Acabamos de aterrizar en Kepler-22b. Es un mundo inhóspito, pero alberga vida. Lo primero es buscar agua y alimento. Somos la esperanza de la especie humana.
Así arranca la historia de ‘Raised by Wolves’, una serie de ciencia ficción producida por Ridley Scott, que también ha dirigido dos de sus episodios. Kepler-22b es el primer exoplaneta encontrado en la llamada zona habitable, una región que podría tener agua en estado líquido. Orbita un sol situado a 600 años luz del nuestro. Así que soñar con enviar una nave allí es eso, ciencia ficción. Aunque algunos proyectos empiezan a acercarlo a la realidad.
El proyecto StarShot, impulsado por Stephen Hawking poco antes de fallecer, por el millonario y filántropo ruso Yuri Milner y por Mark Zuckerberg, entre otros, sigue su curso con el objetivo de enviar una nave hacia Próxima Centauri en algún momento de la década siguiente. Para ello, necesitará alcanzar entre un 15 y un 20 % de la velocidad de la luz. Así, podría llegar a esta estrella y su sistema planetario en menos de 30 años.
Qué es Starshot: un disparo hacia las estrellas
El proyecto Starshot fue presentado en Nueva York (Estados Unidos) en abril de 2016, como parte del programa ‘Breakthrough Initiatives’, que busca financiar proyectos que impulsen la búsqueda de vida en otros planetas y la exploración del universo. Partía con un presupuesto inicial de 100 millones de dólares, aunque sus promotores reconocían ya entonces que su coste podría llegar a superar los 10 000 millones.
En el aspecto científico, Starshot está dirigido por el astrofísico Pete Worden y cuenta con la asistencia de Avi Loeb, astrofísico de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), y Steven Chun, premio Nobel de física en 1997, entre muchos otros investigadores. Más allá de los nombres, hay una idea clara: es posible cambiar la forma en que viajamos por el espacio para lograr cubrir la inmensa distancia que nos separa de las estrellas.
El objetivo principal es desarrollar una tecnología de viajes espaciales que permita ‘disparar’ hacia las estrellas pequeñas naves impulsadas por velas solares que alcancen la velocidad suficiente como para llegar a Próxima Centauri. Esta enana roja pertenece al sistema estelar de Alfa Centauri y está a unos 4,2 años luz de la Tierra. Es decir, a 1,3 pársecs o 40 billones de kilómetros (con sus 12 ceros). Llegar hasta allí en un tiempo razonable requerirá mucho más que cohetes.
Una nueva tecnología espacial
Los prototipos de nuevas naves espaciales que tienen en mente los científicos de Starshot se parecen poco a lo que hemos imaginado hasta ahora. Se trata de naves muy ligeras, de apenas unos gramos de masa, en los que toda la tecnología está miniaturizada. Estas se alejarían de la órbita terrestre mediante técnicas convencionales y, una vez en el espacio, desplegarían sus velas. Sí, velas.
La tecnología de las velas solares no es nueva. Ya en 2010 la agencia espacial japonesa demostró que era factible aprovechar la radiación solar con una especie de vela para impulsar naves. Lo hizo enviando la sonda IKAROS a Venus en un viaje que duró seis meses. Desde entonces, los proyectos de investigación se han multiplicado, aunque los experimentos espaciales no han vuelto a repetirse con éxito.
No se trata de velas al uso como las que nos ayudan a navegar por el mar. Son dispositivos capaces de captar empujes producidos por fuerzas externas para surcar el espacio. IKAROS aprovechó el empuje de los fotones del sol. Starshot quiere que las suyas sean impulsadas por haces de luz láser que marquen el camino a Próxima Centauri desde la Tierra. Una autopista de luz hacia nuevos mundos.
Los progresos y desafíos de Starshot
La tecnología espacial que quiere desarrollar Starshot está dando todavía sus primeros pasos. Los propios impulsores del proyecto reconocen que las piezas que necesitan encajar están en su ‘infancia’ o todavía no se han desarrollado. De hecho, la lista de retos que tienen por delante es larga.
En primer lugar, la nave espacial, bautizada como StarChip, tiene que ser muy ligera, de unos pocos gramos, para alcanzar una velocidad cercana al 20 % de la velocidad de la luz. Ahí dentro tienen que ir empaquetados todos los instrumentos y cámaras necesarios para viajar y para tomar datos de los planetas que orbitan Próxima Centauri.
En segundo lugar, está la vela, que tiene que ser todavía más ligera y muy resistente. Además, el material que la componga tiene que ser capaz de reflejar casi toda la energía que reciba. Si no lo hiciese, cuando fuera impacta por un láser de 100 gigavatios de potencia se volatilizaría. Por ahora, el candidato con el que se han hecho más avances es un conocido nanomaterial, el grafeno.
Además, existen muchos otros retos como lograr la precisión suficiente con el haz de luz láser, ser capaz de manejar una nave a billones de kilómetros de distancia y que esta se comunique de vuelta con éxito. Al fin y al cabo, de qué nos serviría enviarla si nunca recibimos la información y las imágenes de esos otros sistemas solares.
A pesar de que queda mucho camino por recorrer, el proyecto ha logrado algunos éxitos. En 2017, los investigadores enviaron seis naves de cuatro gramos de masa, llamadas Sprites, a una órbita terrestre baja. En muy poco espacio equipaban células fotovoltaicas, sensores, procesadores y equipos de comunicación. Y en 2019, como parte de la misión KickSat-2, lograron enviar otro centenar de prototipos a unos 300 kilómetros de altura. Desde allí hicieron unas 4000 fotos de la Tierra y lograron mandarlas de vuelta.
Son pequeños pasos, pero desde Starshot mantienen el optimismo. Si consiguen los avances necesarios, podrían enviar las primeras naves hacia Próxima Centauri a mediados de la próxima década. Entre 20 y 30 años más tarde, llegarían a su destino (si no se pierden en la autopista láser). Sus datos y sus fotos tardarían otros cuatro años en ser recibidos.
Así que, como pronto, hasta 2060 no veremos la cara de Próxima Centauri b y Próxima Centauri c, los dos exoplanetas que sabemos que orbitan alrededor de nuestra vecina espacial. Lo de Kepler-22b, mientras tanto, lo seguimos dejando en el cajón de la ciencia ficción.