Un reciente estudio de Mohammad Mahdi Dehshibi, investigador de la UOC, añade más conocimientos sobre «la inteligencia» fúngica. Este trabajo abre la puerta a la posibilidad de utilizar los tejidos de los hongos como auténticas máquinas de computación.
Entre las muchas ventajas para que sean considerados como un material interesante están su enorme disponibilidad ?gratuita?, su resistencia, su capacidad de automantenimiento y su rápido crecimiento. A todo esto, tal y como demuestran en el estudio, hay que añadir la complejidad comunicativa que presentan las señales eléctricas del hongo.
Los hongos se cuentan entre el grupo de organismos vivos más grandes, más ampliamente distribuidos y más antiguos del mundo.Para hacernos una idea, los investigadores han comprobado que la complejidad de dicho «lenguaje» es mayor que el de muchas lenguas humanas en términos de comunicación. Esa realidad abre la posibilidad de usar dichas señales como métodos de transmisión de información y computación eficientes y prácticos, convirtiendo a los hongos en potenciales ordenadores de alto interés.
En el reciente estudio, Electrical activity of fungi: Spikes detection and complexity analysis, publicado por Mohammad Mahdi Dehshibi, del grupo Scene Understanding and Artificial Intelligence Lab (SUNAI), de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC, se demuestra que la seta rosa genera una serie de picos de potencial eléctrico que se propagan por un micelio creciente.
las señales eléctricas de los hongos
La propiedad electromagnética del hongo responde a la complejísima comunicación interna que utiliza y puede analizarse y utilizarse para operar y desarrollar medidas de computación. En la investigación, los autores proponen diversas medidas para poder «traducir» estas señales eléctricas en mensajes según la clasificación de los picos de potencial que se pueden detectar.
Las señales eléctricas en el tejido fúngico son tan tenues y complejas que es imposible analizarlas con técnicas estándar de neurociencia, la disciplina que tradicionalmente se dedica a medirlas. La propuesta de los investigadores consiste en un método para detectar el tiempo de llegada de los picos a través de un algoritmo exhaustivo que permite una caracterización eficiente de la actividad eléctrica.
¿Veremos, entonces, un ordenador portátil con un microprocesador hecho con hongos? Para el autor, el objetivo de las computadoras fúngicas no es reemplazar los chips de silicio, ya que las acciones en este tipo de ordenadores son demasiado lentas para eso. Pero sí se podrían usar las propiedades de los hongos como un «sensor ambiental a gran escala«. Las redes fúngicas podrían monitorizar grandes cantidades de flujos de datos como parte de su día a día. Si pudiéramos conectarnos a sus redes e interpretar las señales que utilizan para procesar la información, podríamos aprender más sobre lo que está sucediendo en un ecosistema y actuar en consecuencia.