Es el único mar sin costas. Una región maldita para los barcos a vela. Un quebradero de cabeza para los exploradores de los siglos pasados. Y, ahora, además, el mar de los Sargazos parece haberse desbordado.
Fueron los navegantes portugueses del siglo XV los que le dieron nombre. Decían que la región estaba densamente poblada de un alga con racimos similares a una variedad de uva que conocían como salgazo. Hoy, este bosque marino limitado por las corrientes oceánicas se ha convertido en un puente que une las dos orillas del Atlántico. Su máximo histórico se registró en 2018: 8.850 kilómetros de longitud y una biomasa estimada de más de 20 millones de toneladas.
¿Qué es el mar de los Sargazos?
“El mar de los Sargazos, hablando propiamente, cubre toda la parte sumergida de la Atlántida. Algunos autores han llegado incluso a mantener que las espesas hierbas de las que está sembrado las ha arrancado de las praderas de ese antiguo continente. Es más probable, sin embargo, que esas masas herbáceas, algas y fucos, arrancadas de las orillas de Europa y América, hayan sido arrastradas hasta esa zona por la corriente del Golfo”. Así describe Pierre Aronnax, a bordo del Nautilus, su paso por el mar de los Sargazos.
Además de en las ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’ de Julio Verne, el mar de los Sargazos es protagonista habitual de novelas de aventuras y crónicas de viajes debido a su fama de cementerio de barcos. La densidad de las algas (sargazos) que lo pueblan es tal que a menudo los navíos se quedaban atrapados durante semanas. Desde que los europeos supieron de su existencia en el siglo XV, el número de historias se multiplicó.
Pero, en realidad, el mar de los Sargazos es un giro oceánico. Una zona de aguas relativamente tranquilas que se mueven en el sentido de las agujas del reloj. Sus aguas son cálidas en superficie, muy saladas y claras, ya que tienen pocos nutrientes. Son estas aguas superficiales las que aprovechan los sargazos para proliferar. Delimitado por la corriente del Golfo (al oeste), la corriente de Canarias (al este) y la corriente Ecuatorial del Sur (al sur), el mar se extiende por más de tres millones de kilómetros cuadrados. O, al menos, se extendía.
De mar a cinturón oceánico
Un factor humano y uno natural. Ambos combinados para fertilizar el océano y rebautizar el mar de los Sargazos. A partir de ahora lo conoceremos como GASB. Las siglas en inglés de gran cinturón atlántico de sargazo. Así lo han llamado los investigadores de las universidades de South Florida y Florida Atlantic y el Instituto Tecnológico de Georgia en el paper ‘The great Atlantic Sargassum belt’ publicado en ‘Science’ el mes pasado.
Analizando los datos del espectrorradiómetro Modis instalado en los satélites Terra y Aqua de la NASA entre 2010 y 2018, los científicos han descubierto que los afloramientos de sargazo son cada vez mayores y llegan a cruzar el océano. “La escala de estos afloramientos es enorme, lo que convierte a las imágenes por satélite en una excelente herramienta para detectar y seguir sus dinámicas a lo largo del tiempo”, señala Woody Turner, responsable del programa de predicción ecológica de la NASA.
En los últimos años, han empezado a surgir grandes concentraciones de sargazo en áreas en las que no se habían detectado antes. “La química del océano debía haber cambiado para que los afloramientos se saliesen de control”, explica Chuanmin Hu, de la universidad de South Florida. Y así había sido.
Los motivos del boom
El equipo analizó los patrones de consumo de fertilizantes en Brasil, las tasas de deforestación de la selva amazónica, las descargas del río Amazonas o la concentración de nitrógeno y fósforo en el océano Atlántico, entre otros factores. El patrón parece claro, aunque todavía necesita ser investigado en profundidad. La explosión del sargazo está relacionada con el aumento de la deforestación y el uso de fertilizantes desde el año 2010.
Además, se detectaron otros factores importantes. Por ejemplo, los afloramientos de nutrientes desde el occidente africano. Y los cambios en los patrones de precipitaciones. En 2009, un año de fuertes lluvias en la cuenca del Amazonas, se produjeron cambios en la salinidad del océano y la presencia de sargazo fue menor.
“En última instancia, todo esto está relacionado con el cambio climático porque se ve afectado por las precipitaciones y la circulación oceánica […] Probablemente, estas eclosiones están aquí para quedarse”, añade Chuanmin Hu.
El impacto del sargazo
El mar de los Sargazos no es conocido por ser una zona de alta biodiversidad. Sin embargo, es el lugar donde desovan las anguilas que luego llegan a los ríos de Norteamérica y Europa. Y se cree también que es una zona de refugio habitual para alevines de especies como la tortuga boba. En general, estas concentraciones de algas flotantes en mar abierto son un lugar de descanso y protección para muchos animales.
Sin embargo, la situación es muy diferente en las costas. Por un lado, la deposición excesiva de las algas en los fondos altera los ecosistemas y, en particular, las colonias de coral. Por otro, afecta en gran medida a la actividad turística de las costas, llegando a hacer el baño impracticable y disparando los costes de limpieza de las playas. De hecho, en 2018, Barbados declaró la emergencia nacional ante la presencia masiva de sargazo en sus costas.
Pendientes de más datos, los autores del estudio han dibujado ya un patrón para el cinturón de algas. En enero, las semillas pueblan el océano desde el mar de los Sargazos. Hasta julio, el alga se desarrolla en el Atlántico central y occidental. Hasta septiembre-octubre, el crecimiento alcanza también la costa este. Entre noviembre y diciembre, desaparece. Por ahora, no queda otra que seguir atentos a su evolución.
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Imágenes | Universidad de South Florida, iStock/rebius, Janos