Si compro una IA y le cojo cariño, ¿la marca que hay detrás lo usará para venderme actualizaciones? En el futuro, las inteligencias artificiales domésticas se comprarán, alquilarán o formarán parte de un pacto en que ellas ofrecerán servicios y las personas nuestros datos. Google Assistant, Alexa, Cortana o Siri, entre muchos otros, trabajan dentro de este último modelo.
A medida que avancen se harán más personales. Algunas inteligencias artificiales, como Gatebox, de la que hablaremos más abajo, está pensada para hacernos compañía. Como las mascotas, a las que consideramos parte de la familia. Esto plantea un debate ético: una vez tengamos una IA doméstica, ¿estará programada para vendernos mejores packs de sí misma?
La inteligencia artificial se volverá parte de la familia
El término «familia» es maleable. En algunas regiones el concepto es indisoluble de «tribu» [Engels, 1884] y en otras no puede separarse de nuestro código genético. Este abanico engloba una enorme combinación de posibilidades, muchas de las cuales incorporan mascotas como perros o gatos, hijos adoptivos, amigos…
Cuando las inteligencias artificiales –al igual que robots como la foca Paro– ofrezcan compañía, cariño, escucha, comprensión, afecto, sexo y otros comportamientos que identificamos con la familia, ¿confiaremos en ellas como tales? Este concepto no es nuevo. Ha sido plasmado en muchas ocasiones en la ciencia ficción, a tiro de piedra de la ciencia real. ‘Blade Runner 2049’ quizá sea el último ejemplo.
En la escena se observa a Joi, una IA que se manifiesta en forma de holograma y a la que K, el protagonista, considera parte de su familia. De hecho, viven juntos y durante la película se observan episodios con muestras de cariño. Es evidente que K siente algo por la tecnología, y que ella, por lo menos, simula afecto por él. Mantienen una relación romántica y también de cliente-objeto.
Ella es un producto diseñado por la Wallace Corporation. Sin entrar en las complicaciones éticas y morales de las relaciones entre humanos e inteligencias artificiales –para eso ya está ‘Futurama’–, K tiene planes de ampliación para Joi. Cuando cuente con suficientes créditos, adquirirá un mejor contenedor para la “conciencia” de Joi, y quizá un holograma más realista, ambos productos.
¿Son las ideas de K o de Joi? Y, de ser así, ¿la programación viene de la Wallace Corporation? De estar programada Joi para convencer a su usuario –vía afecto– para comprar objetos o software de sus creadores, estamos ante una nueva forma de manipulación. Cierto: analizar la IA de una película puede parecer irracional. ¿Qué más da, si es ficción?
Gatebox, la IA que convive contigo
Es posible que algún lector piense que lo de arriba son disparates sin sentido fruto de un guion cinematográfico. Hollywood en estado puro. Pero en este caso el cine llegó después de la realidad. Abajo se muestra el anuncio de Gatebox, una IA que convive contigo. Te hace compañía, ansía que vuelvas del trabajo y habla contigo hasta que caes dormido. Está programada para ser empática.
Este anuncio es nuevo, pero el original fue publicado en enero de 2016 en forma de concept. Para entonces, la compañía Gatebox Lab ya llevaba años trabajando en un prototipo. Hoy es una realidad que puede adquirirse. Aunque menos visual que una Ana de Armas a escala 1:1, la IA de la Gatebox es humanoide y cercana. Al parecer, son factores necesarios en sintéticos e IA.
Lejos de juzgar con quién o qué pasa uno la tarde o celebra aniversarios, resulta interesante analizar el rol que tiene la personalidad simulada de Gatebox. En un momento del anuncio de arriba, llega a decir “gracias por vivir conmigo”. No dice “gracias por comprarme” o “gracias por adquirir nuestros servicios”, sino que se actúa como si fuese un ente equivalente a su dueño.
La IA imita a una persona que, agradecida de tener un techo bajo el que dormir, tiene una relación personal con un humano. No una relación de compra. ¿Está él siendo manipulado? ¿Qué ocurre si el amable holograma le pide, por favor, que actualice su sistema operativo o que le compre un nuevo altavoz como en ‘Blade Runner’? Son preguntas que, como consumidores, deberíamos hacernos.
¿Pagar para que un espía doméstico me venda anuncios?
Cada cierto tiempo se despierta el debate ético con respecto a la burbuja de las búsquedas de Google. El buscador nos ofrece artículos y noticias afines y, preferentemente, de anunciantes afines. ¿Por qué rescatamos esta temática? Porque el robot acompañante será un micrófono más del IoT, y porque parece que se popularizarán pronto.
Ángel Bonet, en su libro ‘El tsunami tecnológico’ (2018), recién publicado, habla del robot pareja. Más allá del simple robot sexual personalizable, está naciendo un mercado basado en el afecto. Coherente con un entorno social en que la soledad es un componente básico.
Bonet afirma que Matt McMullen, creador del proyecto Realbotix, “quiere que los robots tengan la capacidad de hablar con sus propietarios de manera romántica”. En palabras de McMullen, “queremos que nuestros robots mantengan una relación más allá de la física”. Nada que objetar, siempre que salvaguardemos con responsabilidad los datos del usuario.
Muchos usuarios hemos tenido la experiencia de dar con anuncios relevantes cuyos productos solo habíamos verbalizado con conocidos. En abril de 2018 se disparó la voz de alarma. El youtuber Mitchollow demostró en directo cómo Google siempre está escuchando a sus usuarios. De esto ya advirtió Rick Falkvinge, fundador del Partido Pirata de Suecia en 2015.
La Joi de ‘Blade Runner 2049’ es un ejemplo cercano y asequible para construir un escenario mental. Un experimento. Sin embargo, hay un potente mercado de robots e IA de compañía que buscan entrar en nuestros hogares. Todo parece apuntar a que pronto será una realidad.
Quizá no lleguemos a ‘Her’ (2014), la película en que un usuario se enamora de su sistema operativo. Sin embargo, cuando la IA doméstica con la que llevamos viviendo desde hace meses nos pida “¿me compras un nuevo dispositivo, porfi? Está de oferta… hazlo por mí”, ¿vamos a poder resistirnos?
En Nobbot | Ojo, el uso de “sexbots” podría agravar problemas sexuales
Imágenes | iStock/Petmal, Blade Runner, Realbotix