Varios milenios antes del nacimiento de Internet ya éramos altamente dependientes de la tecnología, la automatización del trabajo y de su especialización según profesiones. Hoy día lo somos todavía más de una tecnología digital y de nuestros propios inventos: prácticamente ninguno sabríamos sobrevivir a la intemperie sin una gran cantidad de tecnología a cuestas, y aún así no sería durante mucho tiempo.
Ya que necesitamos una intrincada red de tecnología a nuestro alrededor para sobrevivir, y que esta se ha vuelto extremadamente compleja, ¿qué ocurriría si la entendiésemos como un organismo más en constante evolución, un ecosistema digital no muy diferente de los ecosistemas biológicos?
Este «ecosistema de todas las cosas inventadas» ha sido llamado Technium por el tecnólogo Kevin Kelley, y podría convertirse en el futuro en “el séptimo reino de la vida”. Quizá en unas décadas, cuando la tecnología sea tan ubicua que sea imposible distinguirla del entorno, los niños estudiarán en clase el filum technium.
Technium, el séptimo reino de la vida
La vida, como si de un árbol se tratase, empezó a palpitar hace miles de millones de años en alguna charca cálida de nuestro planeta en forma de saco celular. Desde entonces su linaje, que expresamos en forma ramificada para poder entenderlo, no se ha interrumpido nunca. En un inicio, los reinos fueron dos (animales y plantas) hasta que Carl Woese, en su trabajo de 1977 Phylogenetic structure of the prokaryotic domain: the primary kingdoms, puso patas arriba el esquema y dividió la vida en tres dominios: bacterias, arqueas y eucariotas.
Aunque cronológicamente es un esquema brillante (los mundos de la botánica y la zoología son formalmente pequeñas ramas de las eucarias), la comunidad científica le estaba prestando atención a medias, y hoy entendemos como reinos: bacteria, archaea, protista, plantae, fungi y animalia. Sigue sin haber consenso porque, al igual que los periodos de tiempo históricos, la división del espectro electromagnético o la diferencia entre planeta y planeta enano, los reinos de la vida no son sino convenciones y constructos que los humanos colocamos para poder estudiar lo que es un continuum.
Probablemente porque constituye un batiburrillo heterogéneo y una suerte de cajón de sastre biológico, es en este esquema en el que Kevin Kelley introduce el technium. Y lo hace porque este séptimo reino cumple una serie de condiciones, algunas de las más sencillas explicadas brevemente a continuación.
La humanidad depende de technium
Hemos arrancado el artículo con este concepto. Al igual que las bacterias, las arqueas, las protistas, plantas, hongos o animales, el ser humano se ha vuelto altamente dependiente de la tecnología. Basta con que uno de estos siete pilares desaparezca para que la vida, como la conocemos, desaparezca. Y dentro de technium incluimos la caldera de carbón, la azada o la rotación y selección de los cultivos de hace seis a diez milenios. Son tecnología, aunque básica.
En una hectárea de césped hay cerca de 2.800 kg de hongos según La vida privada de las plantas, reportaje de la BBC. En un puñado de tierra hay unos 10.000 millones de bacterias, cerca de un millón de levaduras y unos 200.000 hongos peludos. Sin toda esta biodiversidad, nos sería imposible vivir. Sin los cables que hilan el mundo, también.
La vida está en todas partes, y technium también
Bajo el suelo que pisamos hay cerca de 100.000 billones de toneladas de bacterias. Poniéndolas sobre la superficie, cubrirían el planeta con una capa de 15 metros de altura. Technium, como el resto de la vida, se encuentra en todas partes y pronto será ubicua como resultado de la suma de todas las invenciones humanas.
Aunque en nuestro siglo lo veamos en un marco digital, technium es el conjunto de todos los hogares, la red eléctrica e incluso las líneas de gas. También las millones de fábricas, y millones de hectáreas modificadas hace miles de años para la agricultura. Es un inventario en constante avance del cambio que hemos realizado al planeta.
Se organiza una jerarquía de nieves autodependientes
Toda vida cumple una serie de reglas inviolables, como la de organizarse en una jerarquía de niveles autodependientes (relatedness bottleneck) como genes, células, tejidos, órganos, individuos, sociedades…
Technium es una red formada desde elementos sencillos (cables) a complejos sistemas casi orgánicos como las estaciones de telefonía, compuestas por miles de sistemas sencillos. Otro ejemplo lo vemos en las ruedas de la NASA, que parecen meros alambres pero que juntos forman parte de un objeto mayor.
