Vida en otros planetas. Estas cuatro palabras, juntas, hacen dar vueltas a nuestra cabeza. Lo que la humanidad ha imaginado, soñado y pensado durante años podría ser una evidencia, cada vez más cercana. La NASA es una de las instituciones que lleva trabajando en los últimos años en más y más experimentos que demuestren que la vida extraterrestre es factible. Uno de los más interesantes es el que se está llevando a cabo en Atacama, el desierto chileno. ¿Nos acercamos hasta allí?
Las claves de Atacama
Buscar vida en otros planetas plantea muchos frentes en los que se puede trabajar. No se trata solo de que nos lleguen evidencias, de mandar naves a través del espacio que logren el milagro… Los investigadores de la agencia espacial norteamericana hace tiempo que están desarrollando un interesante proyecto que les puede llevar a dar nuevos pasos en esta intensa búsqueda. Y el lugar para hacerlo está aquí, en nuestra querida Tierra, tan asombrosa, diferente y exuberante en cuanto a climas y regiones.
Y es que resulta que el desierto de Atacama, en Chile, tendría unas características muy similares a las que podríamos encontrar en Marte. Y, por ello, se ha convertido en el escenario perfecto para realizar unas pruebas que podrían explicarnos si es posible que haya (o haya habido) vida en el planeta rojo. Estamos hablando del lugar más seco de la Tierra, con temperaturas extremas que pueden llegar hasta los 90 grados. Todo ello debido a la exposición de radiación ultravioleta y a la escasez de agua.
El proyecto, que se llama ARADS (Estudios de Perforación Robótica para Astrobiología en Atacama) se alargará hasta 2019 y está estructurado en cuatro fases. La segunda de ellas terminó recientemente, durante el pasado mes de marzo. Y consistió, entre otras cosas, en enviar a un equipo científico para que estudiara y documentara cómo es posible que organismos vivos puedan existir y desarrollarse bajo condiciones tan excepcionales. Unos datos e información que podrían servir para realizar formulaciones sobre lo que podría suceder en Marte. Lo más pequeño, lo más grande. Ésa es una de las conclusiones a las que llegamos cuando hablamos de este tipo de experimentos. Pues una de las claves estaría en los microbios que viven en ese desierto, que se encuentran en el interior de las rocas que forman el suelo, así como en los minerales que se hallan bajo tierra.
Los seres humanos no podemos llegar (por el momento) a planetas como Marte. Pero eso no detiene nuestra curiosidad. De hecho, son los robots y el desarrollo tecnológico las fuentes en las que ponemos nuestras esperanzas. Ellos sí pueden viajar a través del espacio y aterrizar en los lugares que sirvan para nuestra exploración. Pero, eso sí, ¿aguantarán físicamente las condiciones de cada planeta?
Para experimentar sobre ello, también sirve Atacama. Un vehículo Mars Exploration Rover, como el que viajó a Marte, equipado por un potente taladro y un «brazo» mecánico, trabaja también en el desierto para que los investigadores lo prueben y comprueben. Y puedan saber qué se puede esperar de su trabajo en Marte, de las posibilidades reales para encontrar información útil, necesaria y relevante.
La intención final del proyecto sería lanzar una misión simulada en 2019, y reproducirla tal y como se daría en el planeta rojo. Y saber si el Rover Mars 2020 será capaz de tomar muestras y buscar indicios de vida ¿Lo conseguirá la NASA?
Otros «mágicos» lugares
Las pruebas de la NASA en lugares de nuestra Tierra que pueden asemejarse a las condiciones de otros planetas del espacio no son nuevos. Les sirven como campo de experimentación sobre el que extraer muchas conclusiones que serán útiles para futuros viajes interestelares. Así, en 2003, era nuestro país el protagonista de uno de estos experimentos. Era en Nerva, Huelva, y más concretamente, cerca del río Tinto.
El proyecto se llamaba M.A.R.T.E. (Experimento Astrobiológico de Tecnología e Investigación para Marte). Las analogías de la zona con el planeta marciano dieron paso a este experimento que buscaba microorganismos extremófilos a través de perforaciones en el subsuelo de hasta 150 metros. El objetivo era comprobar que el instrumental robótico sería capaz de perforar la tierra y extraer materiales de estudio cuando, en un futuro, se viajara a Marte, para mejorarlo según las necesidades de la misión.
Del mismo modo, hace un año, terminó otro interesante experimento llevado a cabo en Hawái. En él, seis voluntarios vivieron aislados durante un año para simular las condiciones de vida que podríamos tener en Marte, todo con el propósito de poder enviar una misión a este planeta que, como vemos, está focalizando los esfuerzos de la comunidad científica en pos de la consecución de nuevos retos. De hecho, esa ansiada misión tripulada a Marte podría llegar en un no tan lejano 2030. Sin duda, sería un paso crucial para seguir indagando en ese misterio que nos vuelve locos, ¿hay vida en otros planetas?
Buscando otros planetas
A ver, no es muy difícil entender por qué este es uno de los temas que más nos remueven como seres humanos. Vivimos en nuestra pequeña bola azul y sabemos que fuera hay miles de planetas que ocultan tantísimos secretos. Uno de los que, sin duda, más nos interesa es el que nos dirá si hay vida en ellos. No hablamos ya de seres inteligentes, más o menos capaces que nosotros, sino microorganismos que habiten cada uno de los confines del universo.
Las palabras de Chris Impey son claves en este sentido. Según el astrónomo, en 10 o 15 años habremos encontrado esas evidencias que con tanto afán buscamos. Será vida extraterrestre, por fin, aunque no cree que se trate de seres inteligentes. El telescopio James Web, que se lanzará en 2018, será fundamental para ello. El mismo buscará vida en los nuevos exoplanetas y en sus atmósferas.
Y es que la humanidad sabe muy bien dónde puede empezar a buscar a esos vecinos espaciales. Uno de esos lugares es Encélado, una de las lunas de Saturno. De hecho, fue en abril cuando se dio a conocer un importante descubrimiento. La NASA anunciaba que se había encontrado hidrógeno en su superficie. Un hecho que podría hablarnos de una fuente de energía para la vida. Pues sería el resultado de una reacción entre agua caliente y las rocas de la luna. No se ha encontrado aún vida, pero sí existe la energía necesaria para «crearla».
Los recientes descubrimientos en Encélado no restan ni un poco de importancia a otro importante satélite del que hemos oído hablar muchísimo (y lo que nos queda). Nos estamos refiriendo a Europa, la luna de Júpiter. El 26 de septiembre del año pasado, el mundo se paraba para escuchar la rueda de prensa que dio la NASA: se había encontrado vapor de agua en Europa. La geología del satélite es muy similar a la de la Tierra: núcleo de hierro, manto rocoso, océano salado… Por eso, las expectativas de que pudiera albergar vida son muchísimas.
Como decía la canción de Siniestro Total: «¿Estamos solos en la galaxia o acompañados?» El universo es enorme y pensar que solo lo habitamos los humanos resulta bastante improbable (por no decir aburrido). La nueva carrera espacial está enfocada en el descubrimiento de esos signos de vida que nos puedan confirmar que hay alguien más ahí fuera. Por eso, lugares como Atacama, con sus condiciones tan espectacularmente extremas, son fundamentales.
Imagen | Pixabay
En Nobbot | Seguramente vivimos en un multiverso y no tenemos ni idea de qué es eso