Tratar de saber lo que va a ocurrir en el futuro siempre ha sido un tema divertido, conflictivo y muy polémico. Hacer prospecciones es un buen ejercicio mental, pero hasta ahora muy pocas han dado en el clavo. De haber sido apuestas, muchos futurólogos hoy estarían arruinados.
Ninguno anticipó Internet, por ejemplo, pero hace 50 años todos sabían que hoy tendríamos coches voladores. La futurología es una disciplina científica compleja porque, hemos de afrontarlo, nadie sabe lo que pasará de aquí a cinco o diez años. Mucho menos 100, y es altamente improbable que sepamos lo que ocurrirá en un millón de años.
En un millón de años, de National Geographic
Quizá por el reto que supone visualizar cualquier futuro, National Geographic, con la ayuda de grandes eminencias como Ray Kurzweil, Michio Kaku, Peter Diamandis o Brian Greene, tratan de predecir el futuro con En un millón de años, una nueva serie con cinco capítulos futuribles.
Futurible quiere decir que lo representado es posible dentro de la ciencia conocida, pero no habla sobre la probabilidad de que el futuro ocurra exactamente así. De modo que debemos tomarnos cada capítulo como lo que es: una bonita historia de ficción que (quizá) ocurra. Estos son los episodios:
Nunca digas muerte es un capítulo que habla sobre cómo la genética podría, al más puro estilo de los pensamientos de Noah Yuval Harari, dar más tiempo a los humanos. E incluso curar la muerte como si de un problema técnico se tratase. Los últimos tratamientos genéticos validan un debate en torno al alargamiento de la vida, de modo que no parece muy desencaminado.
¿Dónde está mi cuerpo? va un paso más allá, explorando la ciencia ficción que dejó El cortador de césped; la realidad simulada que Frederik Pohl presenta en su novela Pórtico; entornos tipo Matrix o realidades como la que vemos en San Junipero (Black Mirror 3×04) y Ready Player One. Hoy día la realidad virtual avanza tan rápido que en pocos años nos costará distinguir lo real de lo virtual. Y entonces, ¿cómo será la sociedad?
Fusión mental habla del siguiente nivel, el que Elon Musk pretende conseguir con una integración mente-máquina mediante su Neuralink. Hoy día sabemos que Internet ha modificado más nuestra cultura en unas décadas que los libros en cinco siglos, o la escritura en varios milenios. El siguiente nivel de comunicación, la telepatía (o algo que se le parece mucho), afectará al desarrollo de la humanidad más que ningún otro.
Energía más allá de la Tierra pone foco en el problema medioambiental que sufrimos hoy día por nuestro consumo de recursos y energía. Hay varias opciones sobre la mesa, pero todo apunta a un futuro antropocéntrico en el que el universo está ahí para nosotros. Uno en el que continuamos con políticas extraccionistas como ocurre en la colonización de The Expanse.
Más allá del cosmos vuelve a la visión de Carl Sagan sobre el universo (sí, el título parece un guiño al visionario) y a nuestras raíces biológicas como exploradores o nómadas (wanderers) del universo. Como humanos, queremos explorar los límites conocidos y descubrir si hay o no dragones en las lindes de los mapas. Quizá incluso encontrar algo de vida extraterrestre en nuestro camino a las estrellas.
¿Hasta qué punto podemos saber lo que ocurrirá?
En 2007, el escritor Alan Weisman propuso al mundo un ejercicio de futurología en forma de libro titulado El mundo sin nosotros. Conocedor de los problemas que tiene la vida macroscópica (lo que no son bacterias, vaya) frente al impacto del ser humano, construyó un mundo en el que desaparecíamos.
Es curioso saber que, si hoy día las 7.500 millones de personas simplemente nos esfumásemos en el aire, en 10 años no habría un tejado en pie en todo el planeta; en 300, ciudades como Londres, Venecia o Houston serían engullidas por las aguas; y en 100.000 años la atmósfera se habría deshecho de todo nuestro extra de CO2.
Pero visualizar un mundo en el que no estamos es lo fácil, porque no hay ninguna fuerza de la naturaleza que cambie tanto la realidad como el ser humano. Para bien o para mal somos muy complejos, y vamos arrasando a nuestro paso con nuestra complejidad. En otras palabras: las predicciones sobre el futuro serán cada vez más difíciles.
Otro volumen que, como En un millón de años trata de adelantar cómo será el futuro es Los próximos diez mil años, de Adrian Berry. El libro, escrito en 1974, se apoyaba en los trabajos de Roger Penrose, Carl Sagan o Freeman J. Dyson, que fueron los Kurzweil, Kaku, Diamandis o Greene de aquella época. Y, pese a lo entretenido de su lectura, el libro contiene desde nuestra perspectiva grandes errores.
Simplemente, es complicado ver hacia delante. Aunque sin duda ayuda que estos cuatro divulgadores a los que National Geographic ha consultado sean las personas más informadas del planeta sobre los últimos avances científicos y sus proyecciones.
La futurología siempre es divertida por lo abierto del futuro, y En un millón de años entretendrá al espectador o le harán meditar al respecto de lo que está por llegar. Como la ciencia ficción dura gracias a la cual la Agencia Espacial Europea se inspiró, la futurología explora posibilidades.
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