El reciente informe publicado por expertos de la ONU sobre el cambio climático al que parece que estamos condenados si no hacemos algo más relevante que tuitear nuestra creciente sensación de calor, ha hecho saltar todas las alarmas. Uno de los grandes peligros a los que nos enfrentamos es al aumento de la sequía severa.
Según estos investigadores, el aumento de la temperatura durante este siglo se acentuará “a menos que se produzcan reducciones profundas en las emisiones de CO? y otros gases de efecto invernadero en las próximas décadas”. En el peor escenario, si no se actúa y las emisiones siguen creciendo al mismo ritmo que hasta ahora, el informe estima que a finales de este siglo se llegaría a un incremento de 4,4 grados, algo que multiplicaría también la intensidad y frecuencia de los fenómenos extremos.
Si la situación no cambia, el abastecimiento de agua será uno de los grandes problemas que deberá afrontar la humanidad. Se calcula que, por cada grado de calentamiento global, aproximadamente un 7% de la población mundial estará expuesta a una disminución de al menos 20% de los recursos hídricos renovables, de acuerdo con el Informe de políticas de ONU-AGUA sobre el Cambio Climático y el Agua de la organización Un Water.
Más allá de sus efectos más obvios sobre la disponibilidad de agua dulce para la población, la sequía tiene consecuencias que afectan a todos los ámbitos de la actividad humana. Así, durante este verano, la sequía en Taiwán ha agravado la crisis de abastecimiento mundial de microprocesadores y la Agencia de Recursos Hídricos de Taiwán ha llegado a priorizar la canalización de agua hasta las fábricas de microprocesadores antes que a los productores de arroz de la zona.
la sequía será más frecuente
Los episodios de sequía severa que solían ocurrir en promedio una vez por década ahora ocurren con un 70% más de frecuencia. Si el calentamiento continúa a 2 grados, este tipo de sequía ocurrirá entre dos y tres veces más a menudo. El agotamiento de las aguas subterráneas, la reducción del caudal de los ríos y el deterioro de la calidad del agua, indican ya que los niveles actuales de uso del agua superan los límites sostenibles en muchas partes del mundo.
Por todo ello, cobra importancia creciente el concepto de huella hídrica, acuñado en 2002 por el catedrático holandés Arjen Hoekstra, y que calcula el volumen total de agua dulce utilizado para producir los bienes y servicios que habitualmente consumimos. Por ejemplo, sabemos que una hora de videollamada requiere entre dos y doce litros de agua o que un solo gigabyte de descarga supone hasta 200 litros de agua. Teniendo en cuenta que, de media, las personas consumimos 1,9 gigas en el móvil al mes en Europa, se consumen casi 400 litros por persona al mes únicamente a través de la conexión a internet con el móvil.
Siendo importante el consumo de agua del sector tecnológico, que las propias empresas tratan de paliar, es el sector agrícola el principal usuario de este recurso en el mundo; de hecho, alrededor del 86% del agua dulce mundial se utiliza para cultivar alimentos.
el futuro del planeta y un gazpacho sostenible
En este sentido, resulta interesante, por su eficacia divulgativa, recuperar el estudio publicado en Science Direct, en 2017, por investigadores de la Universidad de Almería, que se propusieron calcular la huella hídrica de un litro de gazpacho producido en la ciudad.
En primer lugar, se identificó y esquematizó el sistema de producción de gazpacho para los pasos más importantes del proceso involucrados en la contabilidad de la huella hídrica. Su trabajo muestra un diagrama de producción en el que se incluyen los ingredientes agrícolas (tomate, pimiento, cebolla, pepino, ajo, aceite de oliva y vinagre) junto con otros insumos industriales (materiales de empaque) necesarios para la producción de gazpacho.
El esquema contempla los siguientes pasos del proceso: lavado de verduras, triturado, tamizado, mezcla de ingredientes, pasteurización y enfriamiento. El gazpacho recién hecho se empaqueta luego en cajas de cartón asépticas de papel de ladrillo y finalmente se empaqueta en cajas y se envuelve.
Este trabajo cifra la huella hídrica en 580,5 litros de agua para llenar una jarra de gazpacho en un restaurante. La inmensa mayoría (99,9 %) de esta agua procede de la cadena de suministro y, dentro de ella, el aceite de oliva es el producto que más ‘pesa’ en este cálculo.
Además, la mayor parte de esta huella hídrica procede de las aguas verdes (69 %), aquella que se encuentra en la atmósfera y que, por lo general, se recoge de las lluvias. El agua azul o dulce supone el 23 %, mientras que el agua gris o la necesaria para descontaminar el producto es el 8%.
desalación de agua
Por todo ello, los investigadores recomiendan a la empresa que centre la gestión del agua en la reducción de su uso en la cadena de suministro, más que en las operaciones. Esto es importante ya que la compañía estudiada está ubicada en Almería, una de las regiones más áridas de Europa.
Entre las medidas concretas a adoptar, dado que la influencia de la empresa en la cadena de producción es más limitada, los investigadores proponen elegir productos de entrada con una huella hídrica más pequeña. Además, para compensar su impacto, también sugieren contribuir a aumentar el suministro de agua local donde operan, invirtiendo, por ejemplo, en tecnologías de desalación de agua en Almería.
Este tipo de estudios, que hoy nos pueden resultar anecdóticos, cobrarán mayor relevancia en los próximos años si la tendencia apuntada por todos los expertos en cambio climático no se revierte y la sequía aumenta. 2.000 millones de personas viven en países que sufren escasez de agua, ¿contribuiremos nosotros a aumentar esa cifra en el futuro próximo? En nuestras manos está evitarlo.