En 2013, el Wyss Institute at Harvard University anunciaba que sus abejas robóticas RoboBees –con 80 mg de masa, una apertura de alas de 3 cm y una frecuencia de aleteo de 120 veces por segundo– habían superado la fase de despegue vertical, “estacionamiento” y direccionalidad. Las alas se movían de manera independiente gracias a actuadores piezoeléctricos diminutos.
En 2015 volvieron a asombrar a la comunidad científica consiguiendo un hito increíble: controlar el medio acuático. La RoboBee se había transformado en una suerte de RoboFish capaz de nadar y volar.
Hacia 2016, estas pequeñas abejas mecánicas eran capaces de conservar buena parte de la energía, ampliando el tiempo de vuelo para los mismos Wh. La clave, además de mejores piezoeléctricos, era la posibilidad de quedarse pegadas a los techos y paredes usando adhesión electrostática (como los geckos y las lagartijas).
En octubre de 2017 añadimos un nuevo éxito de RoboBee híbrida: han conseguido estabilizarse sobre la superficie del agua. Además, un sistema de combustión interna arranca y la impulsa de vuelta al aire. En otras palabras: puede despegar. Pero, ¿por qué la Universidad de Harvard estudia y desarrolla este tipo de robots?
Black Mirror: ¿Desaparece el mundo si las abejas dejan de existir?
En el capítulo de 2016 de Black Mirror Hated in the Nation (3×06), un grupo de científicos, preocupado por la desaparición de las abejas en el mundo debido al cambio climático, crean unos diminutos robots autosuficientes con forma de abeja.
Estos, una vez liberados en la atmósfera en varios cientos de unidades, buscan alimento (energía), anidan en forma de panales y, como máquinas de von Neuman, empiezan a reproducirse hasta alcanzar su límite poblacional. El objetivo es que polinicen como lo hacían las extintas abejas.
Existe una frase que lleva varias décadas dando vueltas por ahí y que suele repetirse como si fuese cierta: «Si la abeja desapareciera del planeta, al hombre solo le quedarían cuatro años de vida». Se basa en la premisa de que si las abejas no polinizan el campo ocurriría un desastre ecológico en cascada: plantas, herbívoros y carnívoros parecerían. Pero ni la frase es cierta, ni la dijo Einstein, a quien suele atribuírsele. Aunque es poco probable que la desaparición de las abejas nos venga bien, la lógica tras la frase no es cierta.
Por un lado, el ser humano depende de dos tipos de cultivo para alimentación según la FAO (arroz y trigo), y cerca de una veintena de otros cereales como el maíz, el sorgo, la cebada… Ninguno de ellos requiere animales polinizadores para su desarrollo, motivo por la que fueron tan populares hace milenios.
Por otro, el grueso de las abejas ni siquiera polinizan. Existen más de 22.000 especies de abejas, y solo el 5% de ellas (las Apis Mellifera o abeja europea) son abejas de la miel y van de flor en flor.
Además, los avances en política alimentaria hacen que la soberanía alimentaria esté cada vez más cerca; la tecnología hace viable nuevos alimentos de cara al futuro; y se empieza a hablar de ingeniería aplicada al ser humano tanto para minimizar el impacto como para cambiar nuestra alimentación.
Es decir, que no. No pasaría mucho si las abejas dejasen de existir, aunque por supuesto sería una tragedia ambiental y una pérdida considerable. Nos quedaríamos sin miel natural, y al sistema ecológico le costaría unas décadas adaptarse, pero otros polinizadores ocuparían el hueco de las abejas, y es improbable que un fallo biológico en cascada (extinción en cascada) tenga lugar por falta de biodiversidad. Dicho esto, ¿para qué querríamos abejas robóticas?
¿Qué uso le daremos a las RoboBees?
Podemos pensar en las RoboBees actuales como un prototipo de brazo robótico industrial. Al principio su uso era residual, su instalación costosa y el retorno poco menos que dudoso, pero hoy han colonizado las cadenas de fabricación y montaje.
Hay muchos usos para este tipo de tecnologías voladoras mucho más allá de la polinización. Que no vayamos a quedarnos sin insectos no significa que no nos vengan bien algunos extra, teledirigidos y orientados a polinizar del modo en que deseamos.
Ya se están haciendo experimentos de cultivos verticales con un rendimiento mucho más elevado que el cultivo sobre suelo gracias a técnicas como hidroponía o aeroponía. Gracias a estos insectos mecánicos, será viable disponer de plantas que requieran de polinizadores (aves, mariposas, abejas), en interiores.
Las labores de búsqueda y rescate se presentan como una muy buena salida para este tipo de dispositivos. Actualmente, la fuerza de las alas no es la suficiente como para transportar una batería eléctrica, y por eso en los vídeos vemos cómo cuelga un cable de las abejas.
Estas RoboBees pesan 80 mg y prácticamente no ocupan lugar. Versiones más avanzadas podrán ser almacenadas a decenas o cientos en un pequeño espacio como una cantimplora o incluso un vial, y ser liberadas cuando sean necesarias. Por ejemplo, en caso de que un equipo de espeleólogos quede varado o con un herido, o que un terremoto deje un sótano incomunicado.
La autonomía de este tipo de “animales” pronto dejará de ser un problema. Actualmente el combustible está muy bien logrado, y aunque el robot no es capaz de transportar el “fuel” con el que romper la tensión superficial del agua, sí puede recolectarlo de la superficie. Cuando el RoboBee nada por debajo de la superficie, una placa electrolítica convierte el agua (H2O) en oxihidrógeno (HHO). Su combustión libera 142 kJ, produce agua, y catapulta al RoboBee.
Gracias a esta última tecnología, decenas o cientos de miles de estos pequeños robots pueden ser liberados a la atmósfera con el objetivo de ayudar a conservar el medio ambiente. Como una suerte de boyas terrestres, pueden ayudarnos a recoger datos sobre la atmósfera (temperatura, composición, vientos…
Distribuidos por las superficies de los ríos, embalses o lagos, los RoboBees podrían echarnos un cable en la monitorización del medio ambiente, pero también servir como “balizas” del ecosistema. Por ejemplo, yendo a la busca y localización de especies en peligro de extinción.
La tecnología está muy lejos de estar madura para este tipo de usos. Sin embargo, en tan solo cinco años se han logrado metas que hace una década hubiesen sido impensables. La miniaturización de tecnología de telecomunicaciones como ZigBee o de radiocontrol vía GPS pueden ayudar a estas abejas a despegar del todo.
El texto completo del logro científico puede leerse en Science Robotics.
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