¿Vivirías con un robot de compañía para no sentirte solo? ¿Y con un gato? Según la Encuesta Continua de Hogares, del INE, en España hay 4,73 millones de personas que viven solas. Esta cifra no ha dejado de crecer, y la familia unipersonal es el segundo tipo más frecuente de familia. Quizá necesitemos robots contra la soledad ahora que el tejido familiar convencional parece rasgarse.
¿Es la tecnología la solución a la soledad? ¿De verdad estamos cada vez más solos? ¿Tiene sentido eso de la ‘epidemia de soledad’ que se viene mencionando? La tendencia no deja lugar a dudas: el número de personas que viven solas seguirá aumentando (abajo). Pero no es lo mismo estar solo que sentirse solo. Para lo segundo, la tecnología tiene una solución: robots asistenciales.
El boom de los hogares unipersonales
El aumento del coste de vida y la sensación de no poder hacer frente a los pagos no parece corresponderse con las tendencias sociales, que indican cómo familias cada vez menos numerosas acceden a la vivienda y viven solas. Abajo puede verse, en un gráfico combinado, la población española (verde), el número de hogares (amarillo) y las personas por hogar (azul). De 3,82 personas por hogar en 1970 hemos pasado a 2,5 en 2018, y la tendencia no deja lugar a dudas.
El caso español no es único en el mundo. A medida que la calidad de vida aumenta y la población envejece, el fenómeno se repite. Las familias menguan y los hogares unipersonales y en pareja crecen. En el gráfico de abajo se muestra el crecimiento de los hogares de una sola persona (azul) frente al total.
Si la tendencia continúa tal y como recoge el INE en su Encuesta continua de hogares, hacia el año 2045 habrá casi 6 millones de hogares de una sola persona, superando por primera vez a los hogares en pareja. Una sociedad de personas solas. ¿Nos sentiremos, en efecto, en soledad?
No hay una epidemia de soledad
Según datos del informe ‘La soledad en España’, de Fundación ONCE, uno de cada diez españoles reconoce sentirse solo con mucha frecuencia. Las personas mayores encabezan la lista, aunque no tanto por el síndrome del nido vacío como por la jubilación. Según el informe, «se experimenta una ruptura de la cotidianeidad y de ese contacto diario que es el principal foco de relaciones sociales, lo que supone una especie de fractura de la vida anterior”.
Sumado a la falta de capacidades físicas y de autonomía, en ocasiones incluso se sienten prescindibles. Sienten que ‘sobran’. Muy diferente es la soledad de personas más jóvenes, y es importante saber separar el ‘estar solo‘ en los solos ‘obligados’ (de los cuales el 53% tiene más de 65 años) de los solos ‘voluntarios’ (el 26% con más de 65 años).
En este informe la expresión ‘epidemia de soledad’ no aparece, aunque es frecuente verla en la prensa e incluso en gobiernos como el de Reino Unido. Sin embargo, los psicólogos advierten de que la literatura científica del pasado (como este estudio), que afirmaba que la cifra de personas que se sienten solos no dejaba de crecer, ha de ser revisada.
Según los últimos metaestudios (como este), la sensación de soledad se ha mantenido estable y “el aumento aparentemente dramático en el aislamiento social es una construcción social”. No existe. Vivimos más solos, sí, pero no nos sentimos más aislados. Al menos no más que hace cuatro décadas.
Robots para esa soledad obligada
Pero que la tendencia no sea tan dramática como fue anunciada hace tiempo no significa que los ‘solos obligados’ no existan. Personas que se jubilan y aíslan, ancianos que empiezan a vivir solos o personas que pierden a su cónyuge. Estos ejemplos frecuentes siempre han existido, pero ahora tenemos tecnología para ayudarles. La película ‘Robot & Frank’ (2012) ejemplificaba muy bien cómo se siente una persona así.
Sentirse solo y aislarse son dos efectos que tienden a la retroalimentación. Estar solo, por otra parte, puede desembocar en alguno de estos dos, aunque no tiene por qué. Lo que sí ocurre es que, una vez dentro, es complicado pinchar esa burbuja. A menudo es necesaria una ayuda externa. Por ejemplo, tener un animal que bajar a la calle para obligarse a relacionarse con otras personas. O un robot.
Amparo, la foca robot que parecía un peluche y que fue presentada en Japón en 1993 como Nuka, es probablemente el robot asistencial en materia de acompañamiento más conocido de todos. A diferencia de otros robots, Nuka no avisa de la medicación a tomar ni vigila la dieta. Este robot se limita a algo que las personas que sienten soledad necesitan más que nada: estar ahí.
¿Cómo puede una máquina hacernos sentir acompañados?
Aunque a primera vista pueda parecernos chocante, robots como Nuka, Lovot o No Isolation ayudan mucho a personas que se sienten solas. En un capítulo de ‘En ruta por la ciencia’, emisión dependiente ahora del Ministerio de Ciencia, David Roa habla sobre cómo las focas Nuka ayudan a nivel terapéutico a mejorar diferentes estimulaciones, como la cognitiva, física, social y psicológica.
No son un sustituto de las personas, sino una forma de ayudar a quien ya se siente solo a volver a sentirse integrado. El caso de Zoe Johnson, la joven británica con síndrome de fatiga crónica, fue uno de esos casos que recorrió el mundo. Sin poder acudir a la escuela desde los 12 años, su robot No Isolation se ha convertido en una forma de seguir atada a un mundo que sigue girando.
En Nobbot | Enseñar a robots para conocernos a nosotros mismos
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