La robótica vuelve a lo básico: hacernos la vida más fácil. A la espera de que hagan su aparición los robots que nos hacen la compra o que cuidan de niños y ancianos y el mundo se llene de IoT, podemos consolarnos con la llegada de las máquinas capaces de doblarnos la ropa. Y que nos solucionen el drama del planchado.
Dicho así, el prototipo de FoldiMate, presentado en el último CES de Las Vegas, no parece capaz de despertar grandes emociones. Demasiados años pasados ??esperando a los coches voladores, el grafeno o la conquista de Marte nos han hecho insensibles a las pequeñas alegrías cotidianas. En realidad, debemos recordar que la primera razón de vida (por así decirlo) de los robots es simplificarnos las tareas domésticas.
Pese a que no luzcan el cuerpo sexy de una pin-up o las piernas fibradas de un atleta, estos aparatos son robots en toda regla. FoldiMate es parte de una tradición noble y muy útil, la misma de la lavadora y el lavaplatos. Simplemente hay que insertar la camisa en el compartimiento superior y recogerla después de unos segundos perfectamente doblada.
Los robots que te doblan la ropa
Parece ser que doblar la ropa es una operación insoportable para la mayoría de la humanidad. Lo demuestra el hecho de que FoldiMate ya tiene más de 200.000 compradores en lista de espera. La compañía que lo produce se ha asociado con BHS, el fabricante alemán detrás de marcas como Bosch y Siemens. El coste sería de unos 1.000 dólares para la versión doméstica. Mientras que la máquina diseñada para lavanderías automáticas probablemente será más grande y más cara.
FoldiMate debería salir al mercado a finales de año, empezando por EE.UU. No tiene un precio económico, pero tal vez solo sea cuestión de esperar un poco para que se anime la competencia. Y algo ya se está moviendo. Laundroid, por ejemplo, es otro robot doblador de ropa, desarrollado por Seven Dreamers, en colaboración con Panasonic.
Esta máquina se caracteriza por dimensiones decididamente más importantes y un diseño más elegante. Además de algunas funciones adicionales. Por ejemplo, lleva a cabo la separación de las prendas en función del propietario. El precio alcanza la friolera de 14.000 dólares, lo que lo convierte, obviamente, en un producto profesional.
De hecho, a juzgar por los vídeos de demostración, Laundroid tiene prácticamente el tamaño de un armario. Salvo que vivas en la mansión de LeBron James, se antoja difícil ubicarlo en un hogar normal. Además, parece tardar más tiempo en doblar una camiseta que lo que costó producirla. Finalmente, a simple vista, no tiene pinta de prestar mucha atención al ahorro energético…
Todo se andará. Después de todo, los primeros ordenadores ocupaban plantas enteras de los edificios y ahora los guardamos en el bolsillo. Hay que seguir perfeccionando el invento. Sobre todo porque estos robots aún no cumplen con la operación doméstica más atroz de todas: el planchado.
Effie sería la máquina pensada para liberar a la humanidad de ese yugo. Un robot que, por unos 900 euros, promete ahorrarnos el 95% del tiempo que pasamos con una plancha en la mano. Sin embargo, tampoco parece muy compacta ni económica, la verdad.
Automatizar el planchado es una prioridad
Lo cierto es que encontrar una solución para automatizar el planchado debería ser una prioridad de los gobiernos, ONGs e instituciones religiosas de todo el mundo. Que se quiten el IoT y el 5G. No se entiende cómo en 2019 todavía tenemos que deslomarnos con un trozo de hierro incandescente en la mano. Algo que parece de la Edad del Bronce.
Por lo tanto, es una buena noticia que la investigación tecnológica vuelva a trabajar para mejorar la vida cotidiana en un sentido más práctico. De hecho, internet ciertamente ha cambiado la forma en que funciona el mundo, provocando el ‘fin de la distancia’. Aun así, quizás sus repercusiones sobre la vida de la mayoría de la humanidad estén sobrevaloradas.
Al percibir los cambios tendemos a ver los más recientes como los más revolucionarios, pero nuestra percepción a menudo contrasta con los hechos. En términos de consecuencias económicas y cambios sociales, internet no ha sido (al menos hasta ahora) tan importante como la lavadora y otros electrodomésticos.
De acuerdo, la red ha reducido las distancias entre las personas. Pero los electrodomésticos han rebajado el tiempo dedicado a las tareas del hogar, lo que ha permitido la entrada al mundo laboral de las mujeres. Esta sí ha sido una verdadera revolución en la estructura de la sociedad. Del mismo modo, automatizar el planchado podría ser otra forma de emancipar a una gran parte de la población mundial.
La lavadora vence a internet
En 1906, el futuro inventor del lavavajillas, un tal I.M. Rubinow, en un artículo publicado por el ‘Journal of Political Economy’ describió este aparato como «un verdadero benefactor de la humanidad”. Sin embrago, el drama del planchado sigue ahí, prácticamente igual desde hace siglos.
El tiempo ahorrado en la transmisión de una comunicación al pasar del telégrafo a internet no ha sido tanto como se cree. En cambio, las lavadoras nos han hecho ahorrar enormes cantidades de tiempo. Y las aspiradoras permitieron limpiar nuestros hogares mejor y más rápido.
En comparación con los cambios causados ??por la lavadora y sus hermanas, el impacto de internet no ha sido tan disruptivo. Al menos no por el momento. Por supuesto, ha transformado la forma en que las personas pasan su tiempo libre. Ha mejorado la eficiencia con la que podemos encontrar información y ha acelerado (un poco) la comunicación.
Además, los ordenadores han cambiado profundamente la forma de trabajar de muchos. Sin embargo, si hablamos de procesos de producción, no está claro cuán revolucionario haya sido el impacto. Los estudios no consiguen comprobarlo. Como escribió Robert Solow, premio Nobel de Economía, «la evidencia está en todas partes menos en los números».
La brecha digital entre países ricos y pobres es, sin duda, un tema importante del que ocuparse. Sin embargo, tal vez los países en desarrollo tengan otras prioridades. Probablemente sería más útil destinar recursos a actividades menos de moda, como cavar pozos, ampliar la red eléctrica o producir lavadoras más baratas. Operaciones que mejorarían la vida de las personas más que darle a cada niño un ordenador portátil.
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