5000 exoplanetas y subiendo. No dejamos de descubrir nuevos mundos más allá de las fronteras de nuestro sistema solar. Y, aun así, conocemos muy poco de algunos de nuestros vecinos.
Por eso, pronto podríamos volver a Urano. Un informe del panel de consejeros planetarios de la NASA señala que regresar a este gigante helado, al que no se envía una sonda desde que la Voyager 2 lo alcanzó en 1986, debería ser una prioridad. No es una decisión definitiva, pero la NASA casi siempre escucha a este panel de expertos de las academias de ciencia de Estados Unidos. La misión sería factible tan pronto como en 2031.
¿Qué sabemos de Urano?
La Tierra es el tercer planeta de nuestro sistema, empezando a contar desde el sol. La acompañan cerca de la estrella otros tres planetas rocosos: Mercurio, Venus y Marte. Los tres son conocidos desde la antigüedad, ya que son visibles en el firmamento sin la ayuda de un telescopio. También lo son Júpiter y Saturno, el quinto y sexto planeta del sistema, respectivamente. Son dos gigantes gaseosos que siempre han ocupado un lugar destacado en el cielo nocturno. La historia de Urano es muy diferente.
El séptimo planeta del sistema solar fue el primero en tener un descubridor al uso. El hallazgo lo hizo William Herschel en 1781 con la ayuda de un telescopio. Aunque al principio creía que había descubierto un cometa, fueron las observaciones de Johann Elert Bode las que al final le dieron a Urano el estatus de planeta un par de años más tarde. No es de extrañar que les costase decidirse. Es una inmensa bola de gas que orbita el sol a 2900 millones de kilómetros de distancia. Lo más cerca que está de la Tierra es a 1600 millones de kilómetros, unas 10 veces más lejos de lo que está el sol de nuestro planeta.
Urano es unas cuatro veces más grande que la Tierra y tiene casi 15 veces más masa. Su estructura es muy diferente. La mayor parte de este planeta (alrededor del 80 % de su masa) es un denso fluido de materiales helados, como agua, metano y amoniaco. En el centro, Urano tiene un núcleo rocoso donde la presión es extrema y se estima que las temperaturas alcanzan los 5000 grados Celsius. Imposible pensar en llegar a aterrizar con una nave de tecnología humana.
Sin embargo, sí sería posible penetrar su atmósfera, compuesta sobre todo de hidrógeno, helio y metano. Es este último el que le da al gigante helado su característico color azul. Otra de las cosas que hacen especial a Urano es su eje de rotación. Este está a casi 90º del plano de su órbita. Es decir, Urano rota sobre sí mismo casi tumbado. Esto significa que durante casi una cuarta parte de cada año uranio, es verano en un polo y oscuro invierno sobre el otro. Y un año uranio dura 84 años terrestres.
Además, Urano tiene 27 lunas conocidas, como Titania, Umbriel, Oberón y Miranda. Mientras la mayoría de astros del sistema solar reciben nombres de la mitología griega y romano, las lunas de Urano han sido bautizadas en honor a los personajes de las obras de William Shakespeare y Alexander Pope. Además de todos esos satélites, el gigante helado tiene también dos sistemas de anillos como los de Saturno, aunque menos vistosos.
¿Por qué volver a Urano?
Todos estos datos (y muchos otros) se han logrado gracias a la observación desde la Tierra y al paso de la Voyager 2. Esta sonda ha sido el objeto de fabricación humana que más cerca ha estado de Urano. Un 24 de enero de 1986, pasó a solo 81 000 kilómetros de distancia, descubriendo nuevas lunas con señales claras de actividad geológica y la existencia de un potente campo magnético, entre otras cosas. Desde entonces, y van ya 36 años, nadie más ha vuelto a visitar al gigante y solitario helado.
De hecho, junto a Neptuno, Urano es el único planeta del sistema solar que no ha sido estudiado con una misión específica. Ese es justo el argumento principal del informe ‘Origins, Worlds, and Life’, elaborado por los consejeros de la NASA para señalar la importancia de viajar allí. Este documento pretende marcar las prioridades de exploración planetaria para la década 2023-2032. Mientras los autores reconocen que Neptuno está demasiado lejos para llegar con la tecnología actual, recalcan que visitar Urano es factible. Y que ya es hora.
El informe señala, además, que una misión específica a Urano puede ayudarnos a responder muchas preguntas sobre este tipo de planetas. ¿Para qué queremos respuestas? Entre otras cosas, porque una buena parte de los más de 5000 exoplanetas descubiertos hasta ahora se parece bastante a Urano. Además, el informe también subraya que este tipo de misiones encaja a la perfección en los programas de colaboración que mantienen la NASA y la ESA, su homóloga europea.
No antes de 2031
El documento elaborado por el panel de consejeros no escatima en detalles sobre la misión propuesta. El programa costaría un total de 4200 millones de dólares. Si se pusiese en marcha de forma inmediata, la misión podría despegar en 2031. Para ello podría utilizarse tecnología que ya está en uso, como la del Falcon Heavy de SpaceX. Dicha misión estaría compuesta de una sonda que orbitaría el planeta durante todo un año (como mínimo) y otra que se aventuraría en la fría atmósfera urania.
Entre otras preguntas, la misión debería estar diseñada para estudiar cómo circulan los fluidos en un planeta que apenas es sólido. También cuál es la composición de ese pequeño núcleo rocoso en su interior y cómo funciona su potente campo magnético, que genera las que con toda probabilidad sean las auroras más impresionantes del sistema solar. Además, la sonda debería prestar especial atención a las lunas de Urano. Sobre todo, a dos, Titania y Oberon, que por su tamaño podrían tener agua líquida bajo sus superficies heladas.
Para el panel de expertos, que analizó muchas otras misiones antes de su veredicto final, viajar a Urano debería ser la prioridad de la exploración planetaria durante los próximos diez años. La siguiente misión en la lista de prioridades del informe es una sonda que estudie Encélado, la sexta luna más grande de Saturno. Debajo de su superficie existe un océano de agua líquida que a veces sale expulsado a través de la corteza en forma de géiseres y fumarolas. Pero esa es ya otra historia.
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Imágenes | NASA/Voyager 2, Keck Telescope, Chandra Observatory, Pixabay