El SARS-CoV-2 se extiende por el planeta y la lucha contra la pandemia se libra en cada vez en más frentes. La ciencia suma esfuerzos y laboratorios de todo el mundo trabajan para encontrar tratamientos y una vacuna contra el coronavirus.
Empiezan las primeras pruebas en humanos de una vacuna contra el nuevo coronavirus. Usan suero de pacientes recuperados de Covid-19 para frenar los contagios. Los titulares son reales y de los últimos cinco días. Los papers publicados y los borradores esperando su revisión por pares no dejan de crecer; y la mayoría de gobiernos y organizaciones han desbloqueado fondos para la investigación.
Mientras el mundo intenta no aburrirse en cuarentena, se está haciendo ciencia y se está haciendo muy rápido. Se hace para conocer mejor el virus, para desarrollar estrategias para contener la pandemia y para vencer al SARS-CoV-2. Con la vista a medio plazo puesta en una vacuna que inmunice a toda la población, se han abierto múltiples líneas de investigación para luchar contra la enfermedad.
Vía urgente: usar sangre de pacientes recuperados
La propuesta está sobre la mesa: utilizar plasma o suero sanguíneo con anticuerpos de pacientes recuperados para reforzar la inmunidad del resto de la población. La noticia ha pasado bastante desapercibida en el bombardeo informativo de los últimos días. Pero es una propuesta real de la Universidad Johns Hopkins y Albert Einstein College of Medicine de Estados Unidos; y no es tan descabellada.
En un artículo publicado el pasado día 13 en ‘Journal of Clinical Investigation’, Arturo Casadevall y Liise-Anne Pirofski, dos reconocidos investigadores en enfermedades infecciosas, señalan que el uso de suero con anticuerpos de pacientes que están recuperándose de la enfermedad se ha usado con anterioridad como medida provisional contra enfermedades infecciosas.
De hecho, el mismo enfoque se ha utilizado en otras epidemias, incluyendo la provocada por el SARS-CoV-1 en 2002. Suele ser la primera vía de acción cuando no existen otros tratamientos efectivos como antivirales o vacunas. Podría implementarse con relativa rapidez, sostienen. Mucho antes de que se desarrollen y aprueben los antivirales, los tratamientos por anticuerpos monoclonales y las vacunas.
Según Casadevall y Pirofski, el tratamiento podría ser funcional en pocas semanas, ya que las técnicas están desarrolladas y solo haría falta establecer protocolos para su aplicación.
El desarrollo de los fármacos antivirales
Ante un virus, de nada sirven los antibióticos. Se ha repetido mucho en las últimas semanas, pero los fármacos para tratar infecciones causadas por virus se llaman antivirales. Y son bastante más complicados de desarrollar que los antibióticos. Ahora mismo, existen varias líneas abiertas que estudian la efectividad de antivirales ya existentes en el mercado para frenar el avance del coronavirus.
- Aplidin. El fármaco (plitidepsina) desarrollado por la farmacéutica española PharmaMar y utilizado en Australia en el tratamiento del mieloma (un tipo de cáncer) ha sido probado con éxito para frenar la multiplicación del coronavirus HCoV-229E, de la familia del nuevo coronavirus. Los investigadores del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) estudiarán ahora si es efectivo también contra el SARS-CoV-2.
- Remdesivir. Este fármaco desarrollado por la farmacéutica Gilead Science se ha utilizado para luchar contra varias epidemias víricas, como la de ébola en 2013 o la de SARS-Cov-1. Ahora se está probando su eficacia para frenar la pandemia de COVID-19. Pacientes ingresados en hospitales del País Vasco, Barcelona y Madrid participarán en los primeros ensayos clínicos.
- Ritonavir y Lopinavir. Estos dos antivirales conforman el tratamiento más habitual contra el virus del sida. Se han desarrollado ya estudios in vitro que muestran que puede ser efectivo contra el nuevo coronavirus. Ahora bien, a día de hoy no existe confirmación de que hayan sido probados en pacientes infectados por SARS-CoV-2.
Esta lista está en constante actualización, ya que a medida que se liberan fondos para la investigación se multiplican las líneas de trabajo. Como consecuencia, precisamente, de la reciente asignación de fondos de la Comisión Europea, varios centros españoles trabajarán en proyectos para desarrollar nuevos fármacos.
Uno de ellos es el Barcelona Supercomputing Center – Centro Nacional de Supercomputación, que forma parte del proyecto EXSCALATE4CoV (E4C). Utilizará computación de altas prestaciones para potenciar el diseño inteligente de fármacos in silico. Es decir, aprovechará el potencial del big data para el diseño avanzado de medicamentos. Junto al centro de Barcelona trabajarán el Cineca italiano, y el Jülich alemán, además de varios centros de bioinformática y biología.
Anticuerpos monoclonales y péptidos terapéuticos
La crisis del coronavirus se define por muchas variables. Una de ellas es la rapidez con la que términos y conceptos nuevos se vuelven conocidos. ¿Quién sabía qué era eso de aplanar la curva hace un par de semanas? ¿Quién conocía la diferencia entre enfermedad pandémica y estacional? El SARS-CoV-2 ha sacado el epidemiólogo de sofá que todos llevamos en nuestro interior.
Anticuerpos monoclonales y péptidos terapéuticos. Estos dos términos abandonarán los círculos médicos para probar (ligeramente) las mieles del mainstream en las próximas semanas. No en vano, identifican dos prometedoras líneas de investigación para frenar el nuevo virus.
