El mito del cíborg, de ese personaje mitad hombre mitad máquina, ha cautivado a literatos, dibujantes, cineastas y recientemente guionistas de series de televisión. Desde Alan Poe hace casi 200 años, a los creadores de la serie británica ‘Year and Years’, pasando por clásicos del celuloide como ‘Terminator’ o ‘Robocop’.
La palabra cyborg es el acrónimo en inglés de “organismo cibernético”. Es decir, hablamos de humanos mejorados con tecnología incorporada a su cuerpo. En realidad, y sin tener que recurrir a la ciencia ficción, ya somos un poco cíborgs. Sin ir más lejos, hoy millones de personas en el mundo llevan marcapasos o válvulas cardiacas para normalizar el flujo sanguíneo en el cuerpo. O cargan sofisticadas piezas de titanio para fortalecer huesos o reemplazar articulaciones desgastadas.
La implantación de dispositivos tecnológicos en nuestros cuerpos para evitar disfunciones de nuestros órganos o potenciarlos es una tendencia que se consolida y una realidad que cada vez vemos con menos sorpresa, a medida que avanza la ciencia médica. Pero la cosa puede salirse del tiesto.
El antropólogo y best-seller israelí Yuval Noah Harari describe en su libro ‘Homo Deus’ un futuro donde el hombre tendrá un papel secundario frente a las tecnologías de gestión masiva de los datos y a los sistemas de inteligencia artificial. Y también dice que la igualdad entre las personas saltará por los aires por las mejoras genéticas y los implantes tecnológicos que algunos serán capaces de pagarse y otros no.
Implantarse un chip para hacer la vida más fácil
Volviendo al aquí y al ahora, la gran sorpresa hoy en España es que muchas personas se muestran dispuestas a implantarse dispositivos electrónicos en su cuerpo. Pero no por motivos de salud, sino simplemente para hacer más fácil su vida diaria.
Y, sobre todo, para sustituir al smartphone, que se ha convertido en una potente extensión de nuestro cuerpo. El móvil nos permite pagar en una tienda, encender y apagar luces y electrodomésticos, orientarnos por la calle, sacar fotos, abrir y cerrar puertas o fichar en la oficina, entre otras muchas cosas.
Una encuesta realizada entre 1.700 personas por la aseguradora Línea Directa, a finales del año pasado, confirma esta afición aparentemente disparatada de los españoles por los implantes tecnológicos. Así, un 20% de los consultados dijo que es favorable a implantarse un chip en el cuerpo que le dé las funciones de su teléfono.
Funcionalidades preferidas
En este sentido, poder almacenar miles de datos (46%), tener una cámara de visión integrada (31%), como las protagonistas de la serie ‘Years and years’, y contar con un GPS (27%) son las funcionalidades preferidas por los ciudadanos para instalarlas en su cuerpo. Estar siempre localizable y no tener que cargar dispositivos físicos encima son aspectos muy valorados.
Curiosamente, el estudio de Línea Directa muestra que las ganas de convertirnos en cíborgs va por barrios. O, mejor dicho, por comunidades autónomas. Así, los riojanos o los andaluces son los más proclives a implantarse un chip (un 28 y 26%, respectivamente, así lo dijeron). En Navarra, sin embargo, entusiasma poco la idea (10%).
Eso sí, los ciudadanos de este país no ignoran los problemas que podría tener la implantación de un dispositivo así en sus cuerpos. Casi un 60% es consciente de las complicaciones de salud de integrar un cuerpo extraño. Mientras que un 57% también se mostró preocupado por lo que supone ceder datos de la vida personal a terceros.
También, seis de cada 10 personas son conscientes de que esta tecnología generaría desigualdades sociales, ya que solo aquellos con más recursos podrían convertirse en un cíborg. Pero, en todo caso, a casi un tercio de los españoles no le importaría estar monitorizado en sus rutinas con un chip si a cambio obtienen, por ejemplo, descuentos en productos y servicios.
El móvil, centro de la vida actual
En su encuesta, Línea Directa también midió el grado de dependencia que tenemos del smartphone, que es bastante alto en la actualidad. Así, el 21% de los ciudadanos reconoce “sentir ansiedad” si no llevan este aparato encima. Hasta el punto de ser capaces de volver a casa a por él. Y un 30% reconoce ser incapaz de realizar cualquier actividad durante más de una hora sin consultar su celular.
A pesar de este enganche, los españoles no ignoran la pérdida de capacidades cognitivas que trae aparejada esta dependencia. El 46% admite haber perdido capacidades desde que tienen móvil. Y el 56% no recuerda más de cuatro números de teléfono. Más de la mitad dijo que tendría muchas dificultades para llegar a un nuevo destino sin disponer de GPS. Además, dos de cada tres encuestados afirman que su adicción afecta a sus relaciones personales. En fin, que sin el móvil, hoy por hoy, no somos nada.
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