En estos días asistimos a una carrera en la que se hallan inmersos investigadores de todo el mundo para lograr una vacuna contra la COVID-19.
Se calcula que se ha pasado de 29.000 a más de 138.000 documentos sobre el coronavirus entre febrero y mayo. Las proyecciones son que aumenten a más de 1.000.000 a finales de año.
Se suceden múltiples publicaciones en revistas científicas y noticias en medios de comunicación que dan cuenta de esperanzadores avances, de experimentos que consiguen resultados que confirman las hipótesis de trabajo de partida. ¿Pero y la información sobre los experimentos fallidos?
En un interesante artículo escrito por el físico Yuen Yiu en Inside Science, este reivindica los fracasos como escalones que permiten ascender a la cumbre del éxito en ciencia. La publicación de estos fracasos, considerados como resultados nulos, evitaría que los científicos repitieran los errores de los demás.
bombillas y pelos
Yiu pone el ejemplo de Edison y la bombilla. ¿Cuánto tiempo le habría llevado inventarla si él y su equipo no hubieran aprendido de todos los fracasos anteriores? “Desde filamentos de platino hasta pelo de animales, su equipo construyó una biblioteca de miles de materiales antes de patentar el bambú carbonizado como el mejor material. Pasarían décadas más antes de que el húngaro Sándor Just y el croata Franjo Hanaman identificaran el tungsteno, el material usado en el filamento que todavía se usa en las bombillas incandescentes hoy en día”.
“El método científico tal como lo conocemos –explica el investigador chino- se centra en la idea de presentar una hipótesis, luego recopilar y utilizar datos para probar o refutar y repetir. Elegante en el papel debido a su simplicidad, el proceso se complica por el hecho de que los resultados nulos a menudo no se publican, lo que puede condenar diferentes esfuerzos de investigación a recopilar los mismos datos erróneos una y otra vez”.
Son diversos los factores de influyen en la invisibilidad de los resultados que llevan a callejones sin salida. En primer lugar porque es difícil para un investigador exponer un fracaso y, para la revista, no tiene interés su publicación frente a al brillo de los resultados positivos obtenidos por otros ensayos.
O puede, como apunta Yiu, que, en comparación con los resultados positivos, la valoración de la importancia de un fracaso sea más difícil. Por ejemplo, imaginemos que se busca un superconductor y lo que se encuentra es un material sin ninguna característica reseñable. ¿Cómo de importante es ese hallazgo para la ciencia?
experimentar es caro
En este punto, Yuen Yiu recurre a la paradoja del cuervo. Digamos que el objetivo principal de la investigación es demostrar la siguiente hipótesis: Todos los cuervos son negros. La lógica permitiría enmarcar la hipótesis a la inversa: ningún elemento no negro puede ser un cuervo.
Entonces, la paradoja es: ¿Se puede mirar una manzana, ver que no es negra ni cuervo, y publicar eso como evidencia de la hipótesis? «Eso parece absurdo. Los epistemólogos argumentarían que depende del contexto de la investigación. Dado que la cantidad de confirmación proporcionada por la manzana roja es insignificantemente pequeña, prácticamente no tiene valor», explica Yiu.
Pero si se pueden reunir todos los objetos no negros del mundo y demostrar que ninguno de ellos es un cuervo, entonces esa información sería de incalculable valor. Esta perspectiva basada en las estadísticas de la paradoja del cuervo se conoce como la solución bayesiana, llamada así por el estadístico inglés del siglo XVIII Thomas Bayes.
Dicho así, la publicación de los resultados nulos tendría todo el sentido del mundo. Sin embargo, hay un factor que también se debe tener en cuenta y que es decisivo: el dinero. En un mundo perfecto, a los científicos se les pagaría por mirar debajo de cada roca y piedra y realizar un seguimiento de todo lo que fueran encontrando o no. Pero la realidad es que los ensayos son cada vez más complejos y, por tanto, también más caros.
el valor de la ciencia fracasada
Ciertos campos de investigación, como la ciencia de los materiales, están más descentralizados por su naturaleza, en comparación con los campos que dependen en mayor medida de colaboraciones a gran escala, como la física de partículas de alta energía o la investigación de la materia oscura: pensemos en la invención de la bombilla frente al Gran Colisionador de Hadrones (LHC). «Los descubrimientos nulos en experimentos más pequeños, como que el pelo de la barba no es muy eficaz como filamento de las bombillas, son menos costosos y pueden evitar que un error se repita muchas veces por todos los científicos que trabajan en el mismo campo», argumenta Yuen Yiu en Inside Science.
Por todo ello, los científicos debaten sobre las mejores formas para compartir resultados que no cumplan con los requisitos para ser publicados en una revista científica. En este contexto, Yiu apunta que Blockchain puede servir como una posible solución para que los investigadores compartan sus datos más allá del modelo de publicación y cita actual, especialmente para los esfuerzos de investigación que carecen de un organismo organizador centralizado.
De esta forma, ante cada nuevo éxito de la ciencia, se pondría en valor que se construyó sobre los cimientos levantados por todos aquellos que no encontraron nada, que fracasaron. Sirva esta conclusión para otros campos de la actividad humana.