18 millones de hectáreas de bosque calcinadas en lo que va de año. Los incendios son habituales en el verano australiano, pero las cifras de la temporada 2019-2020 se salen del gráfico.
Los fuegos han afectado a muchas de las áreas protegidas del país y 113 especies de animales se han visto seriamente afectadas (más de un 30% de sus poblaciones quemadas o muertas), según datos del Ministerio de Medioambiente del país. Solo en Nueva Gales del Sur, el estado más castigado por el ya conocido como Black Summer, se quemaron más de 5,4 millones de hectáreas. Eso es más del doble de la superficie de la Comunidad Valenciana.
De hecho, por primera vez en 240 días, Nueva Gales del Sur declaró la semana pasada que no tenía focos activos. Ocho meses consecutivos con bosques ardiendo. Mientras los datos y la ceniza se amontonaban, y con el recuerdo de los fuegos del Amazonas todavía fresco, empezaron a llegar las primeras explicaciones. ¿Estamos ante algo extraordinario y puntual? ¿O existe una tendencia detrás de la especial virulencia de los incendios de este año?
Los científicos trabajan contra el reloj para conocer en detalle el papel del cambio climático en los incendios que han arrasado Australia. Y los primeros resultados han empezado a llegar.
Un 2019 tórrido y el ejemplo de 2018
Largos veranos de altas temperaturas y sequedad extrema. El clima australiano convierte a la isla en uno de los lugares más propensos del planeta para los incendios. De hecho, existen registros de incendios catastróficos desde mediados del siglo XIX. Pero esa aparente normalidad no debe restarle importancia a lo excepcional de la situación que se ha vivido en los últimos años, o eso dice la ciencia al menos.
2019 ha sido el año más cálido en todo el planeta desde que se tiene registro, según la Organización Meteorológica Mundial (WMO, por sus siglas en inglés), una agencia dependiente de la ONU. ¿Es algo puntual? El top cinco de años más cálidos los completan 2015, 2016, 2017 y 2018. Y si hay una zona que ha sufrido especialmente las altas temperaturas, esa es Australia. Los termómetros rozaron en 2019 los 50°C en varios puntos del país y las medias anuales están 1,5°C por encima de lo habitual. Esos mismos 1,5°C que a nivel mundial marcamos como la barrera que no debemos superar.
Justo cuando el año pasado el mercurio estaba en lo más alto, un equipo de científicos de la Universidad de Nueva Gales del Sur publicaba en la revista de la American Meteorology Society un estudio analizando las causas detrás de los incendios del verano de 2018. Para ellos no había dudas: el calentamiento global causado por las emisiones de origen humano había generado las condiciones perfectas para unos incendios especialmente intensos. Así que, siguiendo el ejemplo de 2019, la ciencia trabaja para desvelar la relación entre un 2019 tórrido y una temporada de incendios excepcional en Australia.
INCENDIOS Y cambio climático en Australia
Aunque hay varios estudios en marcha, los primeros resultados no han tardado en llegar. Confirman lo que ya se sospechaba. El cambio climático no prende la mecha, pero sí multiplica las probabilidades de que ardan los bosques. El estudio, de la World Weather Attribution, analizó los datos de los incendios de Nueva Gales del Sur, el llamado índice de clima de incendios forestales y los históricos climáticos desde el año 1900. Estas son sus conclusiones:
- La probabilidad de temporadas de incendios como la vivida a finales de 2019 y principios de 2020 se ha incrementado un 30% desde principios del siglo XX por culpa del cambio climático.
- Las temperaturas de la ola de calor que afectó a Australia habrían sido cerca de 2°C más bajas, de media, en el año 1900. Las probabilidades de que se alcancen las temperaturas récord de 2019 se han multiplicado por 10 respecto a principios del siglo XX.
- La fuerte sequía se debió, sobre todo, a la excepcionalidad de dos fenómenos atmosféricos: la oscilación antártica y el dipolo del Océano Índico. La relación entre el cambio climático y el refuerzo de dichas anomalías no está clara.
- De alcanzarse una subida de las temperaturas de 2°C respecto a la media, las probabilidades de que se repitan incendios como los de 2019 se multiplicarán por cuatro.
Los resultados todavía deben ser revisados y contrastados frente a otros estudios que están en marcha. Por ello, los investigadores insisten en que su interpretación de los datos ha sido muy conservadora y que la relación entre los incendios y el cambio climático podría ser mayor.
2050, primer año sin invierno
Las medias siempre esconden los extremos. Por eso, aunque el planeta se esté calentando, podemos vivir episodios como los provocados por el vórtice polar en Norteamérica el pasado invierno. Y aunque la temperatura global ‘solo’ haya aumentado en 0,9°C desde 1900, los termómetros se disparan en Australia y otras zonas del planeta.
Hace ahora exactamente un año, los científicos del ANU Climate Change Institute pronosticaron que Australia se quedaría sin invierno dentro 30 años. Es decir, en 2050 los australianos alcanzarán las temperaturas típicas de verano en sus meses de invierno astronómico. Durante los meses de verano lo habitual serán olas de calor por encima de los 40°C durante semanas. Un nuevo verano. Y eso que, para hacer estos pronósticos, los investigadores no incluyeron los registros excepcionales de 2019.
Escuchen a los científicos y a los bomberos
Los datos nos sorprenden cada vez menos. La ciencia del clima lleva ya muchos años haciendo sonar las alarmas, pero el consumo de combustibles fósiles y las emisiones de gases de efecto invernadero parecen lejos de reducirse. Coincidiendo con el final de la crisis de los incendios en Australia, 80 investigadores reputados del país publicaron una carta llamando, una vez más, a actuar.
“Aunque sean muchos los factores que han contribuido a la crisis de incendios forestales, no se puede ignorar el papel de la temperatura y la sequedad excepcionales […] Estos resultados han sido predichos desde hace décadas. Deberíamos escuchar las voces, no solo de nuestros científicos, sino también de aquellos que están en primera línea combatiendo incendios. El mensaje es claro: la situación se está volviendo cada vez menos manejable a medida que el riesgo extremo de incendio se vuelve más habitual”, señalan en la carta.
Piden más investigación, más medidas de contención y una estrategia clara para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. “Australia no va a resolver el cambio climático por sí misma. Pero la visibilidad actual de Australia como zona cero tanto de los impactos climáticos como de la incertidumbre política que generan es una oportunidad única para liderar la lucha frente a este desafío”, concluyen los investigadores.
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Imágenes | Unsplash/David Clode, NASA/EOI, MODIS, Wikimedia Commons