Uno, dos, tres. Cien, doscientas, trescientas. Mil, dos mil, diez mil. El goteo de víctimas mortales es constante. La guerra de Ucrania va ya camino de convertirse en uno de los conflictos modernos más sangrientos.
Con el paso de las semanas, el recuento de víctimas se ha transformado en una rutina más de estos tiempos convulsos. Al menos, para quien hace los números desde la distancia. Las cifras oficiales, de acuerdo con Reliefweb, la plataforma dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hablan de más de 4600 civiles muertos. Cerca de nueve millones de personas han necesitado ayuda humanitaria y cinco millones han abandonado el país como refugiados, siempre según la ONU.
Las cifras no oficiales, sin embargo, son mucho más abultadas. El gobierno ucraniano estima que han muerto más de 28 000 civiles y reconoce más de 10 000 víctimas mortales en su ejército. Mientras, Rusia habla de más de 23 000. Los fallecidos entre las tropas rusas también se acercarían a los 30 000, según cálculos recogidos por la BBC.
Sin embargo, en Ucrania hay otra víctima bastante más invisible: el medioambiente. Las consecuencias de la guerra en los ecosistemas, las tierras de cultivo y las aguas del país también perdurarán en el tiempo. El grupo ecologista local Ecoaction está recopilando desde el inicio del conflicto las pruebas de los daños ambientales de la invasión. Hasta ahora han registrado más de 320 desastres ambientales de todo tipo, desde destrucción de centrales energéticas hasta daños directos a la flora y la fauna.
Los daños medioambientales de la guerra de Ucrania
Las guerras han sido a lo largo de la historia una de las causas principales de la destrucción de ecosistemas y la pérdida de vida salvaje, según Cruz Roja. Además, son una fuente importante de emisiones de los gases de efecto invernadero que están cambiando el clima. Los grandes ejércitos, como los de Estados Unidos y Rusia, emiten más que la mayoría de países del mundo, de acuerdo con el Conflict and Environment Observatory.
Por otro lado, en naciones industrializadas, como es el caso de Ucrania, se pueden producir episodios de contaminación química considerables. Muchos derivados de la destrucción de centrales eléctricas, plantas petroquímicas e instalaciones de almacenamiento de gas y petróleo, por poner solo algunos ejemplos.
Daños en centrales e instalaciones industriales
El 24 de febrero de 2020, en el primer día de la invasión rusa de Ucrania, todas las miradas apuntaron a un lugar de la frontera con Bielorrusia. Las tropas rusas habían tomado Chernóbil. El miedo a un vertido de material radiactivo de la mítica central, inoperativa desde su accidente en 1986, se extendió con rapidez. Incluso la Agencia Internacional de Energía Atómica mostró su preocupación y acabó enviando una misión de inspección a la zona que no concluyó hasta finales de mayo.
A pesar de su impacto mediático, la situación parece haber estado siempre bajo control en Chernóbil. Las tropas rusas abandonaron la zona un mes después de ocuparla. Sin embargo, los incidentes en plantas energéticas e instalaciones nucleares se han multiplicado en territorio ucraniano. Según el recuento de Ecoaction, se han producido más de 160 accidentes industriales y otro medio centenar han ocurrido en centrales eléctricas. La mayor parte han sucedido en el este y el sur del país, las zonas donde el conflicto ha sido más intenso.
De acuerdo con la organización, los continuos bombardeos de enclaves estratégicos por su importancia industrial y energética han provocado múltiples incendios en las infraestructuras que, a su vez, han contaminado el aire, el suelo y el agua a su alrededor. Además de los gases tóxicos derivados del fuego, el riesgo de filtraciones a los acuíferos y contaminación del terreno es elevado. Aun así, el alcance real del impacto todavía es desconocido.
Otra fuerte importante de contaminación de las aguas y los suelos son los vertidos de productos derivados del petróleo. Estos se han concentrado, sobre todo, en el mar Negro y el mar de Azov, en el sur del país. Allí, los puertos ucranianos (como el de Mariupol, en la fotografía superior) han sido objeto de ataques continuados y escenario de algunas de las batallas más prolongadas de la guerra hasta el momento. Los vertidos afectan en especial a las capas superficiales de mares y ríos e interrumpen los ciclos de nutrientes y de intercambio de energía en el agua, lo que daña la biodiversidad.
Impactos directos en los ecosistemas
Al inicio del conflicto, cuando todo apuntaba a que la guerra sería breve, las fuerzas armadas rusas utilizaron las carreteras para llegar con rapidez a sus objetivos militares. Sin embargo, a medida que ha pasado el tiempo, el conflicto se ha extendido por el resto del territorio. Se han abierto nuevas vías para el paso de tropas, se han cavado trincheras y se han despejado bosques. Según el último balance del ministerio de Recursos Naturales de Ucrania, alrededor de 6500 de bosques han ardido como consecuencia directa de la guerra.
De acuerdo con los registros de Ecoaction, cerca de 900 puntos que tenían condición de protegidos por su riqueza natural y paisajística se han visto afectados por los combates y los bombardeos. Entre ellos, 200 reservas que forman parte de la ‘red Esmeralda’, una figura creada para proteger zonas de especial biodiversidad en Ucrania. Aunque ocupa menos del 6 % de la superficie de Europa, el país alberga a un tercio de la biodiversidad del continente. Y es una de las zonas de paso más importantes para los animales migratorios.
Las consecuencias reales de la guerra de Ucrania en el medioambiente no se podrán medir hasta después del conflicto. “Después de la guerra, nos enfrentaremos las consecuencias de los ataques: ecosistemas destruidos, suelos contaminados, pérdidas de biodiversidad y mayor incidencia de plagas en los bosques. Además, el país necesitará muchos recursos naturales para reconstruirse”, señalan desde Ecoaction. Lo que sí es seguro, como sucederá con la salud física y mental de los ucranianos, sus infraestructuras y su economía, es que los impactos de la guerra en el medioambiente perdurarán durante años.
Imágenes | Unsplash/Viktor Hesse, Mikhail Volkov, Ecoaction