Cada vez se ven menos titulares sobre Afganistán. Los problemas lejanos se diluyen en las agendas de los medios, pero eso no significa que hayan desaparecido.
Muchos afganos siguen buscando abandonar su país mientras las represalias de todos aquellos que no se someten a las reglas del nuevo gobierno se intensifican. El pasado reciente del país está sin duda marcado por los talibanes (y la ocupación por parte de varios ejércitos extranjeros). El futuro, desde el punto de vista político, parece que pasa por los mismos protagonistas. Sin embargo, entre las muchas crisis que atraviesa Afganistán, hay una de la que se habla menos y es, quizá, la más importante.
El cambio climático es una gran perturbación de fondo que ha influido en todo lo que ha sucedido en el país y en su entorno durante las últimas décadas. Uno que amenaza también con ahogar todavía más a los afganos en el futuro.
Cereales o amapolas
El ahora Emirato Islámico de Afganistán ha tenido muchas caras políticas a lo largo de su historia. Sin embargo, económicamente no ha cambiado mucho. Se trata de un país eminentemente agrícola, donde entre el 85 y el 90 % de la población vive de cultivar la tierra y de la ganadería. Eso, a pesar de que algo menos de una octava parte del territorio es cultivable. Además, solo la mitad de esta superficie permite el riego (el resto son estepas o zonas montañosas de pastos).
En una tierra en la que los bosques escasean (solo cubren un 3 % del territorio), la ganadería para leche, carne y lana y los cultivos tradicionales de cereales han competido en las últimas décadas con el cultivo de amapola para producir opio y sus derivados. Además, la dureza de las condiciones climáticas ha ido restando productividad a las prácticas tradicionales. Como resultado, el peso de la agricultura en el producto interior bruto del país (PIB) no ha dejado de caer. Hoy, aunque la inmensa mayoría de la población sigue trabajando en el campo, apenas supone un 25 % del PIB, según datos del Banco Mundial.
Como resultado, Afganistán es un país que no produce lo suficiente (importa buena parte de sus alimentos de Pakistán) y muy pobre. De acuerdo con el Banco Asiático de Desarrollo, casi la mitad de la población afgana vivía por debajo del umbral de la pobreza en 2020. ¿Y qué tiene que ver el cambio climático en todo esto?
La crisis climática que aupó a los talibanes
Según el programa medioambiental de la ONU (UNEP), desde 1950, la temperatura media del territorio afgano ha subido 1,8 °C con respecto a los niveles anteriores a la Revolución Industrial (de la que en muchos afganos apenas han oído hablar). En el sur del país, este ascenso roza los 2,5 °C, mientras la subida media global está alrededor de los 1,1 °C. Aparte del calor, los patrones de precipitaciones también han cambiado. Las lluvias de primavera se han reducido un 40 % y además llueve de forma más intensa durante periodos más cortos de tiempo.
En un país que emite 0,2 toneladas de CO2 equivalente por cabeza (en Estados Unidos son 15,5 toneladas per capita y llegaron a ser más de 22), que no tiene apenas industria y depende en exceso de la agricultura, el cambio climático está secando la tierra, restando productividad al suelo y encogiendo las reservas de agua. Y esta situación no es de antes de ayer. Lleva degradando la calidad de vida de los afganos varias décadas. Es el caldo de cultivo perfecto para muchos de los problemas sociales y políticos que sufre el país.
De acuerdo con un informe de Climate Diplomacy Factbook, la escasez de agua provocada por el cambio climático y la falta de infraestructuras ha empeorado las condiciones sanitarias del Afganistán rural, ha generado inseguridad alimentaria y ha espoleado los conflictos. Así, la falta de perspectivas de futuro ha llevado a muchos afganos a sumarse a la milicia talibán en los últimos años. En sus filas, reciben un salario que les permite acceder a comida y agua.
El retorno del movimiento talibán al poder tras 20 años de presencia de Estados Unidos y sus aliados en el país no solo se debe así a la desconfianza en el gobierno central, la escasa presencia del estado en el rural o el rechazo a la presencia extranjera, entre otros factores. Según este informe, la crisis climática y la vulnerabilidad de la mayor parte de la población han jugado también un papel importante.
¿Y qué aguarda en el futuro?
“Afganistán se encuentra entre los países más vulnerables del mundo en lo que respecta al cambio climático. Estoy seguro al 100 % de que, si sumamos el conflicto a los criterios ambientales, Afganistán es el país más vulnerable del mundo”, señalaba Ahmad Samim Hoshmand en una entrevista en la revista ‘Vox’. Hasta hace dos meses, él era quien iba a representar al país en la próxima cumbre del clima (COP26).
El nuevo gobierno talibán no es abiertamente negacionista. De hecho, poco después de tomar Kabul, un portavoz del movimiento aseguró que buscarían colaborar con el resto del mundo en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, desde entonces, no ha habido noticias de cómo buscan hacerlo (además de vendiendo recursos naturales como metales y tierras raras claves para la transición energética). Con una economía bajo mínimos, tampoco está claro que tengan margen de acción. Y las perspectivas de futuro no son nada halagüeñas.
De acuerdo con el análisis regional publicado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la escasez de precipitaciones en forma de lluvia y nieve, los cambios en sus patrones (cada vez más torrenciales), el aumento de las sequías y la degradación de los ecosistemas (sobre todo, los de montaña) en la región de Afganistán está directamente ligada al cambio climático.
De cara al futuro, estas tendencias se intensificarán, si no hacemos nada para frenar el cambio climático. Si al final de siglo la subida de la temperatura media global se queda en 1,5 °C respecto a niveles preindustriales (algo, hoy por hoy, prácticamente imposible), Afganistán podría tener temperaturas máximas superiores a los 35 °C durante 90 días al año.
Si se alcanzan los 4 °C de subida media, los termómetros afganos superarían ese límite durante más de seis meses. En este escenario extremo, la temperatura media anual del país estaría 6 °C por encima de los niveles de hace un siglo; y las lluvias escasearían en invierno y primavera, mientras se acumularían durante los meses de verano de forma torrencial.
Un análisis de la inteligencia de Estados Unidos publicado hace pocos días colocaba a Afganistán entre los 11 países más vulnerables al cambio climático en el futuro. Sobre todo, por su reducida capacidad de responder a los impactos económicos y sociales que derivarán de la crisis medioambiental. Estos son, por ejemplo, la incidencia de enfermedades emergentes, el hambre y los conflictos por el agua.
Hace una década, la ONU pedía a la comunidad internacional un esfuerzo para prestar ayudar financiera a Afganistán en su lucha contra los efectos del cambio climático. Hoy, la situación no ha mejorado y las perspectivas son todavía peores. Mientras, la comunidad internacional sigue buscándole encaje a las relaciones con el nuevo gobierno talibán. Para los 31 millones de afganos, la ayuda frente al cambio climático no puede esperar.
En Nobbot | Un tuit y la puerta de salida de Afganistán
Imágenes | Unsplash/Sohaib Ghyasi, EJ Wolfson, Joel Heard, Firoz Sidiqy