Valencia, Algarve, Huelva, Alicante, Badajoz, Tarragona, Málaga, Mallorca… Una rápida búsqueda arroja decenas de incendios activos en la península ibérica. El verano es época de muchas cosas buenas. Pero también es un cóctel perfecto para que el fuego devore nuestros bosques.
En el recuerdo reciente, crisis como las del año pasado en Galicia, Doñana o Pedrógão Grande. O el incendio de Ribas de Salices, en Guadalajara, que acabó con la vida de 11 brigadistas en 2005. Eso por nombrar solo unos pocos de los que ocurren a nuestro alrededor.
En lo que va de año, la lacra de los incendios ha calcinado 11.428 hectáreas en España, según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación hasta final de julio. Son casi 100 parques del Retiro. El dato es, en realidad, positivo. Está cinco veces por debajo de la media de lo que llevamos de siglo XXI. El peor año hasta la fecha sigue siendo 2012 con 11.567 fuegos y 149.784 hectáreas quemadas.
Mucho se ha hablado de las causas y de las soluciones. De la necesidad de proteger el patrimonio medioambiental. Del impacto de los incendios en la vida de las personas y en la economía. Ahora, la tecnología busca poner su granito de arena. Y lo está haciendo, entre otras cosas, en forma de dron.
Drones contra incendios
El pasado 6 de julio, el Consejo de Ministros aprobó el Plan de actuaciones de prevención y lucha contra los incendios forestales para 2018. Entre los medios adjudicados, se encuentran 73 aeronaves. Por segundo año consecutivo, cuatro de ellas son vehículos aéreos no tripulados (RPAS), conocidos como drones. Según el Ministerio, los drones operarán en el arco nocturno solo con objetivos de vigilancia y seguimiento de los incendios.
Aquí reside la principal ventaja del uso (todavía pionero) de estas herramientas. Mientras que el resto de la flota (helicópteros, aviones y avionetas) no pueden volar una vez puesto el sol por motivos de seguridad, las aeronaves no tripuladas pueden servir de ojos en la oscuridad. Así, al igual que el Ministerio, algunas comunidades autónomas han seguido el mismo camino.
En Galicia, donde se creó la primera unidad de emergencia equipada con RPAS, se utilizan drones para monitorear el monte y, sobre todo, mantener controladas las franjas de seguridad entre los núcleos de población y el bosque. Otro ejemplo es Valencia, donde se utilizan en tareas de perimetración de zonas afectadas, pero también para detectar puntos calientes a través del uso de cámaras térmicas o elaborar mapas de riesgo. La capital de la comunidad fue, además, pionera en 2016 al equipar a su cuerpo de bomberos con drones.
No es un juguete, es tecnología punta
Cuando pensamos en un dron, la mayoría de nosotros pensamos en el típico aparato de dimensiones reducidas con varias hélices. Se nos vienen a la mente algunos de los modelos más vendidos como el Phantom o el Mavic Pro. O, incluso, puede que pensemos en un juguete. Este tipo de drones son conocidos como multirrotor. Son aparatos versátiles, rápidos y estables. Su gran contra es la autonomía (la mayoría de modelos no supera la media hora de vuelo).
Por otro lado, tenemos los drones de ala fija, más parecidos a aviones de pequeñas (o no tanto) dimensiones. Son poco versátiles y su manejo es más complicado, pero gozan de gran autonomía. Son perfectos para cubrir grandes extensiones de terreno durante mucho tiempo. En España, existen varias empresas que han apostado por los RPAS de ala fija para la lucha contra incendios.
Vigilancia y extinción
En el año 2013, la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) autorizó por primera vez en España el uso civil de un avión autónomo diseñado para la vigilancia y prevención de incendios. Se trataba del Altea Eko, un dron de 80 kilos de peso, cuatro horas y media de autonomía y una velocidad de hasta 120 kilómetros por hora. Estaba diseñado por Flightech Systems. Hoy siguen desarrollando nuevos prototipos para vigilancia forestal junto a Embention.
Otra de las compañías pioneras es Nitrofirex. Su desarrollo no se centra en la vigilancia, sino en la acción directa, en la extinción. Sus drones de ala fija tienen la capacidad de planear o de volar a motor mientras esparcen un líquido o un sólido en polvo que ayude a apagar el fuego. Su uso sería como el de aviones y helicópteros, pero no habría pilotos asumiendo riesgos.
La compañía Dronitec cuenta tanto con drones de ala fija equipados con cámaras térmicas para vigilancia como con multirrotores con alta capacidad de carga para complementar las tareas de extinción.
Air Drone 3D también ofrece soluciones de monitoreo de montes, mientras que Drone Hopper se ha hecho un nombre gracias a su dron especialmente desarrollado para extinción, capaz de cargar con hasta 300 litros de agua, geolocalizar con precisión el foco del incendio y nebulizar el líquido sobre las llamas.
Por último, Singular Aircraft ha apostado por convertir en dron la típica avioneta de lucha contra el fuego. Su aeronave, Flyox I, puede cargar con 1.800 kilos y mide casi 12 metros de largo por 14 de envergadura. Su trabajo está considerado de Interés Estratégico Nacional por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.
Más allá de un vuelo
Los drones acaparan portadas. No es para menos. Sin embargo, su verdadero poder reside en los sensores y en el software que analiza los datos. Mediante la elaboración de distintos índices de color en base a la información que recoge la cámara de la aeronave (de forma similar a los que se usan en agricultura de precisión) es posible detectar focos que no se aprecian a simple vista.
Hace ya casi dos años, investigadores del Centro de Investigación en Tecnologías Software y Sistemas Multimedia para la Sostenibilidad (CITSEM) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) desarrollaron un sistema autónomo capaz de detectar fuego y humo con rapidez y precisión. Su algoritmo es incluso capaz de captar procesos iniciales de combustión.
Otro de los ejemplos que nos tocan cerca es el de Pyrosat. Su software es capaz de predecir la propagación de los incendios forestales en curso. También evalúa el riesgo de incendios forestales de grandes áreas mediante la elaboración de mapas de humedad del aire o de las condiciones climáticas que propician los incendios.
Las grandes ventajas de los drones son la reducción de riesgos para el personal humano y su facilidad para acceder a zonas remotas. Pero los RPAS no son la única tecnología que lucha contra el fuego. Ni la tecnología es la única solución. Proteger los bosques, sus habitantes y sus recursos es tarea de todos.
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Imágenes | Nitrofirex, Singular Aircraft, UPM, Pixabay, Pxhere