Juan Ángel Vaquerizo, astrofísico y coordinador de la Unidad de Cultura Científica del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) ha escrito Marte y el enigma de la vida, en el que condensa el conocimiento que tenemos hasta el momento del planeta
“Estamos viviendo momentos cruciales en la exploración marciana. Tanto es así que el primer ser humano que pise Marte ya ha nacido, y todo apunta a que algunos de los grandes enigmas que aún esconde el planeta rojo podrían ser resueltos durante las próximas décadas”, explica Vaquerizo. Marte es especial porque ha provocado un profundo impacto en la cultura y ha impulsado de modo decisivo el avance de la ciencia en los últimos siglos. A día de hoy, es el primer objetivo astrobiológico, ya que es el mejor escenario para demostrar la existencia de vida fuera de la Tierra.
A pesar de la ingente cantidad de información sobre Marte obtenida hasta la fecha, quedan muchos interrogantes por aclarar acerca de nuestro planeta hermano. “Uno de los descubrimientos fundamentales de la exploración robótica marciana ha sido constatar que Marte fue, anteriormente, bastante parecido a la Tierra, con abundante agua líquida en su superficie, pero es necesario saber durante cuánto tiempo las condiciones en Marte permitieron al agua mantenerse en estado líquido en la superficie”, indica el responsable de la Unidad de Cultura Científica del CAB.
El origen del abundante metano presente en el planeta y el mecanismo por el que se elimina en la atmósfera tan rápidamente también es un misterio sin resolver, entre otros muchos. “Guiados por la única versión de vida que conocemos, lo que hacemos en realidad es buscar otras versiones de los organismos terrestres bajo la hipótesis de que la chispa que se inició en la Tierra pueda haberse iniciado en otros lugares bajo condiciones similares”, señala el autor del libro editado por CSIC-Catarata.
La llegada del ser humano al planeta Marte va a ser el siguiente gran salto y ya tiene fecha: la primera misión tripulada se prevé para el año 2033. Sin duda se trata de un paso trascendental, “quizá impulsado por ese instinto de supervivencia o por el afán de conquista de nuevos entornos que los organismos vivos llevan impreso en sus genes”.
Canales, la falsa prueba de vida en marte
En ese recorrido histórico por el estudio de Marte que hace el autor de Marte y el enigma de la vida, destaca un episodio que en la segunda mitad del siglo XIX revolucionó a la comunidad científica y desató la fiebre marciana. En sus observaciones del planeta, el astrónomo Schiaparelli identificó zonas oscuras y brillantes, como mares y tierras, y una intrincada red de líneas oscuras que conectaban los mares a través de las tierras. Las denominó canali, porque las comparó con los canales naturales terrestres.
El descubrimiento se publicó en 1878 y el artículo científico tuvo una gran repercusión, pero “cuando se tradujo al inglés, el termino italiano canali, que se refiere a una estructura de origen natural, fue traducido como canals, que en inglés significa estructura artificial construida por el ser humano, en lugar de utilizar el término channels, que hace alusión a una estructura de origen natural”, detalla Vaquerizo. A partir de esta imprecisa traducción, los canales de Marte se hicieron famosos y la existencia de una hipotética civilización marciana llenó páginas de artículos científicos y periódicos.
El final de esta fiebre marciana llegó 50 años después gracias Eugène Michel Antoniadi. En 1930 publicó un libro con numerosas ilustraciones fruto de su meticuloso trabajo de observación en las que no aparecía rastro alguno de canales. Conclusión: todo había sido una ilusión óptica. “Cuando el ojo humano observa una imagen poco nítida con zonas oscuras y brillantes, el cerebro completa la información que falta y crea patrones lineales entre las manchas. Los canales eran una respuesta perceptiva visual del ojo humano, no verdaderas estructuras topográficas en la superficie de Marte”, precisa Juan Ángel Vaquerizo.
De los telescopios a los rovers
Los telescopios para observar al planeta rojo dieron paso a misiones provistas de tecnología cada vez más precisa y robusta y las grandes potencias incluyeron a Marte entre los objetivos de su carrera espacial. “Se puede decir que Marte es un devorador de naves espaciales, ya que de las 44 misiones que han sido enviadas a territorio marciano hasta 2020, solo 24 han conseguido cumplir su objetivo. Actualmente hay tres misiones viajando hacia Marte, y si todo va bien, llegarán en 2021”, describe el autor.
En 1965 la Mariner 4 logró el hito histórico de sobrevolar Marte, y, desde entonces, la comunidad científica no ha parado de afrontar nuevos retos en la exploración marciana: colocar una nave en órbita marciana, aterrizar en el planeta, tomar imágenes de la superficie de Marte o llevar los Mars Explorations Rovers (MER) y conseguir que estos ingenios facilitaran todo tipo de muestras. Opportunity, uno de los dos rovers lanzados en 2004 por la NASA, funcionó durante 15 años, “una marca increíble que difícilmente será superada por otro robot en la superficie de otro planeta”.