Una de las esperanzas en la contención de la pandemia covid-19 es que el virus se atenúe con la llegada del calor. Sin embargo, no hay una respuesta concluyente porque el coronavirus es nuevo y no ha vivido ningún verano.
Así lo afirma Beatriz González López-Valcárcel, catedrática de Métodos Cuantitativos en Economía y Gestión de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y miembro del Grupo de Trabajo Multidisciplinar del Ministerio de Ciencia e Innovación para abordar esta crisis.
entrevista a SINC, explica a la periodista Mónica Salomone que el grupo de expertos del Ministerio ha revisado la evidencia disponible hasta ahora, basada en el comportamiento estacional de otros virus similares cuando irrumpieron, en la física de la transmisión (comportamiento de las gotículas ante distintas condiciones de temperatura y humedad), y en los datos de velocidad de transmisión y letalidad de este coronavirus desde que empezó a infectar en diciembre, buscando correlaciones con las condiciones atmosféricas en distintos lugares del mundo. Y a la vista de todos esos datos, “la hipótesis de una ralentización estacional en verano es posible, aunque no segura”.
Enconocimiento acelerado del coronavirus
Esta incertidumbre llega a desesperar a la ciudadanía que busca certezas para superar cuanto antes esta crisis. Sobre esto, la experta dice que hay mucho que no sabemos sobre la pandemia y que no podemos saber porque aún no ha pasado tiempo suficiente. Pero prefiere resaltar lo contrario, lo mucho que hemos avanzado en el conocimiento de este virus en solo unas semanas. “Nunca antes hemos aprendido tan rápido, nunca antes el talento de toda la humanidad se ha concentrado en un único problema. Al ritmo que vamos, los días parecen meses”, añade.
tiempos de respuesta
Ahora hay quienes plantean que la respuesta sanitaria ante lo que se estaba viviendo en China debería haberse producido con mayor rapidez. Sobre este debate, Beatriz González López-Valcárcel reconoce que probablemente se debió actuar antes “pero no somos Corea del Sur ni Singapur, donde ya habían sufrido el ataque de un virus respiratorio nuevo. Nosotros teníamos la experiencia contraria, la de comprar grandes cantidades de Tamiflu contra la gripe A en 2009, que al final no hizo falta. Seguramente nos influyó un sesgo cognitivo bien estudiado, el sesgo de disponibilidad, que nos hace evaluar las situaciones según la última información disponible. Además, los datos de China indicaban una letalidad mucho menor y eso nos hizo pensar lo de que era como una gripe. Yo misma lo dije”.
epidemia de desigualdad
No es momento de mirar al pasado, sino de afrontar el impacto del coronavirus en la salud y, también, en la economía. En este punto, la experta se muestra tajante: “hasta ahora nos hemos concentrado en evitar decenas de miles de muertos por falta de UCI. Pero para aplanar la curva epidemiológica hemos tomado medidas muy duras, que también han aplanado la curva de la actividad económica. Y el impacto será muy superior al de la crisis de 2008. Por eso desde que se pueda tendremos que ir reabriendo la economía para que circule sangre, dinero, por el tejido productivo. Si tardamos mucho habrá empresas que no podrán reabrir, y los ERTES se convertirán en ERES”.
“La desigualdad es uno de los grandes problemas que ya teníamos y que ahora se acentúa, en España y en los países del entorno. Por ejemplo, el confinamiento trae cambios en el uso de la tecnología con impacto económico a largo plazo. Consumidores que eran reacios a comprar por internet ahora han aprendido a hacerlo, y eso hará que se resienta el pequeño comercio”, concluye.