Las personas con algún tipo de discapacidad han sufrido durante siglos abandono, burlas y vejaciones por parte de algunas personas consideradas “normales”. Pero la tecnología está a punto de cambiar esto, dotando de sobrecapacidades precisamente a quienes no las tenían.
Las Paraolimpiadas serán reflejo de ello, resultando más interesantes que las Olimpiadas tradicionales. Mientras que estas seguirán estáticas a lo largo del tiempo, las Paraolimpiadas tienen la posibilidad de romper las normas y moldes del pasado y catapultarnos al futuro del ser humano.
las personas con discapacidad podrán actualizarse, las capacitadas no
Aunque con un argumento arriesgado, rompedor y realmente atrevido, Yuval Noah Harari, historiador y futurólogo del que ya hemos hablado en más de una ocasión en nobbot, dio una conferencia en octubre de 2016 para presentar su libro Homo Deus en España en la que comentó que «se espera que dentro de 10 o 12 años los récords de verdad ya no ocurrirán […] en los Juegos Olímpicos, sino en los juegos paralímpicos. Los juegos paralímpicos se convertirán en algo mucho más interesante […] que los juegos olímpicos»
El motivo de esto es que los discapacitados podrán actualizarse y convertirse así en sobrecapacitados en muchos ámbitos. Por ejemplo, en el de la psicomotricidad fina.
En la actualidad, las manos biónicas son muy básicas si las comparamos con las sofisticadas manos humanas. Una persona carente, por ejemplo, del brazo derecho y que se haya sometido a una operación para instalar un brazo biónico, probablemente siga considerándose una persona con cierta discapacidad porque todavía no ha alcanzado la capacitación media de los humanos.
Pero acudamos al momento, no muy lejano en el tiempo, en que las manos biónicas superen a sus equivalentes orgánicas. Una persona que posea un brazo biónico 1.0 (inferior a la capacitación humana considerada como normal) y que lo actualice al 2.0, superior a la capacitación humana normal, habrá pasado de la discapacidad a la sobrecapacidad a través de una actualización. Al menos en lo que se refiere a la psicomotricidad fina.
Es algo que los humanos “normales” no podemos hacer, y que queda fuera de los Juegos Olímpicos.
Los coches de Fórmula 1 como prótesis e impulso de tecnología
Puede que los implantes biónicos nos parezcan demasiado futuristas a pesar de que ya se están instalando en las personas y tecnologías como la háptica están potenciando sentidos como el tacto. Es decir, que nos sintamos más cómodos con la idea de prótesis o wearable.
Pensemos en la Fórmula 1, una disciplina deportiva que podríamos nombrar casi como una relación de amor entre las personas y las máquinas (no lo los pilotos, sino también el equipo de mecánicos), destacando cómo la tecnología desarrollada allí ha mejorado la vida de personas que en principio no tienen nada que ver con este tipo de competiciones deportivas.
Hasta la llegada de la F1, el ser humano había competido haciendo uso de herramientas mecánicas más o menos complejas (una raqueta, una bicicleta, e incluso un velero). De hecho, se sabe que en las Olimpiadas se competía completamente desnudo para demostrar hasta dónde era capaz de llegar el ser humano por su cuenta.
Aunque desnudos de tecnología hemos superado nuestras marcas durante varios milenios, vestidos con un traje de coche de Fórmula 1 hemos superado metas consideradas imposibles.
Se ha mejorado la seguridad al volante gracias al conocimiento de impactos y a los nuevos materiales, llevado al límite técnicas de elementos finitos que hoy día se usan para aumentar la seguridad en la construcción, reducido las emisiones de los motores térmicos y demostrado que los eléctricos son el futuro, y conseguido recuperar energía de la frenada (KERS), algo que dispara la eficiencia en la conducción, entre muchos otros logros.
Logros imposibles de conseguir sin la fusión entre las personas y la tecnología, una relación que veremos cada día más cotidiana.
