Minerales, agua, energía o madera. Nuestros países están llenos de ecosistemas y recursos naturales que tienen un importante valor económico y, sin embargo, no se tienen en cuenta al contabilizar la riqueza de cada estado.
Cuando un país explota sus minas o contamina sus mares, está agotando un patrimonio del que puede depender el bienestar de futuras generaciones.
El Basque Centre for Climate Change (BC3) ha colaborado con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para crear una aplicación que, basada en una herramienta de inteligencia artificial desarrollada por el profesor Ferdinando Villa y su equipo, es capaz de valorar las contribuciones que la naturaleza hace a la prosperidad económica de cada país. En otras palabras, permite contabilizar su capital natural, algo que puede ayudar a los países a dibujar sus estrategias para hacer frente al cambio climático, crear empleos verdes y dibujar un futuro más sostenible.
Lo que falta en el PIB
El capital natural hace referencia a todos aquellos recursos que nos ofrece la naturaleza y que tienen beneficios tanto para el mantenimiento de los ecosistemas como para la producción de bienes. Por ejemplo, la madera, los animales, el agua y las tierras cultivables. Suponen un bien fundamental y una parte significativa de la riqueza mundial.
Hasta hoy, gran parte de estos bienes ha sido olvidada al contabilizar el desempeño de los países. “El producto interior bruto (PIB), uno de los mayores indicadores económicos del bienestar de un país, no tiene en cuenta el capital natural. Es decir, los recursos naturales que las futuras generaciones pueden utilizar para seguir viviendo con los estándares que tenemos hoy”, explica Alessio Bulckaen, Natural Capital Accounting Officer del BC3.
Lo cierto es que el PIB no muestra la contribución completa de recursos como bosques, humedales y tierras cultivables. Si tomamos como ejemplo los árboles, vemos que algunos bienes sí se contabilizan, ya que tienen valor de mercado. Es el caso de la madera o los frutos, por ejemplo. Sin embargo, hay otros que no se reflejan en el PIB y tienen un impacto directo en la economía.
“La lista es larga. Las raíces de los árboles, por ejemplo, juegan un papel importante en caso de terremotos o inundaciones, ya que absorben agua del terreno y el suelo no se deshace tanto. Además, los árboles contribuyen a la absorción de dióxido de carbono, preservan la biodiversidad y actúan como filtros naturales”, explica Bulckaen.
Otro punto de vista
Para darle la vuelta a esta situación, es fundamental pasar a contabilizar el capital natural y reflejar el verdadero valor de la naturaleza en lo sistemas económicos. La idea no es nueva: hace décadas que se alerta de que el sistema actual está orientado al uso sin control de los recursos naturales. De acuerdo con la ONU, la economía mundial se ha multiplicado por cinco durante las cinco últimas décadas. Y el coste que esta mejora ha tenido para el medioambiente ha sido enorme.
La tecnología es parte de la solución para medir las contribuciones de la naturaleza a la prosperidad y el bienestar. Un buen ejemplo es la herramienta de inteligencia artificial ARIES for SEEA, creada por la ONU y el BC3. Esta recoge información integrada por expertos en diferentes ámbitos y áreas que después puede combinarse para dar respuesta a diferentes cuestiones. Su nombre, ARIES, hace referencia a inteligencia artificial para el medioambiente y la sostenibilidad (por sus siglas en inglés).
¿Cómo se mide el capital natural?
El primer punto a tener en cuenta es que la herramienta creada por el BC3 se basa en el Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica (SEEA, también por sus siglas en inglés) de la ONU. Este ofrece una metodología para compilar el valor de una variedad de recursos y vincularlo a la economía. En otras palabras, intenta crear un sistema de contabilidad paralelo al PIB que tenga en cuenta los recursos para hacer un uso eficiente e inteligente de los mismos.
De acuerdo con Bulckaen, a la hora de medir el capital natural deben tenerse en cuenta dos dimensiones. La primera es la biofísica, y permite medir cuánto proporciona un ecosistema a su entorno. “Cambia en función de cada ecosistema, ya que algunos aspectos tienen efectos a nivel global, mientras que otros tienen un efecto más local. Por ejemplo, el secuestro de dióxido de carbono (CO2) tiene un impacto global, mientras que la preservación de una determinada especie tiene consecuencias, sobre todo, dentro del propio ecosistema”.
La segunda parte del proceso busca dar a este valor ecológico y biofísico un valor financiero. De acuerdo con Bulckaen, es la más complicada, porque junta dos escalas de conocimiento que pocas veces han ido unidas: la ecología y la sociología.
“Por primera vez, hemos juntado el mundo de los modelos biofísicos con el mundo estadístico para entender cuánto proporciona cada ecosistema a su entorno”
“ARIES for SEEA tiene la capacidad de integrar en una misma plataforma diferentes aspectos necesarios para entender el valor de cada recurso o ecosistema. Por primera vez, hemos juntado el mundo de los modelos biofísicos con el mundo estadístico, más relacionado con la sociología y la economía, para entender cuánto proporciona cada ecosistema a su entorno”, explica Bulckaen. “Tenemos que ser muy humildes al hacer esto, porque no sé si alguna vez seremos capaces de dar un valor exacto de lo que la naturaleza proporciona a los hombres. Pero es importante empezar a hacer una aproximación”.
Abierta, democrática y en busca de la sostenibilidad
La herramienta del BC3 está basada en sistemas de machine reasoning. De acuerdo con Bulckaen, una forma de inteligencia artificial más ética, controlable y fiable que el machine learning, ya que son los expertos los que introducen la información en el sistema.
Está abierta para consulta para que cualquier ciudadano interesado pueda consultar el capital natural de un ecosistema o recurso (tan solo es necesario registrarse para acceder posteriormente a la plataforma).
Su objetivo final es facilitar a los Gobiernos medios para conocer su riqueza y poder tomar decisiones en consecuencia. “Queremos crear un mundo en el que cada país pueda calcular su capital natural de forma rápida, automatizada y de acuerdo a estándares aprobados por las Naciones Unidas”, explica Bulckaen. “Hasta ahora, la política ha fallado al dejar de lado la naturaleza. No tenemos idea de a dónde vamos. Es como si fuésemos en un coche a toda velocidad, pero sin atender a la dirección, y resulta que nos dirigimos hacia una pared. Tenemos que controlar todos los recursos que proporcionan bienestar y nos permiten mantener nuestra calidad de vida, para garantizar que podamos seguir usándolos en el futuro”.
«Hasta ahora, la política ha fallado al dejar de lado la naturaleza. Es como si fuésemos en un coche a toda velocidad, pero sin atender a la dirección, y resulta que nos dirigimos hacia una pared»
Contabilizar el capital natural es una forma de revelar el verdadero potencial de los países y mejorar la distribución de la riqueza, algo que será fundamental para hacer frente a los desafíos que presenta el cambio climático. “Es realmente una oportunidad para mejorar nuestro planeta, tanto a nivel ambiental como social”, zanja Bulckaen.
Actualmente, la herramienta está siendo testada en cinco países: Brasil, China, Sudáfrica, México y Países Bajos. El objetivo de sus desarrolladores es seguir ampliando sus funcionalidades y que, en los próximos años, se posicione como una referencia para calcular el capital natural y ayude a crear políticas más responsables con el medioambiente.
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Imágenes | Unsplash/Ben White, Unsplash/Emma Simpson, Unsplash/Jeremy Zero, Unsplash/Kristy Kravchenko, ARIES for SEEA