“Las plagas, en efecto, son una cosa común, pero es difícil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza”.
La cita no se refiere a la COVID-19, aunque podría. Tampoco al siglo XXI, sino a los años 40 del siglo pasado, por actual que pueda parecer. Extraída de ‘La peste’, de Albert Camus, continúa así: “Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas”.
En realidad, esto no siempre es así. Las epidemias son habituales, pero hay países a los que les pillan por sorpresa y otros que están más preparados. En ocasiones, incluso todo el planeta consigue trabajar de forma coordinada y frenar una pandemia antes de que arrase con todo. ¿Por qué? Uno de los motivos podría ser la llamada ‘fatiga de las pandemias’.
La repetición de la gripe española
Solo ha habido una pandemia reciente que ha superado en números a la COVID-19. Y tuvo lugar hace un siglo. La gripe española, provocada por una variante del virus H1N1 o virus de la gripe A, dejó un número indeterminado de muertos (entre 50 y 100 millones) entre los años 1918 y 1920. En aquel entonces, esas cifras significaban entre un 2,5% y un 5% de la población mundial.
Aquella pandemia pasó, pero el virus no desapareció. Regresó con fuerza en los años 70 del siglo pasado e hizo saltar las alarmas en 2009. En junio de aquel año, después de varios meses acumulando contagios en varios países, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba oficialmente que una pandemia de gripe A estaba en marcha. Se daría por controlada en agosto de 2010, dejando varios millones de contagios y cerca de 20 000 muertes (oficiales). Algunos estudios posteriores, como este elaborado por el centro de control de enfermedades de Estados Unidos, señalan que la cuenta de fallecidos superó el medio millón.
A pesar de esas cifras, la situación nunca llegó a descontrolarse y el impacto de la pandemia no fue tan elevado como se pensaba. Por ejemplo, España, el primer país europeo en registrar casos, llegó a agosto de 2010 con varios centenares de fallecidos y unos 155 000 contagios. En aquel entonces, la transmisión del virus (para el que había vacuna, aunque no llegó a administrarse) se controló sin medidas drásticas.
“En 2009, estábamos más preparados porque había habido un brote de gripe aviar de 2003 a 2005. Así, cuando llega la pandemia [de gripe A] en 2009, los planes estaban en marcha y los países tenían reservas de mascarillas; el mundo estaba listo”, señala Sylvie Briand, directora del departamento de enfermedades pandémicas y epidémicas de la OMS. “Después de la pandemia de 2009, cuando nos dimos cuenta de que, al final, no había sido para tanto, surge lo que llamamos ‘fatiga pandémica’. Los países no renovaron sus planes de preparación”.
De hecho, después de la gripe aviar y del SARS-CoV-1 de 2002, la OMS recomendó a todos los países que invirtiesen en estar preparados contra posibles pandemias. En España, los gobiernos de Zapatero y Rajoy llegaron a elaborar dichos planes, aunque nunca se desarrollaron ni se dotaron de presupuesto. Así, poco a poco, fatigados, nos acercamos a diciembre de 2019.
La ‘fatiga de las pandemias’
Cuando las primeras voces de alarma llegaron desde Wuhan, pocos países las tomaron en serio. La experiencia anterior con brotes epidémicos había demostrado que el riesgo no era para tanto. De nada sirvieron tampoco las advertencias que la ciencia venía haciendo desde hacía más de una década sobre el potencial pandémico de ciertos virus teniendo en cuenta los hábitos y las dinámicas de nuestro mundo globalizado.
Así, la ‘fatiga de las pandemias’ pudo ser un factor determinante en cómo los países reaccionaron ante la primera ola de la pandemia. La mayor parte de casos de éxito de buena gestión esa primera oleada están en Asia (con Corea del Sur, Vietnam y Singapur a la cabeza). Allí, la experiencia del SARS en 2002, y del MERS en 2012 en el caso de Corea del Sur, estaba demasiado reciente como para ignorar los riesgos de los coronavirus.
Sin embargo, Europa y Estados Unidos, a pesar de contar a priori con los recursos para hacer frente a la pandemia, subestimaron la amenaza. «Después de la epidemia de 2002, se produjo una crisis económica muy aguda en Asia, por lo que estos países tenían malos recuerdos del SARS y tomaron medidas”, añade Briand. En Occidente, el recuerdo de la última pandemia severa quedaba demasiado lejos.
La fatiga y la segunda ola pandémica
Dejando las advertencias científicas a un lado, es comprensible que la primera ola de la pandemia entre febrero y mayo de 2020 pillase a muchos países desprotegidos. Pero hoy ya nadie está desprevenido ante una enfermedad que ha superado el millón de muertes y los 34 millones de contagios (según los datos de la OMS).
Sin embargo, la segunda ola está en marcha y la situación se está repitiendo en muchos puntos. España y Francia lideran las estadísticas de contagios y fallecidos en Europa. Y en Estados Unidos los rebrotes son cada vez más frecuentes. La ‘fatiga de las pandemias’ ya no puede ser señalada como una causa importante en la falta de planificación y control por parte de los gobiernos. Aun así, todavía juega su papel.
Según GAVI, la alianza por las vacunas, la ‘fatiga de las pandemias’ también se presenta cuando el impacto es tan severo y las medidas de contención adoptadas son tan estrictas que la población y las autoridades tienen dificultades para mantener un estado de vigilancia y alerta constante. Es decir, tras meses de lucha sin cuartel contra el virus, se puede tender a acelerar la vuelta a la normalidad y a sobreestimar el control de la enfermedad.
Esta paradoja, llamada también ‘fatiga de vigilancia’, no es la única que se puede asociar con la ‘fatiga de las pandemias’. A finales del pasado mayo, Christian Drosten, uno de los máximos responsables epidemiológicos de Alemania, daba la voz de alarma. El país había gestionado la primera ola de forma ejemplar y los ciudadanos se habían lanzado en masa a recuperar su normalidad.
Se había instalado una falsa sensación de seguridad, de que la COVID-19 no era para tanto. Drosten lo llamó la ‘paradoja de la prevención’, pero es otra cara más de la susodicha fatiga. Alemania está hoy en plena segunda ola, aunque la situación sea muy diferente a la de marzo. El país registra más de 2.000 contagios nuevos al día y los enfermos suben semana a semana, según la OMS.
La fatiga (en este caso, de la vigilancia) también parece haber afectado a Francia y España, con una media de más de 12.000 casos diarios en la actualidad. Sin embargo, Italia, el país peor parado en la primera ola, mantiene, por ahora, la situación bajo control.
Aunque nos cojan cansados, parece que las pandemias no siempre cogen a todos desprevenidos por igual. ¿Hará la fatiga acto de presencia en las olas que están por venir?
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