Relación entre el ser humano y las máquinas, y la capacidad de superarnos
En palabras del artista Neil Harbisson, los pilotos no solo usan tecnología sino que son tecnología porque la sienten como parte de sí mismos. De hecho, los mayores avances para mejorar los vehículos de F1 han surgido del entendimiento de los pilotos sobre el comportamiento de sus vehículos, que no deja de ser una prótesis para ir más rápido y enfrentarse a otros pilotos en una carrera.
La única diferencia técnica entre un brazo biónico y un coche de Fórmula 1 es el objetivo que persigue. En la actualidad, los brazos biónicos persiguen restituir una capacidad perdida (restitución), mientras que la F1 busca superar las capacidades humanas (adición).
Pero, ¿qué ocurrirá cuando las paraolimpiadas decidan no ser solo restitutivas, sino que deseen superar las capacidades humanas?
Vayamos a algo tan básico como la zancada humana. Este valor viene determinado por la altura de la persona, y por tanto por la longitud de sus piernas, así como la elasticidad de estas, que aporta un plus de distancia. ¿Qué impide a una persona que use prótesis elevar 5 o 10 cm su altura y ganar así una zancada más larga con la que caminar más deprisa? ¿O reducirla en la misma proporción para ganar estabilidad y jugar mejor a deportes de pelota?
A nivel técnico, nada. El impedimento para que una persona con una discapacidad física convierta esta en una sobrecapacitación es normativo, jurídico, ético y cultural, no técnico.
Pero tenemos que pensar cómo ha cambiado la vida corriente de las personas gracias a los avances técnicos desarrollados en la Fórmula 1 para imaginar lo que nos espera si las Paralimpiadas cambian el enfoque que las limita y condiciona muy por debajo de sus capacidades.
Todos somos personas con discapacidades en una u otra forma, y la empatía ayuda
No todo tiene que ver con la tecnología. Hace años, cuando la esperanza de vida era más corta, las enfermedades resultaban fulminantes en poco tiempo y cualquier secuela física te incapacitaba para vivir, resultaba complejo ponerse en lugar de la persona a la que le faltaba algo para llegar a percibir el mundo o comunicarse con él del modo en que la gran mayoría lo hacía.
Pero hoy día cada vez más personas usan gafas o lentillas para poder ver como lo hacen los demás. Inventos como los audífonos, pensados en principio para personas de edad avanzadas, llevan años entrando en los colegios de la mano de pequeños de tres años que necesitan esta tecnología para poder relacionarse. Las sillas de ruedas son hoy día más comunes que nunca, y la adaptación de los entornos urbanos, aunque lenta, se lleva a cabo mes a mes.
Hoy día no tenemos que pensar en cuánta capacitación perderemos al hacernos mayores. Oído, vista, olfato, tacto y gusto irán en cabeza seguidos del equilibrio, para empezar. La cognición se resentirá y nuestra movilidad se verá reducida.
Nos miramos a nosotros mismos y pronto descubrimos esa prótesis, más o menos común, que nos permite igualarnos con el vecino, el medicamento que nos ayuda a estar a la par con el resto de las personas en primavera o los acompañantes de los que dependemos para llegar al final del día con éxito. Porque resulta que todos somos personas con discapacidades.
Hoy, las paralimpiadas tienen normas muy estrictas sobre cómo deben ser las prótesis sustitutivas de los competidores. Precisamente para que no superen las capacidades humanas que consideramos básicas ayudados por la tecnología, del mismo modo que se prohíbe el dopaje como ayuda química.
Pero, a diferencia del dopaje, disponer de unas piernas más elásticas, más resistentes o con mayor módulo de compresión, por citar algunos valores técnicos, no supone ninguna diferencia para la salud del atleta, y es probable que Harari haya dado en el clavo, y que las paraolimpiadas sean mucho más interesantes que las olimpiadas en el futuro.
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