cualquier ciudadano conoce la fabricación del papel reciclado: se eliminan impurezas —pegamentos, tintados, plásticos—, se añade agua y un blanqueado y, tras un breve proceso, tendremos papel nuevo. El papel reciclado en Europa ha alcanzado cotas históricas. En algunos países como Austria se recicla hasta el 90%. Pero no olvidemos que aproximadamente el 75% de los periódicos impresos diariamente son desechables.
Por cada tonelada de papel producido, se utilizan más de 1.000 litros de aceites (derivados del petróleo) para fabricarlo. Cada tonelada de papel reciclado salva aproximadamente 17 árboles. Y reciclar, pese a la mala prensa que recibe en algunos círculos debido al consumo de agua, precisa un 70% menos de energía que fabricar papel normal a partir de la materia prima.
Actualmente existen soluciones para casi cualquier cosa. Hasta los ataúdes pueden ser reciclados. Quien no recicla es porque no quiere. Los detractores del reciclado apuntan que el lavado de tintas es perjudicial para el medioambiente. Que destruir el papel y enterrarlo es la mejor forma de devolver el carbón y el CO2 derivado al suelo. Pero esto produce un empobrecimiento del PH, derivado del calcio y los amoniacos del papel.
Cuando compramos papel higiénico o pañuelos, también estamos comprando el envoltorio. Y este es, casi siempre, un envase de plástico no biodegradable. El papel de hostelería prescinde cada vez más de los envases y se sirve directamente en bobinas, pero el higiénico exige más protección. Sin embargo, esto no anula una evidencia: ‘gastamos’ unos 30.000 árboles al día para producir todo el papel higiénico del mundo. Usando papel reciclado, reducimos esta tasa hasta casi el 70%.
DIGITALIZANDO EL FUTURO
Por último, si nos vemos obligados a usar mucho papel debido a contratos de compraventa o informes administrativos, siempre podemos recurrir a las alternativas digitales. A las herramientas en la nube de Microsoft (OneDrive) o Acrobat (EchoSign) para firmar documentos oficiales, a las plataformas de comunicación y gestión como Trove o Slack, a los discos duros virtuales como BOX o Google Drive…
Sí, el mundo digital parece algo más aséptico y aburrido, por esa sensación de objeto elusivo, por su intangibilidad. Pero la realidad es que generamos miles de toneladas de contenido caduco. Y nuestro mundo no debería caducar a través de nosotros.
Una transformación que debería empezar por la propia mochila escolar. El abuso demencial de cambios editoriales y formatos de libros, cada año con mayor entintado y gramaje potenciado por el uso de plastificados, tendría que desaparecer en favor de formatos más cómodos y adaptados a nuestros tiempos. Una clave wifi y un lector sencillo de 7-8» deberían bastar para desarrollar y estudiar los contenidos.
En Nobbot | Energía limpia -limpísima- a partir del papel higiénico usado
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