Technium conforma sistemas complejos
La jerarquía mencionada, el hecho de que la vida sea ubicua y dependiente, requiere de cierta complejidad. Los sistemas complejos son aquellos que no pueden explicarse estudiando sus partes más pequeñas. Algunos ejemplos:
- Estudiando las cianobacterias no podríamos extrapolar el cambio climático ocurrido hace miles de millones de años, cuando la atmósfera ganó oxígeno, sin haber visto sus efectos;
- Si tomamos dos o tres hormigas, no podremos estudiar la complejidad de un hormiguero o prever que construyen puentes para viajar cuando alcanzan números de miles;
- Un smartphone aislado es un pisapapeles más o menos agradable visualmente. Dos son un sistema de walkie-talkie avanzado. Varios miles conforman una red social capaz de alterar la salud mental y cambiar el curso de la historia.
Del mismo modo que decimos que hay tecnología en los animales (extrapolable al resto de reinos), hay vida en la tecnología, aunque estamos empezando a verla y apreciarla, y tardaremos décadas en admitirla como tal.
Technium evoluciona bajo sus propias normas
Al igual que la vida evoluciona en base a una serie de estímulos en busca de perpetuarse, la tecnología está bastante “empeñada”, de forma no consciente, en seguir existiendo.
Aunque tratamos de construir una consciencia en inteligencia artificial, que sería el equivalente tecnium a los humanos a través de sistemas de recompensa a los que podemos llamar el placer de las máquinas; el grueso de technium, como el grueso del resto de reinos de la vida, es inconsciente y funciona en modo autómata. Bacterias, insectos o pájaros operan del mismo modo.
Los cables no son conscientes de que está ayudando a un ordenador a funcionar, del mismo modo en que las bacterias no son conscientes de los procesos necesarios que realizan para nosotros; pero este ordenador sería incapaz de hacer su trabajo sin soportar su funcionamiento en una línea eléctrica y de datos, del mismo modo en que nosotros seríamos incapaces de reproducirnos sin bacterias. Es una relación simbiótica en perpetuo cambio.
El mecanismo darwiniano de mejora continua también se da en la tecnología: aquella que sirve a un propósito o cambia lo suficiente como para adaptar sus funciones a un ámbito en el que tiene cabida, permanece; de lo contrario, es descartada por una nueva generación de tecnología que cumple las funciones demandadas… ¿por quiénes?
un séptimo reino pasa por preguntar a quién o qué sirve technium
En última instancia, podríamos decir que la tecnología nos sirve a nosotros, pero del mismo modo que Internet es cada vez más bots que programas que sirven a los humanos (crawlers, bots negociadores, editores de wiki…), podemos afirmar que el grueso de la tecnología sirve directamente a la tecnología en su evolución constante, que una parte importante nos sirve de manera indirecta, y que usamos una breve fracción en nuestro uso directo (la tecnología más cercana como teclados, la visual de Internet, coches…).
Kevin Kelly, con su technium, no es el único que ha explorado esta manera de ver la tecnología. Dan Simmons, en su tetralogía (de ficción) Ilión/Olympo, habla de una todonet que abarca el planeta y que interactúa con la naturaleza al nivel de los datos. La claytrónica lleva años tratando de miniaturizar sus máquinas a escala molecular o bacteriana con la que construir una jerarquía technium más compleja. En Génesis, la novela del filósofo Bernard Beckett, se explora la posibilidad de que no tanto la tecnología como sí los flujos de información tecnológicos tengan su propia agenda, una en la que los humanos (capaces de transmitir muy poca información) nos hemos quedado algo obsoletos frente a las mentes de silicona (IA).
Aunque muy avanzada con respecto a siglos pasados, nuestra tecnología sigue encontrándose en un estado poco menos que rudimentario. Seguimos dependiendo del petróleo, no hemos llegado a la civilización de Tipo I de Kardashov, y todavía seguimos atrapados en el campo gravitatorio del planeta. Sin embargo, el impacto de la tecnología es notable.
Al igual que podemos entender las ciudades como un urbanismo celular, podemos entender la tecnología como un nuevo filum de la vida. Technium podría ser estudiado, debido a su complejidad, como una rama más de la vida. Esta no basada en la transmisión de información mediante genes, pero basada del mismo modo en la transmisión de información.
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