Se la conoce como la científica del vino. Y también como la maga de las cepas centenarias. Carmen Martínez es doctora en Biología por la Universidad de Santiago de Compostela e investigadora en la Misión Biológica de Galicia, perteneciente al CSIC (MBG-CSIC). En su dilatado currículo figuran éxitos tales como haber recuperado antiguas variedades de vid gallegas y asturianas, con las que ahora trabajan las grandes marcas de vino. A ella se debe la creación de una colección viva de estas variedades dispuesta en las instalaciones de la Misión, con las que siguen investigando.
Como logro personal destaca el haber rescatado la zona vitícola de lo que hoy es la D.O. Vinos de Cangas, en su Asturias natal. Cuando empezó a trabajar en esta zona, se había olvidado por completo la historia de los vinos asturianos, con las variedades autóctonas al borde de la extinción. “El trabajo de recuperación de las variedades asturianas me costó años y es muy especial para mí; lo considero uno de los hitos importantes de mi carrera científica”, afirma.
La bióloga, una de las ampelógrafas de mayor prestigio internacional, pertenece a la junta directiva de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas y hace solo dos años fue seleccionada entre las mejores científicas de todo el país, junto a figuras como Francis Mojica Mariano Barbacid o Pedro Cavadas, en la llamada la Roja de la Ciencia. “Me sentí muy honrada y agradecida por haber sido elegida para formar parte de esa selección”, asegura. Ahora estudia con su grupo de MBG-CSIC, entre otras líneas de investigación, los posibles usos farmacológicos del residuo de la vid.
– ¿Qué tipo de productos farmacéuticos se podrían conseguir de este residuo y a través de qué componentes?
El proceso de elaboración del vino y el manejo del viñedo genera toneladas de residuos, como el bagazo, los raspones o las hojas. Hemos comprobado que algunos de estos residuos contienen una elevada concentración de determinados compuestos -catequinas, epicatequinas, proantocianidinas B1 y B2…- que según numerosos estudios científicos tienen efecto beneficioso en el control de distintas enfermedades. Lo que hemos comprobado nosotros es que algunos de estos residuos presentan una concentración muchísimo más elevada que otros de alguno de estos compuestos.
del residuo de la vid a la farmacia
– ¿Y todas las variedades son válidas?
Unas más que otras. No solo depende de la variedad, sino también del tipo de proceso por el que ha pasado el residuo y de las condiciones en las que se haya cultivado dicha variedad. A partir de los resultados obtenidos con los residuos de algunas variedades de determinadas zonas vitícolas, estamos valorando actualmente la posibilidad de contactar con algunas empresas farmacéuticas para la extracción de determinados compuestos.
– ¿Hacia dónde dirigen la investigación?
Sabemos que algunos de los compuestos que nosotros estudiamos tienen efectos beneficiosos en distintas enfermedades, como el cáncer o la diabetes. Actualmente, en colaboración con el departamento de Farmacología de la Universidad de Santiago de Compostela, estamos realizando estudios sobre el efecto de algunas de estas moléculas en líneas celulares de cáncer de próstata y mama. Son trabajos lentos en los que hay que ser muy prudentes y rigurosos, pero ahí estamos. Además de vino, algunas vides podrían dar medicamentos.
– ¿Han llegado a resultados concluyentes?
Tenemos ya resultados muy interesantes, pero prefiero de momento no dar nombres, hasta tener concluido el trabajo y confirmado el resultado. La concentración de estos compuestos en los residuos viene determinada también por las condiciones climáticas de cada ciclo vegetativo, por eso los análisis deben ser repetidos durante varios años.
«EL ACEITE DE LAS PEPITAS PUEDE VALER PARA CONSUMO HUMANO»
– También están investigando el aceite que se puede extraer de las pepitas de la uva. ¿Qué aprovechamiento tiene?
Llevamos varios años elaborando aceites monovarietales de semillas de vid, mediante extracción en frío. Tenemos un acuerdo con una pequeña empresa de cosmética a la que le suministramos aceites extraídos por nosotros de determinadas variedades de vid. Pero no solo trabajamos en los aceites para cosmética, sino también para alimentación humana, e incluso en procesos de enriquecimiento de los vinos y otros tipos de bebidas en estos compuestos. No puedo hablar mucho más sobre este tema, porque está protegido mediante la figura de “secreto industrial”, pero los resultados que estamos obteniendo son espectaculares.
– ¿Cómo fue el proceso de recuperación de hasta 30 variedades de vid en Galicia y Asturias, supuestamente desaparecidas tras la plaga de filoxera de 1870?
