En el Foro Económico Mundial de Davos, Alain Dehaze (CEO de Adecco) pronunció la frase «Estudiar una carrera y trabajar de eso ya no funciona». Trabajo es una palabra tabú, y tras ser malinterpretado por parte de la prensa y la opinión pública, llovieron las críticas. Algunos incluso lo tachaban del cuñao por excelencia.
Omitiendo lo simple de esta afirmación y todo lo que puede estar sacada de contexto, el panorama laboral ha cambiado en las últimas décadas. Como trabajadores, debemos estudiar. Como estudiantes, tenemos que aceptar que el trabajo para el que nos estamos formando dejará de existir.
La obsolescencia del puesto laboral
Durante casi dos siglos los puestos laborales –los desempeños puntuales de las distintas profesiones– no han cambiado mucho. Más allá de una tecnificación, estudiar arquitectura hace sesenta años no era muy diferente a estudiar arquitectura hace siglo y medio.
El alumno salía del instituto y ante él se habría la posibilidad de ponerse a trabajar, estudiar un módulo o una carrera. Con unos estudios o prácticas que hoy consideramos de mínimos bastaba para disponer de un puesto laboral durante 50 años.
Algunas décadas después, con el acceso de una gran parte de la sociedad a estudios “superiores”, la competencia fue reduciendo paulatinamente las condiciones laborales. Pronto fue palpable que no serían necesarios tantos trabajadores “cualificados”. Másters y postgrados entraron en juego.
Con la llegada de Internet todo dio un vuelco. Por un lado, la esperanza de vida de los puestos laborales se redujo de manera drástica. Empleos que habían existido toda la vida de repente dejaron de tener sentido en poco tiempo, y a muchos que llevaban unas décadas con nosotros se les veía el final.
Por otro, la oferta de mano de obra universitaria pronto resultó excesiva para puestos laborales que estaban desapareciendo y automatizándose. Y además, aquellos trabajos nuevos que iban apareciendo carecían de profesionales porque nadie les había formado para ellos.
En líneas generales, nunca hemos vivido en una época mejor para la humanidad. Ahora bien, tampoco ha vivido esta un momento en el que el tipo de trabajo fuese tan volátil. Y no hablamos de la volatilidad laboral, sino de la volatilidad del tipo de trabajo.
Hace diez años apenas se necesitaban programadores. Hoy día casi el total de las ofertas laborales están orientados a ellos. Lo mismo ocurre con expertos en redes inalámbricas, big data, cloud o machine learning.
Entonces, ¿estudio o no estudio?
Lo que Alain Dehaze quiso decir con aquello de «Estudiar una carrera y trabajar de eso ya no funciona» no es que estudiar no sirviese de nada. Más bien lo contrario. Estudiar hoy X no te garantizará un puesto laboral de X durante décadas. Lo hará unos años, si lo hace, y serán pocos. Luego, a estudiar Y.
¿Por qué? Porque el mercado (y el mercado somos todos los que demandamos productos y servicios) cambia con el tiempo. Últimamente cambia más de lo que lo ha hecho nunca.
En Ingeniería Mecánica, por poner un ejemplo cercano, las promociones de 2006 salían con puestos laborales estables. El índice de colocación en un puesto laboral con contrato indefinido era del 98% en los seis meses siguientes a terminar la carrera.
En 2010, para cuando la mayoría de mis compañeros la acabó, la producción e industrialización se había externalizado a países como China o Indonesia. La demanda de ingenieros mecánicos había caído en picado, y hubo que reciclarse a una velocidad elevada bajo riesgo de no conseguir un empleo.
Hoy día, con la automatización robótica, muchos países que mandaron fuera su producción e industria la están absorbiendo de nuevo porque la cercanía compensa los (ahora) reducidos costes. Pero nadie sabe durante cuánto tiempo o si se invertirá la tendencia pronto.
Estudiar no significa conseguir títulos
En el mismo Foro de Davos, Laszlo Bock decía que el expediente académico no tiene ninguna clave sobre cómo desempeñará su trabajo el profesional. De nada sirve contratar en función de cuántas carreras, másters o módulos se tengan. Importa más cuánto sabe la persona, y qué experiencia previa tiene.
Sin embargo, muchos jóvenes confunden estudiar con conseguir títulos, y se sorprenden que estos no tengan cabida en el sistema laboral. Muchas veces sin darnos cuenta de que aquello para lo que estudiamos en su momento ni siquiera existe ya. Ni se demanda, ni probablemente se demandará.
En ocasiones, incluso, porque nuestro trabajo lo desempeñe un robot (algo que la UE se está tomando muy en serio) o una Inteligencia Artificial. Esto no quiere decir que seamos prescindibles, sino que los conocimientos que teníamos ya no se necesitan. Tendremos que adquirir otros nuevos.
Por suerte, el mismo Internet y la misma tecnología que han hecho que se tambalee el mercado laboral clásico son los que nos ofrecen todos los conocimientos que necesitamos en bandeja. Muchas veces de manera gratuita.
Hace tiempo que en los trabajos nadie te pide el título, premiándose con la contratación a aquellas personas que demuestran que tienen los conocimientos necesarios para el puesto. Al menos durante unos años. Porque, como se ha comentado, la demanda cambiará a lo largo de ellos.
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