El uso de péptidos (un tipo de molécula) en terapias ha sido habitual en el último siglo. Sin embargo, la evolución tecnológica ha provocado un auténtico boom en la síntesis de péptidos terapéuticos en los últimos años. Solnatide es uno de estos péptidos en periodo de pruebas contra el coronavirus. Desarrollado por la compañía austriaca Apeptico, ahora será el centro de una nueva línea de investigación contra el SARS-CoV-2; una también financiada por la Comisión Europea en la que participará el laboratorio catalán BCN Peptides.
Con Luis Enjuanes e Isabel Sola al frente, el CNB-CSIC participa en uno de los varios proyectos para desarrollar anticuerpos monoclonales protectores frente al coronavirus. El proyecto Manco (Monoclonal Antibodies for Novel Coronavirus) busca reproducir en laboratorio los anticuerpos efectivos que nuestro propio cuerpo desarrolla contra el SARS-CoV-2. Estos anticuerpos monoclonales ya se desarrollaron en el laboratorio del CNB-CSIC para el primer virus SARS y para el MERS de 2012. Su efectividad entonces fue total.
El virólogo Luis Enjuanes, del @CNB_CSIC, explica las tres aproximaciones experimentales para poder tratar la infección por el nuevo #coronavirus SARS-CoV-2: desarrollo de antivirales; de anticuerpos que neutralicen los virus; y de vacunas mediante ingeniería genética, pic.twitter.com/nZXas62UqE
— CSIC (@CSIC) March 16, 2020
De hecho, el desarrollo de anticuerpos monoclonales es una de las líneas que más esfuerzos ha sumado en los últimos días. Las compañías norteamericanas Biotechnology Announces y Biogen acaban de anunciar un acuerdo para avanzar en esta investigación. Antes, un paper publicado en ‘Asian Pacific Journal of Allergy and Immunology’ señalaba el potencial de estas inmunoterapias frente a la pandemia.
La búsqueda de la vacuna contra el coronavirus
Terapias urgentes, antivirales y anticuerpos buscan curar. Pero el objetivo último de la investigación es evitar el contagio. Es decir, lograr inmunizar a la población mediante una vacuna. Desde que desarrolló la primera contra la viruela, las vacunas (y lavarse las manos) han sido las grandes aliadas de nuestra especie en la lucha contra las enfermedades.
Todas las vacunas persiguen el mismo objetivo. Enseñar a nuestro sistema inmunológico a identificar y atacar el patógeno, en este caso, el nuevo coronavirus. En la actualidad existen varias clases de vacunas:
- Las que se basan en el uso del patógeno completo, pero atenuado. Es decir, el virus completo sin capacidad de generar una infección.
- Las que se basan en parte del patógeno. Lo que se introduce en el cuerpo humano no es un virus completo, sino un trozo (normalmente una proteína). Son más rápidas de desarrollar que las anteriores, pero pueden ser menos efectivas.
- Las que se basan en el material genético modificado del virus, ya sea introduciéndolo directamente o a través un vector inofensivo (como otras bacterias o virus).
El Kaiser Permanente Washington Health Research Institute de Estados Unidos acaba de anunciar que ya tiene una de estas últimas vacunas en marcha. Una basada en el ARN mensajero (mRNA, por sus siglas en inglés) del SARS-CoV-2. Ahora mismo, la vacuna, desarrollada por el laboratorio Moderna, ha entrado en la primera fase de pruebas con humanos. Se está probando en 45 voluntarios.
Los resultados se conocerán en unos pocos meses y, si son positivos, se pasará a la segunda fase de tres. El National Institute of Health, que financia la investigación, señala que en ningún caso habrá una vacuna disponible comercialmente antes de un año.
Desde China también llegan noticias positivas. La Chinese Academy of Engineering anunció ayer que mantienen cinco líneas de desarrollo de vacunas en marcha: una de patógeno completo, otra con subunidades del virus y otras tres con material genético y diferentes vectores. Los ensayos clínicos podrían empezar ya en abril o incluso antes, aunque no se han facilitado más detalles concretos.
La tecnología mRNA también está siendo utilizada por el laboratorio alemán CureVac. Cuentan con financiación europea y esperan que la vacuna esté lista para iniciar los test clínicos en junio de este año. Para relajar un poco la actualidad científica, la empresa biotecnológica alemana es propiedad del polémico dueño del club de fútbol Hoffenheim.
Otra de las vías más rápidas para lograr una vacuna es la síntesis de determinadas proteínas del virus. La Comisión Europea ha concedido financiación al Panum Instituttet de Copenhague, Dinamarca, para seguir esta línea de investigación. Esperan empezar los ensayos clínicos antes de que termine el año.
Por último, la estrategia más prometedora, que permitiría inmunizar de forma efectiva y de por vida a toda la población (si no se dan grandes mutaciones del virus), es la que persigue reconstruir por completo el virus, eliminando su capacidad de hacernos enfermar. Este enfoque es el que se sigue desde el CNB-CSIC, donde trabaja un equipo con más de 35 años de experiencia en coronavirus. Como nos contaba Sonia Zúñiga, investigadora del centro, esta vacuna, aún en la situación de emergencia actual, podría tardar entre 12 y 24 meses en estar operativa.
Además de la lucha directa contra el patógeno, existen otros muchos proyectos de investigación en marcha para frenar la pandemia. La gestión de crisis en los hospitales, las herramientas de diagnóstico rápido o la tecnología para observar el virus en detalle son algunas de las otras líneas de trabajo que ha abierto la Comisión Europea. Líneas que se replican en Asia, Oceanía y Norteamérica.
Mientras la ciencia trabaja, el resto observamos. No nos queda más que aguantar, lavarnos bien las manos y apoyarnos a unos a otros en la distancia. La vacuna somos todos.
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