La filoxera y otras enfermedades tan conocidas como el mildiu o el oídio, provenientes de América, hicieron que se redujera casi a cero la superficie vitícola de algunas variedades nobles. Todas estaban sin describir y de algunas quedaban únicamente unos cuantos ejemplares dispersos, o incluso uno solo, que algunos ancianos viticultores cuidaban con mimo. El proceso de recuperación lo inicié en 1986 y fue muy laborioso. En muchas ocasiones sentía la sensación de estar viviendo una aventura de exploradores. El primer paso consistió en revisar la bibliografía antigua, prefiloxérica, para elaborar una lista de nombres de antiguas variedades gallegas y asturianas.
– ¿Con mucho trabajo de campo?
Mantuve entrevistas, que guardo grabadas, con los viticultores más ancianos de cada lugar, para recopilar la información que se había ido transmitiendo de padres a hijos de forma oral. E hicimos otra lista de nombres y características. El siguiente paso fue recorrer todo el territorio, con el objetivo de buscar ejemplares vivos de las cepas de 200 a 300 años que aparecían en alguna de ambas listas. Recorrí palmo a palmo todas las zonas vitícolas de Galicia y Asturias. Eso me permitió adquirir unos conocimientos que me han resultado muy útiles a lo largo de toda mi carrera científica.
– Uno de sus logros ha sido la recuperación de unas cepas centenarias de Albariño, más resistentes que otras a ciertas plagas.
En el caso del Albariño había mucha confusión. No estaba descrita y se le atribuían distintas sinonimias erróneas con variedades de otros países, como esa que se repite tan a menudo de que el Albariño fue traído a Galicia desde el Rhin por los monjes de Cluny. Esto es una falsedad sin base científica de ningún tipo.
– ¿Y cómo lo identificó?
Localizamos 40 ejemplares, algunos de más de 300 años, en distintos puntos de Galicia. Y los estudiamos con todo detalle. Destacaron 11 que, presentando todas las características típicas de la variedad Albariño, incluido el perfil de ADN, mostraban diferencias en algunas características agronómicas. Entre otras, el tamaño del racimo, una maduración más temprana, o una mayor o menor sensibilidad a determinadas enfermedades. Al final seleccionamos cinco que han sido transferidos al mercado y se comercializan desde hace varios años, a través de Viveros Provedo.
– Está considerada como una de las mayores expertas del mundo en ampelografía, la especialidad de la botánica que estudia y clasifica las vides. ¿Cuál ha sido su mayor aportación?
Me siento una orgullosa sucesora de Simón de Rojas Clemente, un ilustrado español que fue quien propuso el término en 1804, hoy usado internacionalmente. Él desarrolló el primer método científico de estudio y descripción de las variedades de vid. De una forma más modesta, yo he desarrollado un método de reconstrucción de la hoja media típica de las variedades de vid. Esto permite la obtención de una hoja tipo de cada una de ellas y, sobre todo, comparar estadísticamente, en función de su forma, las hojas tipo de las distintas variedades de vid existentes en el mundo, que se cree son más de 5.000.
VIDES REALES EN RETABLOS DEL SIGLO XVII
– En otro de sus trabajos, logró datar la antigüedad de algunas variedades que estaban representadas en retablos barrocos de la zona. ¿Cómo fue esa labor?
El principal motivo decorativo de las columnas salomónicas de los retablos barrocos del siglo XVII eran las hojas y racimos de vid. Esto nos sirvió para plantear la hipótesis de que los artistas utilizaban como modelo hojas y racimos de variedades de vid reales que crecían en el entorno de las iglesias en las que se construía cada obra. El estudio nos permitió demostrar que ya en el siglo XVII existían en esas zonas algunas variedades concretas como Tinta Castañal, Albarello, Albariño, Doña Blanca o Loureira en determinados puntos de Galicia. O que el Palomino Fino de Andalucía fue introducido en Asturias en el siglo XVII, antes de lo que nosotros pensábamos.
– ¿Cómo vocal de la AMIT, cómo cree que habría que combatir el techo de cristal con que se encuentran muchas mujeres científicas?
En primer lugar, siendo las mejores, que nadie nos pueda decir que estamos ahí por ser mujeres, sino porque nuestros méritos y valía profesional hacen que merezcamos ocupar ese puesto por encima del resto. En segundo lugar, atreviéndonos a reivindicar esos puestos cuando creemos que somos merecedoras de ellos o defendiendo a otras colegas que deberían ocuparlos. En tercer lugar, siendo algo más ambiciosas. Un poco de ambición sana, no es mala. Muchas veces somos nosotras mismas las que decimos “no” ante las oportunidades que se nos plantean.
Imágenes cedidas por Carmen Martínez