En enero de 2018, el navío ruso Eduard Toll completó un viaje desde Corea del Sur hasta el puerto ruso de Sabetta. Lo hizo cruzando las aguas del Ártico en mitad del invierno y sin necesidad de rompehielos.
Confirmaba así lo que se lleva décadas anticipando: que el derretimiento de los casquetes polares abrirá un nuevo escenario de rutas marítimas, transitables no solo durante el verano. Un estudio de la Universidad de Reading (Inglaterra) señala que, para finales de siglo, la mayor parte del océano Ártico podría estar en aguas abiertas durante la mitad del año.
Las rutas de los mares del norte
El océano Ártico se encuentra en la parte más septentrional del planeta y baña las costas de Europa, América del Norte y Asia. Durante siglos, los marineros vieron este océano como una posibilidad remota para conectar Europa y América con Asia, a través de la Ruta del Mar del Norte (Northern Sea Route o NSR) y el Paso del Noroeste. La primera une Europa con el este asiático a través del Mar del Norte, casi en su totalidad por aguas rusas. La segunda, América con el este asiático, bordeando la costa canadiense. Suponen una alternativa a las rutas que cruzan el canal de Suez y el de Panamá, respectivamente.
A pesar del desarrollo de barcos que pueden moverse por el hielo más grueso, estas rutas resultaban (hasta ahora) poco convenientes para actividades comerciales. Cruzarlas implicaba el uso de rompehielos, conllevaba altos costes económicos y se limitaba al verano y al otoño, estaciones en las que hay más aguas abiertas.
Sin embargo, el derretimiento de los casquetes polares presenta un futuro cercano en el que estas rutas pueden dejar de ser una alternativa limitada. En las últimas décadas, la cantidad de hielo marino que cubre las aguas del océano Ártico ha disminuido notablemente. Tanto las capas superficiales como las más antiguas y gruesas se están derritiendo.
Como resultado, la Ruta del Mar del Norte es ya navegable en diferentes momentos del año. A medida que se reduce el tamaño de los casquetes polares aumenta la posibilidad de trazar rutas más directas, en línea recta y sin necesidad de seguir la costa.
De norte a norte
En agosto de 2017, el navío ruso Christophe de Margerie, de la compañía SCF, navegó transportando gas natural licuado (GNL) desde Noruega hasta Corea del Sur. Un recorrido de más de 4.000 kilómetros (unas 2.100 millas náuticas) a través de la Ruta del Mar del Norte.
El buque, que había sido construido con este fin, fue el primero en la historia en atravesar la Ruta del Mar del Norte sin rompehielos. Según datos de la compañía, tardó 6 días, 12 horas y 15 minutos en recorrer la ruta y un total de 19 días en llegar desde el puerto de Hammerfest, en Noruega, hasta el de Boryeong, en Corea del Sur. Aproximadamente un 30% menos de lo que habría supuesto navegar por el sur, a través del Canal de Suez.
Un hecho que ha sido superado por otro barco ruso, también dedicado al transporte de GNL. Se trata del Eduard Toll de la compañía Teekay, que siguió la Ruta del Mar del Norte durante el invierno. Según datos de la propia empresa, el vehículo avanzó a una velocidad de 5 nudos atravesando bloques de hielo de hasta 1,8 metros de espesor.
Retos, expectativas e impacto medioambiental
Un estudio de la Universidad de Reading publicado en la revista ‘AGU’ indica que los periodos navegables se duplicarán a mediados de siglo y que, a finales, el océano Ártico contará con aguas abiertas seis meses al año. Sin embargo, el hecho de que la Ruta del Mar del Norte se vuelva accesible no implica necesariamente que sea una opción rentable y sostenible.
Utilizar estas vías permitiría recortar tiempo y costes, ya que reduce considerablemente la distancia entre puertos de importantes ciudades del norte de Europa y Asia, pero las condiciones no siempre son favorables. Un informe de la Escuela de Negocios de Copenhague señala que realizar envíos a través del océano Ártico no será viable económicamente hasta 2040. Entre las causas destacan las condiciones de seguridad y la dura climatología, que elevan los costes de los seguros y los materiales necesarios para las travesías.
Es importante tener en cuenta, también, el impacto que la abertura de estas nuevas rutas puede tener en el medioambiente y la diversidad marina. El estudio ‘Getting it right in a new ocean’ de WWF advierte de las consecuencias de que la mayor parte del océano Ártico esté sin hielo durante el verano.
El aumento de los negocios y las rutas marítimas en sus aguas amenaza la supervivencia de especies marinas como peces, ballenas y focas. La ONG advierte también de los riesgos que pueden generar estas actividades si no se toman medidas adecuadas. El ruido submarino o los vertidos tóxicos son solo algunos de los ejemplos.
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